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vendredi 10 octobre 2014

Carta abierta al ex-ministro Ruiz Gallardón

Estimado y admirado Sr. Ruíz Galladón:




Hace unos meses incluí como entrada en este blog una carta abierta dirigida a usted, siendo titular del Ministerio de Justicia, animándole en su batalla por reformar una de las leyes a mi juicio mas nefastas aprobadas por el anterior gobierno, que supone un desprecio hacia la vida de los seres humanos en gestación, los más débiles, los más vulnerables, los que, precisamente por eso, deberian ser primordialmente protegidos por la sociedad.

Ahora me siento en la obligación de volver a escribirle para agradecerle sus esfuerzos durante estos años de continuas presiones -lamentablemente no sólo de fuera, sino también y sobre todo de dentro de su partido-, y su dignidad al poner sus convicciones por delante de sus intereses políticos. Pocos, muy pocos, son los políticos españoles que han dimitido por sus ideas (me permito recordar aquí también a Manuel Pimentel, quien dejó el gobierno de Aznar por una ley de inmigración que consideraba injusta). Las escasas dimisiones están asociadas a chanchullos económicos o singulares meteduras de pata: los demás tragan con cualquier cosa, parece que dejaron su dignidad cuando decidieron entrar en la política. A usted la dimisión le honra. Me parece que continúa su brillante carrera política con una coherencia que no le van a reconocer sus críticos de un lado y de otro. Dimitir por las ideas es la más noble forma de confirmar que uno no vende sus principios por un puñado de votos.

Parece que la clase política española está nerviosa con el vuelco electoral que puede producirse en la próxima primavera. No soy amigo de los populismos, me parece que las revoluciones comienzan con el afán de cambiar una sociedad podrida y acaban engendrando una sociedad tiránica, además más podrida aun que la original. No obstante, el triste espectáculo al que todos los días asistimos: Gurtel, Barcenas, EREs andaluces, Banca Catalana, ITVs, herencia de Puyol, tarjetas de Caja Madrid, generan demasiada presión para que la sociedad española acepte que todo siga igual.

A esto se añade, y a mi me parece todavía más grave que lo anterior, la falta de referentes morales de los politicos españoles, el engaño sistemático de pedirnos el voto para unas cosas y hacer las contrarias. En lugar de políticos profesionales parecen humoristas de salón a los que podría aplicarse perfectamente la famosa frase de Groucho Marx: "estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros".

Espero Sr. Ruíz Gallardón que su marcha de la política no sea definitiva, y le animo a que lidere alguna alternativa al desastre ético que suponen hoy por hoy nuestros partidos políticos, para que no sea necesario elegir entre el populismo bananero de Podemos y la casta sinvergonzona a la que justamente critican. Este país se merece algo más.

El caso de la pierna amputada y reimplantada en pleno siglo XVI... el milagro del Cojo de Calanda

Hace 374 años una noticia asombró a media Europa y reclamó el interés del Rey Felipe IV de España, de la Santa Sede y de la mayoría de los reinos de occidente. De boca en boca circulaba como la pólvora un suceso inverosímil y desafiante. Algo mágico y extraordinario. Irreal. Humanamente imposible. El romance popular decía:

Miguel Pellicer/ vecino de Calanda/ tenía una pierna/ muerta y enterrada./ Dos años y cinco meses,/ cosa cierta y probada,/ por médicos cirujanos/ que la tenía cortada…


Miguel Juan Pellicer, vecino de Calanda

La historia es la siguiente: un joven de veintitrés años llamado Miguel Juan Pellicer, vecino de Calanda, población situada en el bajo Aragón, había sufrido un accidente en el campo mientras recogía trigo. Una rueda de carro pasó por encima de su pierna derecha haciéndola añicos. Completamente gangrenada, le fue amputada cuatro dedos por debajo de la rodilla en el hospital público de Zaragoza.


Los cirujanos que le atendieron se pusieron manos a la obra para cauterizar el muñón con un hierro al rojo vivo. La pierna fue enterrada, como era costumbre, en el cementerio del hospital. En aquella época había un acentuado sentido espiritual por el cual se consideraba que el cuerpo estaba destinado a la resurrección, así como todos sus miembros, y que por lo tanto las partes mutiladas debían ser tratadas con respeto, y no como simple elemento de desecho. Por ese motivo se encargó al practicante del hospital Juan Lorenzo García, enterrar la pierna “en un hoyo como un palmo de hondo”, de unos veintiún centímetros, medida típica aragonesa.


Sin pierna pasó a ser mendigo en el Santuario

Tras abandonar el hospital con una pierna de madera y dos muletas, Pellicer se vio abocado, para poder sobrevivir, a pasar del prometedor oficio de agricultor a un mendigo de los muchos que había por entonces. Logró el permiso de los canónigos del Pilar para pedir limosna a la puerta del Santuario, siendo provisto de un documento especial que le asignaba la categoría de “mendigo de plantilla”.


Cada mañana Miguel Juan realizaba el mismo ritual. Tras asistir a la Eucaristía en la llamada Santa Capilla, se acercaba a una de las lámparas de la iglesia, cogía un poco de aceite y se frotaba el muñón varias veces a modo de masaje. Salía a la calle y se colocaba en la puerta del templo con la prueba de su desgracia bien descubierta, lo cual despertaba la compasión y simpatía de los cerca de ocho mil personas que se acercaban todos los días a visitar a la Pilarica.


Pellicer era conocido por casi todos

Para una ciudad tan pequeña como la Zaragoza de entonces, con una población que apenas llegaba a las 25.000 personas, no era de extrañar que Pellicer, colocado siempre en la arteria principal de circulación, como era el Pilar, con su muñón al aire en un cuerpo joven y robusto, llamará la atención y fuera conocido por casi todos los mañicos del lugar.


El milagro de los milagros

El joven lisiado decidió un buen día poner fin a la dura vida de mendigo que había llevado durante dos años, para tomar rumbo a la casa de sus padres en Calanda e intentar reconducir su existencia con más dignidad. Ya en su hogar, el 29 de marzo de 1640, sucedería algo extraordinario que más tarde sería calificado como el gran milagro, o el milagro de los milagros. Entre las diez y las once de la noche, mientras dormía plácidamente, le fue reimplantada repentina y definitivamente la pierna derecha que dos años antes le habían amputado. No tuvo lugar un crecimiento de la pierna, sino una reimplantación de su miembro. Un suceso único en el mundo y difícil de asimilar.


Una fragancia...

Tras notar “una fragancia y un olor suave nunca acostumbrados allí”, la madre de Miguel Juan alertó a su hijo de tener dos pies, “uno encima de otro, cruzados”. El revuelo en la casa contagió al vecindario y, éste, lógico, al pueblo entero. En casa de los Pellicer no cabía un alfiler. Había un alboroto festivo.


Soñaba con la Virgen

El joven comentó que cuando le despertaron soñaba que “estaba en la Capilla de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza untándose la pierna derecha con el aceite de una lámpara, como lo había acostumbrado cuando estaba en ella”.


Sin explicación científica

Pellicer no dudó un instante en atribuir la reimplantación de su miembro a la intervención de la Pilarica: “Antes de dormir me he encomendado muy de veras a la Virgen del Pilar”. Dos cirujanos, Juan de Rivera y Jusepe Nebot, fueron los primeros médicos en certificar, en la propia casa del protagonista, que ese suceso extraordinario e inverosímil no tenía explicación científica.


Media Europa habla del Gran Milagro de Calanda

A las pocas semanas la historia de Calanda era la comidilla de media Europa y se reclamaba más información de los hechos. Se configuró como el tema estrella en muchas de las tertulias de entonces, aunque la transmisión oral de la misma no se ajustaba siempre a la realidad de los hechos, siendo enriquecida o transformada según la habilidad creativa del orador.


Una investigación en toda regla

Ante la magnitud del asunto, el alcalde de Zaragoza, respaldado por todos sus regidores, solicitó formalmente a la Iglesia que abriera una investigación para esclarecer esos hechos, y se calificara de milagro “hecho por la madre de Dios del Pilar; de la restitución de una pierna, que a un pobre mozo de Calanda le cortaron en el Hospital de Nuestra señora de Gracia…”.


Un proceso público y transparente

El arzobispo de Zaragoza, Don Pedro de Apaolaza, aceptó la petición del municipio y abrió formalmente el Proceso a dos meses y una semana de transcurrir el suceso. Su preocupación por la transparencia hizo que el Proceso fuera público y que la trascripción de todos los interrogatorios, objeciones, deducciones y otros testimonios fueran publicados con celeridad, y en lengua vulgar, o sea el castellano, para que toda la población tuviera acceso directo a esas investigaciones, pudiendo intervenir en el mismo para matizar o contradecir datos o testimonios.


Declaración formal del arzobispo en favor del milagro

El 27 de abril de 1641 el arzobispo de Zaragoza firmaría la sentencia: “Declaramos que a Miguel Juan Pellicer, de quien se trata el presente Proceso, le ha sido restituida milagrosamente la pierna derecha, que antes le habían cortado; y que no había sido obra de la naturaleza, sino que ha obrado prodigiosa y milagrosamente; y que se ha de juzgar y tener por milagro por concurrir todas las condiciones que para la esencia de verdadero milagro deben concurrir…”.


Un puñetazo directo a la razón...

Ante semejante relato es comprensible adoptar una cierta incredulidad, un arqueo de cejas o un semblante taciturno. Rompe todos los límites naturales y mentales. Es como un puñetazo que va directo a la razón. Es la manifestación del poder de Dios en toda su plenitud.


Como decía Pascal: “El Dios cristiano ha determinado dar la suficiente luz a quien quiera creer, pero también el proporcionar la suficiente oscuridad a quien no quiera hacerlo. Si se nos descubriera por entero, no tendría mérito alguno por nuestra parte adorarlo. Si se escondiese del todo, la fe resultaría imposible…”.


El milagro de Calanda es, posiblemente, el suceso más claro en donde Dios abandona su continuada penumbra para hacerse visible a la humanidad.



Algerie || Projet de dédoublement du tronçon de l'axe Chiffa-Boughezoul

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Luis Pérez, misionero javeriano en Sierra Leona, señala una nueva pobreza: los huérfanos del ébola

Luis Pérez Hernández, misionero javeriano español en Sierra Leona, comenta en una entrevista en DirigentesDigital.com que el ébola está creando una nueva pobreza que antes apenas se daba en África: los huérfanos que nadie quiere acoger y los niños enfermos que nadie cuida.

"En África nunca se ha conocido lo que son los huérfanos. Si un niño pierde a sus padres enseguida le acogía otra familia vecina en la aldea. Ahora, miles de niños vagan por las calles solos, y todo el mundo les señala con el dedo porque sus padres han muerto por el ébola. Nadie les quiere, porque tienen miedo a ser contagiados", afirma.


El misionero también denuncia el escaso apoyo internacional.


"Mientras los hospitales están cerrados porque todos los médicos que atendían a los enfermos han muerto, del extranjero sólo llegan soldados para impedir que abandonemos la aldea".


Y añade: "Pero el Ejército sólo vigila los caminos, ¿quién vigila la selva y los bosques? La gente que quiera abandonar un pueblo desde luego va a hacerlo. No hay forma de contener esto".


Asegura que la información "in situ" sobre cómo evitar la propagación de la enfermedad es casi nula.


"No hay reuniones en las iglesias, están prohibidas. El Ejército rodea los barrios. Intentan que la gente no salga de sus casas. No hay alimentos en los mercados, y los que hay son carísimos. La ayuda humanitaria no llega. No hay hospitales a los que acudir. Y nadie le dice a esta gente que tiene que romper con su cultura".


El misionero recuerda que "en África está muy arraigada la cultura del abrazo, de los besos, de las señales de cariño en todo momento. Ya nadie sabe si puede abrazar al prójimo".



Preguntado por la polémica surgida sobre si los enfermos por ébola en África deben ser repatriados a sus países, Luis Pérez se sincera: "Es una decisión muy personal, entiendo a la gente que se aferre a una mínima posibilidad de sobrevivir. Yo tengo una idea muy clara: vine a Sierra Leona a ayudar y aquí moriré. Si enfermo, no quiero ser repatriado".


Luis Pérez estuvo en Sierra Leona 8 años durante su cruelísima guerra (estuvo secuestrado 15 días por la guerrilla y sobrevivió a los titoreos, como contaba aquí a ReL). En 2003 volvió a España y hace 8 meses regresó al país africano. Ahora ayuda como uno más en las labores de atención a los enfermos de ébola.


(El resto de la entrevista aquí en DirigentesDigital.com ).


Es posible ayudar a los misioneros a través del Domund y Obras Misionales Pontificias (www.omp.es) con donativos aquí:
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