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samedi 14 février 2015

Capellán de mi parvulario



El sacerdote de la fotografía es don Balbino Carillo León, quien había nacido en Jaén, estudio en su Seminario, siendo ordenado antes de la Guerra Civil.


Trabajó ampliamente con la Juventud de la Acción Católica. Cuando lo conocí era el capellán del colegio de la Miga de Piedra, regentado por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.


A este centro docente llegué con poco más de un año, allí permanecí haciendo el parvulario, hasta que pude ingresar en el colegio y hacer toda la Primaria en él.


Don Balbino llegó a ser canónigo de la Catedral y ecónomo diocesano largos años. Se jubiló y falleció durante el año 1985.


La foto adjunta la debo a mi buen amigo Manolo Ramos Torres.


Descanse en paz don Balbino el primer cura de mi parvulario.


Tomás de la Torre Lendínez




Kayla, asesinada por Estado Islámico, dejó una carta a los suyos llena de confianza en Dios

Antes de morir, la activista Kayla Jean Mueller secuestrada desde agosto de 2013 por el Estado Islámico (ISIS), envió una conmovedora carta a su familia, asegurando que “al final lo único que realmente se tiene es a Dios”.

Kayla, nacida en Prescott, estado de Arizona (Estados Unidos), tenía 26 años al momento de su muerte. Trabajó en diversas organizaciones caritativas en diferentes partes del mundo, en África, América y Medio Oriente.


Viajaba de Aleppo (Siria) a Turquía, como parte de su trabajo de asistencia a los refugiados del Estado Islámico, cuando fue secuestrada por los extremistas musulmanes.


El 10 de enero de este año, el gobierno de Estados Unidos confirmó la muerte de Kayla.


En un comunicado, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, calificó a ISIS como un “grupo terrorista odioso y aborrecible, cuyas acciones están en marcado contraste al espíritu de las personas como Kayla”.


Al comenzar su carta, Kayla Jean Mueller trató de tranquilizar a su familia, indicándoles que “estoy en un lugar seguro, completamente ilesa, saludable (de hecho subí de peso); he sido tratada con el máximo respeto + amabilidad”.


“Quería escribirle a todos una carta bien pensada (pero no sabía si mis compañeros de celda se irían en los próximos días o los meses siguientes restringiendo mi tiempo). Solo podía escribir la carta un párrafo a la vez, solo pensar en todos ustedes me produce un mar de lágrimas”, les indicó.


En su misiva, Kayla recordó que “mamá siempre me decía que en definitiva al final lo único que realmente se tiene es a Dios”.


Me he rendido ante nuestro Creador porque literalmente no había nadie más + Por Dios + Por sus oraciones me he sentido tiernamente acunada en la caída libre. Se me ha mostrado en la oscuridad, la luz”, escribió.



La joven voluntaria aseguró que “he aprendido que incluso en la prisión, uno puede ser libre. Estoy agradecida. He llegado a ver que hay algo bueno en cada situación, a veces solo tenemos que buscarlo”.


Rezo cada día para que si de nada más, hayan sentido una cierta cercanía + se rindan ante Dios también + hayan formado lazos de amor + se apoyen los unos a los otros”.


La joven aseguró a sus familiares que “los extraño a todos como si hubiera sido una década de separación forzada”.


Además, pidió a su familia que no asuman como un deber las negociaciones por su liberación. “Si hay alguna otra opción tómenla, incluso si demora más tiempo”, les indicó. “Esto nunca debe convertirse en su carga”, señaló.


Kayla indicó que “ninguno de nosotros podría haber sabido que sería tanto tiempo, pero sepan que estoy también luchando por mi parte en las formas que soy capaz + tengo mucho de lucha aún dentro de mí”.


No me estoy quebrando + no me rendiré no importa cuánto tiempo tome”, señaló.


Al finalizar su carta, Kayla pidió a sus familiares que “por favor sean pacientes, entreguen su dolor a Dios. Sé que quisieran que permanezca fuerte. Eso es exactamente lo que estoy haciendo”.


“No teman por mí, sigan rezando como yo lo haré + por la voluntad de Dios estaremos juntos pronto. Todo mi todo, Kayla”, concluyó.



El encuentro con Benedicto, el capelo de monseñor Blázquez, la insistencia del Papa en la caridad

Dejémonos guiar por el «himno a la caridad» – «yo en primer lugar – y ustedes conmigo», alentó el Papa Francisco. La Basílica de San Pedro volvió a acoger a Benedicto XVI y al Papa Bergoglio, esta vez para el segundo Consistorio ordinario público de su pontificado, la creación de 20 nuevos Cardenales, con la imposición de la birreta, la entrega del anillo y la asignación del título o diaconía. Cinco de los nuevos purpurados son de habla hispana. En su intensa alocución el Papa Francisco destacó que el cardenalato ciertamente es «una dignidad, pero no una distinción honorífica». Y reiterando que «en la Iglesia, toda presidencia proviene de la caridad, se desarrolla en la caridad y tiene como fin la caridad», destacó que «la Iglesia que está en Roma tiene también en esto un papel ejemplar».

Con el «himno a la caridad», como pauta de esta celebración y del ministerio también de los nuevos purpurados, que entran a formar parte del Colegio Cardenalicio, el Santo Padre deseó que María nuestra Madre y Madre de Jesús «nos ayude con su actitud humilde y tierna de madre, porque la caridad, don de Dios, crece donde hay humildad y ternura».


Cuanto más crece la responsabilidad en el servicio de la Iglesia, tanto más hay que ensanchar el corazón, dilatarlo según la medida del Corazón de Cristo, recordó asimismo el Papa, para luego añadir que la caridad «no tiene envidia; no presume; no se engríe». «Esto es realmente un milagro de la caridad». «La caridad «no es mal educada ni egoísta», «te des-centra y te pone en el verdadero centro, que es sólo Cristo».


La caridad, dice Pablo, «no se irrita; no lleva cuentas del mal»… «No. Esto no es aceptable en un hombre de Iglesia». «Que Dios nos proteja y libre de ello, deseó el Papa, recordando luego que la caridad, añade el Apóstol, «no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad» y pidió que «el Pueblo de Dios vea siempre en nosotros la firme denuncia de la injusticia y el servicio alegre de la verdad».


Por último, la caridad «disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites», señaló el Obispo de Roma haciendo hincapié en que «aquí hay, en cuatro palabras, todo un programa de vida espiritual y pastoral».


«Queridos hermanos - fue la exhortación final del Papa Francisco»: todo esto no viene de nosotros, sino de Dios. Dios es amor y lleva a cabo todo esto si somos dóciles a la acción de su Santo Espíritu. Por tanto, así es como tenemos que ser: incardinados y dóciles. Cuanto más incardinados estamos en la Iglesia que está en Roma, más dóciles tenemos que ser al Espíritu, para que la caridad pueda dar forma y sentido a todo lo que somos y hacemos. Incardinados en la Iglesia que preside en la caridad, dóciles al Espíritu Santo que derrama en nuestros corazones el amor de Dios (cf. Rm 5,5). Que así sea.


Reportaje fotográfico secuencial del acto final del consistorio de cardenales



El Papa llega al presbiterio de la Basílica de San Pedro, rodeado ya por los viejos y nuevos cardenales.




Nada más llegar a la basílica, Francisco acudió a saludar al Papa emérito, Benedicto XVI.




Dominique Mamberti, prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica y uno de los nuevos purpurados, leyó ante el Papa la adhesión y lealtad de los cardenales al Papa.




En su breve alocución a los cardenales, Francisco insistió en la caridad como eje del servicio que deben prestar a la Iglesia los nuevos purpurados.




La basílica de San Pedro, que lucía como en las grandes ocasiones, guardó un impresionante silencio tras las palabras de Francisco.




Momento solemne de la creación de los cardenales.




El arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, en el centro de la imagen, escucha su nombre como nuevo cardenal de la Iglesia.




Tras ser creados cardenales, los nuevos purpurados rezaron el Credo e hicieron el juramento de fidelidad.




La birreta se impone sobre el capelo. En la imagen, monseñor Blázquez.




Una vez entregados los anillos y las bulas e impuestas los capelos y birretas, la Scola cantó la acción de gracias.




Mientras sonaba la música, los antiguos cardenales felicitaban a los nuevos, a punto ya de concluir la ceremonia.




Todos los fieles, ayudados por el misal, cantaron el Padrenuestro en latín.




El cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, pidió a continuación al Papa la canonización de tres nuevas santas.




Tras sancionar la canonización de las tres beatas, el Papa impartió a los presentes la bendición apostólica.




A continuación, todos los fieles cantaron en latín la Salve en homenaje a la Santísima Virgen María.




Francisco no abandonó la basílica sin antes despedirse de Benedicto XVI.




Muchos cardenales aprovecharon el final del acto para saludar al Papa emérito en una de las pocas ocasiones en las que participa en actos públicos.



La estatua de la Virgen no está, pero la gente la ve: un fenómeno que aún carece de explicación

Puede parecer increíble, pero es una realidad. En la hornacina del retablo de la capilla del santuario Nuestra Señora de Lourdes, de Alta Gracia (Argentina), no hay ninguna estatua de la Virgen pero de hecho puede verse su imagen aunque el lugar esté comprobadamente vacío.

No se trata de una imagen plana sino con relieve, de tres dimensiones; pueden advertirse pliegues en el vestido. Se asemeja a una holografía. No es una ilusión psicológica fruto de la devoción exaltada de algunos peregrinos.


Todos los que acuden allí la ven -sean creyentes o descreídos- y de hecho la imagen queda registrada en las fotografìas que se tomen.


La imagen se ve muy bien desde la puerta de entrada y va desvaneciéndose si uno se acerca mucho al altar.


¿Desde cuándo ocurre este fenómeno?


Esta capilla fue construida y bendecida en 1927 y durante muchos años estuvo en el centro del retablo una estatua de la Virgen de Lourdes. En agosto de 2011 esa estatua fue retirada de su hornacina para ser restaurada. Uno de los sacerdotes a cargo del santuario se dispuso a cerrar la capilla y desde la puerta principal de la capilla vio una imagen que parecía de yeso en el lugar que ocupara la estatura. Se acercó reiteradas veces y al acercarse comprobaba que la imagen se desvanecía. Y la estatua no estaba allí, se hallaba donde la habían puesto al retirarla.


Ante el fenómeno manifiesto, visible por cualquiera que visite el lugar, los frailes carmelitas descalzos del santuario Nuestra Señora de Lourdes emitieron entonces un comunicado, en el que decían: “La manifestación de la imagen de la Santísima Virgen María no tiene hasta el momento explicación racional. Debe ser interpretado por el pueblo de Dios como un signo para acrecentar y profundizar la fe cristiana y suscitar en los corazones de los hombres la conversión al amor de Dios y su participación en la vida de la Iglesia”.


Historia

La capilla se encuentra en un amplio predio, en un parque de varias hectáreas, donde en 1916 se inauguró una réplica de la gruta Massabielle, de Lourdes, donde la Virgen se apareció en 1858 a Santa Bernardita Soubirous.


La idea y realización se debió a dos señoras porteñas, Guillermina Achával Rodríguez de Goyena y Delfina Bunge de Gálvez, escritora, esposa del escritor Manuel Gálvez.


Desde que se levantó la gruta, el lugar se constituyó en un centro de afluencia de peregrinos en el que fueron creciendo las manifestaciones de amor a la Madre de Dios. En 1922 se formó una comisión para construir cerca de la gruta una capilla, cuya piedra fundamental se colocó en 1924 y que el entonces obispo de Córdoba, monseñor José Anselmo Luque bendijo en 1927.