Tus padres te cantan loores
porque hubiste reflejado,
aquel espíritu alado
qué bien sabe de valores,
desde tus tiempos menores
sin pánico al desatino
ofrendaste tu destino
al Verbo crucificado
y en su Corazón sagrado
te ocultaste Florentino.
Tu tierra te canta loores
por ser semilla fecunda
de aquella patria que abunda
en mártires y pastores,
al Señor de los señores
serviste muy de buen grado,
como final anunciado
por el designio papal,
en la sede episcopal
vistiéronte de morado.
Barbastro te canta loores
por ser ubérrimo germen,
De los hombres que no temen
Los retos de sus labores,
llegaste con pocas flores
y aunque fueron pocos meses,
sirvieron hasta con creces
para confirmar verdad,
tu fama de santidad
distinguida tantas veces.
Tus hijos te cantan loores
por tu ejemplo de firmeza,
guiándolos con destreza,
tratándolos como a pares,
recorriendo los lugares
en tiempos de gran matanza,
ibas llevando esperanza
al rebaño encomendado,
brindándoles a tu lado
un espacio de bonanza.
España te canta loores
por ser terrible varón
que sentado en su sillón
enfrentaba opositores
combatiendo sus errores
que a la patria amenazaban
“fuera Cristo” le gritaban
pero sin callar su voz,
aplastó martillo y hoz
mientras su muerte planeaban
El mundo te canta loores
más por fuerza que humildad,
pues pensaba en su maldad
que ganaba con dolores
sufrimientos y terrores.
También estaba consigo,
el demonio, el enemigo,
gloriándose de su suerte
sin pensar que con la muerte
nacía un nuevo testigo.
La Iglesia te canta loores
al cielo eleva su incienso
porque fuiste el comienzo
de grandes batalladores
por ventura vencedores
a los ojos del Cordero.
Siendo pastor verdadero
era justo y necesario
que a tu grey hasta el calvario
la guiases tú primero.
Los santos te cantan loores
en honor a tu pureza,
configurada en la Mesa
del pan y vino de amores.
Entre gritos y clamores
los sátrapas te llevaron,
te golpearon, te vejaron
todo sufriste en silencio
y en el colmo del desprecio
ni tus miembros respetaron.
Los coros te cantan loores
con sus célicos semblantes,
y en su locura de amantes
entre cítaras y ardores
elevaron las mejores
concebidas sinfonías,
y al tiempo que tú partías,
siendo mirífico santo,
con tu dulcísono canto
el Rosario repetías.
Mi pluma te canta loores
sin quererlo arroja fuegos,
que transformándose en ruegos
te piden que por mí implores,
pues son tantos los temores
que acosan cada momento,
con tristezas y lamento.
Por eso mi alma te grita:
¡Viva tu sangre bendita!
que ya goza el cielo argento.
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