Pages

mercredi 18 février 2015

Ayunar de críticas y cotilleos

“¿A eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor?... Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, liberar a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento (...)” (cf. Isaías 58, 5-7). A este conocido texto del profeta Isaías, bien podríamos añadir, en plena sintonía con su mismo espíritu: ¡El ayuno que agrada a Dios es controlar nuestra lengua!

Comencemos por reconocer que llama la atención la “cruzada” que el Papa Francisco ha emprendido contra el vicio de la crítica y el cotilleo: “Las murmuraciones matan, igual o más que las armas”; “Los que viven juzgando y hablando mal del prójimo son hipócritas, porque no tienen la valentía de mirar los propios defectos”; “Cuando usamos la lengua para hablar mal del prójimo, la usamos para matar a Dios” ; “El mal de la cháchara, la murmuración y el cotilleo, es una enfermedad grave que se va apoderando de la persona hasta convertirla en sembradora de cizaña, y muchas veces en homicida de la fama de sus propios colegas y hermanos”; “Cuidado con decir solo esa mitad de la realidad que nos conviene”; “¡Cuántos chismorreos hay en el seno de la propia Iglesia!”… Ciertamente, no creo que haya habido nunca un Papa tan comprometido con la denuncia y la erradicación de esta lacra.


La crítica y el cotilleo están tan extendidos en nuestra sociedad —sin que la Iglesia sea una excepción—, que no son pocos quienes consideran que se trata de un mal insuperable, cuando no necesario. A esto contribuye el hecho de que la percepción suele cambiar dependiendo de que seamos sujetos activos o pasivos de dicha práctica. El cotilla y el murmurador tiende a justificarse diciendo que se limitan a informar, y que en esta vida es necesario tener un juicio crítico.


Pues bien, para dejar de murmurar no solo se requiere controlar la lengua, sino que hay que cambiar la mentalidad. No estamos ante un vicio superficial o epidérmico, como a veces solemos suponer equivocadamente. Bajo las críticas y los cotilleos se camuflan pecados como el rencor, la envidia o la vanidad. Pero no solo esto, sino que también se esconden nuestros complejos, inseguridades y heridas. En realidad, lo moral y lo psicológico suelen caminar por el mismo carril. O dicho de otro modo, el demonio sabe dónde nos aprieta el zapato, y tiende a pisarnos en el mismo lugar…


Todos sabemos que la crítica esconde con frecuencia envidia y celos, y que estos encierran falta de autoestima. Y si pudiésemos remontarnos al origen de esa falta de autoestima, muy posiblemente nos encontraríamos con la carencia de amor… No cabe duda de que los males morales, psicológicos y educacionales están implicados. Así, por ejemplo, decía San Francisco de Sales: “Cuanto más nos gusta ser aplaudidos por lo que decimos, tanto más propensos somos a criticar lo que dicen los demás”.


Dicho lo cual, no es de recibo tomar excusa de las implicaciones psicológicas y educacionales, para eludir nuestra lucha contra este vicio. Nuestra responsabilidad moral puede estar condicionada, ciertamente, pero no hasta el punto de estar determinada. Somos sujetos libres, aunque nuestra libertad esté herida; y por lo tanto, somos responsables de las palabras que salen de nuestra boca. Sin olvidar que en no pocas ocasiones las críticas y los cotilleos son puestos al servicio, con notable malicia, de la ideología de quien los utiliza, con el objetivo de denigrar a quienes no piensan como nosotros.


Me viene a la memoria una cita evangélica que suele pasar inadvertida, en la que queda patente la indisimulada incomodidad del Señor Jesús ante este vicio moral. Me refiero a Juan 21, 23. El contexto de este episodio es el encuentro final entre Jesús y Pedro, en el que este es perdonado por su triple negación, además de confirmado en su misión. A punto de concluir el diálogo, cuando Jesús ha revelado a Pedro su futuro martirio, este vuelve su mirada a Juan —el discípulo al que el Señor amaba especialmente— y le pregunta a Jesús: “Señor, y este, ¿qué?”. A lo que el Señor, en una respuesta sin precedentes, contesta: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme”. ¡¡Es impresionante escuchar a Jesús decirle a Pedro: “¿a ti qué?” (expresión equivalente a nuestro popular “¿a ti qué te importa?”)!! Y es que, mientras estamos pendientes indebidamente de los demás, podemos permanecer ciegos ante nuestros problemas y responsabilidades. ¡Vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro! (cfr. Mt 7, 3).


Concluyo con un texto evangélico tan clarificador como incómodo, de esos a los que solemos poner sordina, por resultarnos demasiado exigente: “Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca (…) En verdad os digo que el hombre dará cuenta en el día del juicio, de cualquier palabra inconsiderada que haya dicho. Porque por tus palabras serás declarado justo o por tus palabras serás condenado” (cfr. Mt 12, 34-37). Será por eso, tal vez, que le escuché a un hermano obispo decir que se podría elevar a los altares, sin necesidad de proceso de canonización, a aquel de quien pudiera decirse: “nunca le escuchamos hablar mal de nadie”. Ciertamente, ¡el ayuno que agrada al Señor es controlar nuestra lengua!



Nuevos cardenales

La potestad de nombrar cardenales es una prerrogativa exclusiva del Papa, que él ejerce con total libertad y de la cual no debe dar cuenta a nadie más que a Dios. No se trata de una decisión que él pueda tomar de forma caprichosa, puesto que está dirigida a rodearse de colaboradores eficaces para el gobierno de la Iglesia y a asegurar un colegio cardenalicio que pueda elegir a su sucesor cuando llegue el momento. Pero los motivos que le llevan a nombrar a este o a aquel obispo como cardenal son de su propia competencia y sólo deberá dar cuenta de ellos ante Dios y ante su conciencia. La historia, por supuesto, le juzgará, como ha hecho con otros Papas que nombraron cardenales a personas inicuas sólo por ser familiares suyos (de ahí el término nepotismo, relacionado con la palabra italiana "nepote", que significa sobrino), o como ha hecho con Papas que abrieron el colegio cardenalicio a la universalidad de la Iglesia; en el primer caso merecieron críticas y en el segundo aplausos. Ahora no es el momento del juicio de la historia ni del juicio de Dios y por eso el Papa tiene el derecho de hacer lo que considere oportuno y de contar con nuestra adhesión sobre ello.

Digo todo esto porque no es fácil de entender para algunos que se nombre cardenal al obispo de la pequeña isla de Tonga, con una feligresía de 50.000 católicos, y no al patriarca de Venecia, por ejemplo. O que se nombre cardenal al obispo de Cabo Verde, con poco más de cien mil católicos en su diócesis, y no al arzobispo de Los Ángeles, con cinco millones. Pero el Papa no merece ser criticado por esto. Repito, tiene todo el derecho a hacerlo. Quizá se equivoque, pero eso se lo dirá Dios y la historia. Nosotros lo que debemos hacer es apoyarle y acompañarle con nuestra oración.


Por otro lado, no cabe duda de que uno de los criterios del Papa con estos nombramientos es el de seguir insistiendo en ampliar la representatividad de la Iglesia universal en el colegio cardenalicio. Otro criterio es el de apoyar a diócesis o personas que se encuentran en momento difíciles. Eso explica, por ejemplo, el nombramiento del obispo de Morelia -uno de los lugares de mayor violencia de México- como cardenal, en lugar de dárselo al de Monterrey, o el del arzobispo de Agrigento, en Italia, que tuvo un papel destacado en la acogida de emigrantes cuando era obispo de Lampedusa, en lugar de dárselo al de Turín.


Quizá lo que pasa, cuando algunos juzgan estas decisiones del Papa, es que se nos olvida que el Espíritu Santo no deja ni dejará nunca a su Iglesia y que es Él quien realmente la dirige. Por eso, debemos renovar nuestra confianza en el Señor y apoyar con nuestra oración al Santo Padre, que fue lo que él nos pidió cuando llegó a la cátedra de Pedro.



Capellán francés de los sin techo


Recogido de Dominicos.


"Anunciamos con tristeza la muerte de nuestro hermano Pedro Meca, compañero en la noche de los que no tenían nada. Un mendicante". Así anunciaban los dominicos de la Provincia de Francia el fallecimiento, a los 80 años, de fr. Pedro Meca, que dedicó toda su vida a estar/vivir con los más pobres, a ayudarles a encontrar trabajo, a devolverles la dignidad perdida y recuperar la autoestima.


Nacido en 1935 en Pamplona (España), Pedro Meca se trasladó con su familia a Francia y con 21 años se hizo fraile dominico. Conoció al Abbé Pierre con quien trabajó, como camarero-trabajador social, en el "Claustro", un bar abierto por iniciativa del fundador de los traperos de Emaús.


En 1992, Pedro Meca y la asociación "Los Compañeros de la Noche" abrieron, en el corazón del Barrio Latino de París, "La Moquette", un lugar donde las personas que viven en la calle pueden, por la tarde y hasta la medianoche, encontrarse, ser escuchados y estar en contacto con otras personas participando en conferencias, debates sobre las noticias del día, fiestas de cumpleaños o talleres de escritura.


Cada Navidad celebraba una Eucaristía en una carpa que se instalaba en el centro de París a la que acudían más de mil personas sin hogar. Desde el centro "La Moquette" se aseguraban también que las personas que morían en la calle y no eran reclamadas por nadie, tuvieran un entierro digno. En esas celebraciones participaban los compañeros de la calle que proporcionaban una despedida digna al fallecido.


Se retiró de su labor como trabajador social en 2005 y, aunque no dejó de estar pendiente de los más necesitados, acudía con menos frecuencia a "La Moquette". En 2009 quiso recuperar los encuentros con sus amigos de la calle. "Aunque no puedo hacer nada, estoy aquí. Sin recursos ni poder. Mi fe me dice que Dios ama a todos. Si Él ama a todos, es que Él lo ve como algo hermoso y adorable. Así que trato de ver lo que es hermoso en el que está frente a mí, destruido por el alcohol, las drogas, los reveses de la vida. Y eso puede llevar mucho tiempo".


En el año 2012 fr. Pedro vino a Madrid para participar en la Jornada conmemorativa por los 50 años de la Fundación de San Martín de Porres, con la que mantenía una estrecha relación. Durante su intervención insistía en la que siempre fue su filosofía: "Los sin hogar pueden enseñar muchas cosas. De la gente pobre solo se ven las necesidades y cómo llenarlas: no tienen casa, no tienen qué comer, no tienen vestido... Mi relación no es esa, es encontrarme con alguien con sus potencialidades, su saber, su cultura, sus gustos, con sus pasiones, lo que le interesa. Hay que atender a la totalidad de la persona, teniendo en cuenta que todos tenemos potencialidades y riquezas y que todos podemos aportar algo. Ellos pueden y tienen que aportar".



En la misa del Miércoles de Ceniza, Francisco invita a «cumplir sin ostentación, el Padre nos ve»

"Nos hará bien, al inicio de esta Cuaresma, a todos, pero especialmente a los sacerdotes, el don de las lágrimas, para hacer nuestra oración y nuestro camino de conversión cada vez más auténtico y sin hipocresía. Nos hará bien hacernos la pregunta, ¿yo lloro? ¿el Papa llora? ¿los cardenales lloran? ¿los obispos lloran? ¿los consagrados lloran? ¿el llanto está en nuestras oraciones?"

Ésta ha sido la invitación del santo padre Francisco durante la celebración eucarística del Miércoles de Ceniza. Además, ha advertido que “los hipócritas no saben llorar, han olvidado cómo se llora. No piden el don de las lágrimas”.


A las 16.30, en la Iglesia de san Anselmo en el Aventino, ha habido un momento de oración, seguido por una procesión penitencial hacia la Basílica de Santa Sabiana.


En la procesión han participado también cardenales, arzobispos, obispos, monjes benedictinos de San Anselmo, los padres dominicos de Santa Sabina y algunos fieles. Al finalizar la procesión, en Santa Sabina se ha celebrado la misa.


En su homilía, el Pontífice ha recordado que hoy se comienza la Cuaresma, “tiempo en el que tratamos de unirnos más estrechamente al Señor Jesucristo, para compartir el misterio de su Pasión y su Resurrección”.


Asimismo ha señalado que la liturgia de este día propone el pasaje del profeta Joel, enviado por Dios a llamar al pueblo a la penitencia y a la conversión, por una calamidad que devasta Judea. “Solo el Señor puede salvar del flagelo y es necesario suplicarle con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado”, ha afirmado.


El profeta habla de conversión interior, “volved a mí con todo el corazón”. Por eso, Francisco ha explicado que “volver al Señor con todo el corazón significa emprender un camino de una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que se refiere al lugar más íntimo de nuestra persona”.


El corazón -ha observado- es la sede de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestros elecciones, nuestras actitudes. Y ese “volved a mí con todo el corazón” no afecta solamente a los individuos, sino que se extiende a toda la comunidad, ha especificado el Papa.


Haciendo referencia al Evangelio de hoy, el Pontífice ha explicado que “Jesús relee las tres obras de piedad previstas por la ley de Moisés: la limosna, la oración y el ayuno”.


A propósito, el Papa ha recordado que con el tiempo estas disposiciones se habían visto arruinadas por el formalismo exterior o incluso se habían convertido en un signo de superioridad social. Y por eso Jesús subraya una tentación común a estas tres obras, que se puede resumir precisamente en la hipocresía.


De este modo, el Papa ha observado que cuando se realiza algo bueno, casi instintivamente nace en nosotros el deseo de ser estimados y admirados por esta buena acción. “Jesús nos invita a cumplir estas obras sin ninguna ostentación, y a confiar únicamente en la recompensa del Padre que ve en lo secreto”, ha recordado.


A continuación, el Santo Padre ha insistido en que el Señor “no se cansa nunca de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, todos lo necesitamos, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, purificado por las lágrimas, para participar de su alegría”.


Para saber cómo acoger esta invitación, ha señalado el Papa, san Pablo en la segunda lectura de hoy hace una sugerencia: “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios”. Este esfuerzo de conversión --ha añadido-- no es solamente una obra humana.


Así, el Papa ha asegurado que la reconciliación entre Dios y nosotros es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo.“En Él podemos convertirnos en justos, en Él podemos cambiar, si acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano el momento favorable”, ha indicado.


Por otro lado, ha pedido que María Inmaculada nos sostenga en nuestro combate espiritual contra el pecado, “nos acompañe en este momento favorable, para que podamos llegar y cantar juntos la exultación de la victoria en la Pascua de la Resurreción”.


Finalmente, sobre el gesto de la imposición de la ceniza y la fórmula que pronuncia el celebrante, el Obispo de Roma ha indicado que son un recordatorio de la verdad de la existencia humana: “somos criaturas limitadas, pecadores cada vez más necesitados de penitencia y conversión”.



En su catequesis del miércoles Francisco recuerda a los mártires egipcios y pide orar por Ucrania

El corazón del Papa sigue en oración por los 21 coptos asesinados recientemente en Libia, a manos de los extremistas del Estado Islámico. Ayer, ofreció la misa de Santa Marta por ellos y en este Miércoles de Ceniza, en la audiencia general los ha tenido presentes nuevamente.

“Quisiera invitar una vez más a rezar por nuestros hermanos egipcios que hace tres días fueron asesinados en Libia por el solo hecho de ser cristianos. El Señor les acoja en su casa y dé consuelo a sus familias y a sus comunidades”.


Asimismo ha pedido rezar por la paz en Oriente Medio y el Norte de África, “recordando a todos los difuntos, los heridos y los refugiados”.


Que la comunidad internacional -ha pedido- pueda encontrar soluciones pacíficas a la difícil situación en Libia.


Bajo un tímido sol de febrero, miles de fieles se han reunido en la plaza de san Pedro una semana más, para escuchar y saludar al santo padre Francisco. Así, el Papa ha paseado por los pasillos de la plaza en su papamóvil y ha pasado bendiciendo y con algunos afortunados, intercambiando el solideo. Esta mañana, dos niños han tenido la oportunidad de subir al jeep y acompañar desde ahí al Santo Padre en su recorrido.


Desde hace varias semanas, el Pontífice está dedicando las catequesis de la audiencia general a la familia y esta semana ha sido el turno de los hermanos y las hermanas.


Palabras del Papa pronunciadas en español

Queridos hermanos y hermanas. Seguimos con el tema de la familia, en concreto hoy hablamos de los hermanos. La fraternidad era un valor esencial en el pueblo de Israel, encontrando cumplidos elogios de ella en el Antiguo Testamento”. Su ruptura -ha proseguido el Papa-, sin embargo, abre un abismo profundo en el hombre. La pregunta de Dios a Caín: «¿Dónde está tu hermano?» no cesa de resonar a lo largo de la historia.


Es en la familia donde aprendemos a abrirnos a los demás, a crecer en libertad y en paz, siendo esa primera convivencia fraterna la que se propone como un ideal para cualquier relación dentro de la sociedad y entre los distintos pueblos”, ha asegurado el Papa.


Y así, ha recordado que “con Jesús, este vínculo de hermandad se dilata hasta superar cualquier diferencia de nación, lengua, cultura o religión. Qué mayor elogio puede haber que decir: Es como un hermano para mí. Sin este valor, la libertad y la igualdad alcanzadas por muchos pueblos se convierten en individualismo y conformismo. Cómo brilla esta virtud cuando en la familia hay un hermano más débil, con qué afecto los demás cuidan de él. También los cristianos debemos ver así a los pobres, a los pequeños, dejando que el hermano toque nuestro corazón como nos enseñó Jesús”.


A continuación el Papa ha saludado a los peregrinos de lengua española, “en particular a los numerosos jóvenes, así como a los grupos provenientes de España, Chile, Argentina y otros países latinoamericanos. Pidamos al Señor que en esta Cuaresma, que hoy iniciamos, bendiga a las familias y su generosa entrega. Que en ellas aprendamos a ser siempre hermanos. Muchas gracias”.


Una lengua nueva: el ucraniano

En los saludos a los peregrinos en distintas lenguas, hoy ha habido uno más: en ucraniano. Francisco ha saludado a los obispos de este país, que se encuentran en Roma en visita ad limina y a los peregrinos de sus diócesis que los acompañan. “Hermanos y hermanas, sé que entre las tantas otras intenciones que lleváis a las tumbas de los apóstoles está la petición de la paz en Ucrania. Llevo en el corazón el mismo deseo y me uno a vuestra oración, para que llegue la paz duradera a vuestra patria lo antes posible”, ha pedido el Papa.


Después de todos los saludos, el Papa ha dedicado unas palabras a los jóvenes de la Renovación Carismática Católica internacional, que hoy, en distintas partes del mundo, se recogen en oración para la campaña de adoración "Venid a mí", este Miércoles de Ceniza a las 19 horas. “Me uno espiritualmente a ellos al expresar aprecio por esta iniciativa y deseo que las nuevas generaciones puedan ir cada vez más al encuentro de Cristo”.


Finalmente ha saludado a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. “La Cuaresma es un tiempo favorable para intensificar vuestra vida espiritual”, ha recordado el Papa. De este modo ha pedido que “la práctica de ayuno os ayude, queridos jóvenes, para adquirir dominio de vosotros mismos; la oración sea para vosotros, queridos enfermos, el medio para confiar a Dios vuestros sufrimientos y sentir su presencia amorosa; las obras de misericordia, finalmente, os ayuden a vosotros, queridos recién casados, a vivir vuestra existencia conyugal abriéndose a las necesidades de los hermanos”.


Catequesis completa del Papa, traducida del italiano

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

En nuestro camino de catequesis sobre la familia, después de haber considerado el rol de la madre, del padre y de los hijos, hoy es el turno de los hermanos. “Hermano”, “hermana”, son palabras que el cristianismo ama mucho. Y, gracias a la experiencia familiar, son palabras que todas las culturas y todas las épocas comprenden.


La unión fraterna tiene un lugar especial en la historia del pueblo de Dios, que recibe su revelación en el vivo de la experiencia humana. El salmista canta la belleza de la unión fraterna, y dice así: “¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!” (Salmo 133, 1) Y esto es verdad, la fraternidad es bella. Jesucristo ha llevado a su plenitud también esta experiencia humana del ser hermanos y hermanas, asumiéndola en el amor trinitario y potenciándola así que vaya más allá de las uniones de parentesco y pueda superar cualquier muro de extrañeza.


Sabemos que cuando la relación fraterna se estropea, se estropea esta relación entre hermanos, abre el camino a experiencias dolorosas de conflicto, de traición, de odio. El pasaje bíblico de Caín y Abel constituye el ejemplo de este éxito negativo. Después de la muerte de Abel, Dios pregunta a Caín: “¿Dónde está Abel, tu hermano?” (Gen 4, 9a). Es una pregunta que el Señor continúa repitiendo en cada generación. Y lamentablemente, en cada generación, no cesa de repetirse también la dramática respuesta de Caín: “No lo sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” (Gen 4,9b). Cuando se rompe la unión entre los hermanos, se convierte en algo feo y también mala para la humanidad. Y también en la familia, ¿cuántos hermanos han peleado por pequeñas cosas, o por una herencia? Y después no se saludan más, no se hablan más, feo. La hermandad e una algo grande. Pensar que los dos han vivido en el vientre de la misma madre durante nueve meses, vienen de la carne de la madre, y no se puede romper la fraternidad. Pensemos un poco, todos conocemos familias que tienen hermanos divididos, que se han peleado. Pensemos un poco y pidamos al Señor por estas familias, quizá en nuestra familia haya algunos casos, para que el Señor nos ayude a reunir a los hermanos, reconstituir la familia. La fraternidad no se debe romper, y cuando se rompe sucede esto que ha sucedido con Caín y Abel. Y cuando el Señor pregunta a Caín dónde está su hermano, “yo no lo sé, a mí no me importa mi hermano”. Esto es feo, es algo muy muy dolorosa para escuchar. En nuestras oraciones, siempre recemos por los hermanos que se han dividido.


La unión de fraternidad que se forma en la familia entre los hijos, se lleva a cabo en un clima de educación a la apertura a los otros, es la gran escuela de libertad y de paz. En la familia entre hermanos se aprende la convivencia humana, cómo se debe convivir en sociedad. Quizá no siempre somos conscientes, ¡pero es precisamente la familia la que introduce la fraternidad en el mundo! A partir de esta primera experiencia de fraternidad, nutrida por los afectos y la educación familiar, el estilo de la fraternidad se irradia como una promesa sobre toda la sociedad y sus relaciones entre los pueblos.


La bendición que Dios, en Jesucristo, derrama sobre esta unión de fraternidad lo dilata de una forma inimaginable, haciéndole capaz de traspasar cualquier diferencia de nación, de lengua, de cultura e incluso de religión.


Pensad en qué se convierte la unión entre los hombres, también muy diferentes entre ellos, cuando pueden decir de otros: “¡Este es como mi hermano, es como una hermana para mí!” Es bonito esto, es bonito. La historia ha mostrado suficientemente, por otra parte, que también la libertad y la igualdad, sin la fraternidad, pueden llenarse de individualismo y de conformismo, también de interés.


La fraternidad en familia resplandece de forma especial cuando vemos la consideración, la paciencia, el efecto con el que se rodea al hermanito o la hermanita más débil, enfermo o que tiene alguna discapacidad. Los hermanos y las hermanas que hacen esto son muchísimos en todo el mundo, y quizá no apreciamos lo bastante su generosidad. Y cuando los hermanos son muchos en la familia, ahí he saludado una familia que tiene nueve, el más grande, la más grande ayuda al papá y la mamá a cuidar a los más pequeños y esto es bonito, este trabajo de ayuda entre los hermanos.


Tener un hermano, una hermana que te quiere es una experiencia fuerte, impagable, insustituible. De la misma forma sucede con la fraternidad cristiana. Los más pequeños, los más débiles, los más pobres deben enternecernos: tienen “derecho” de tomarnos el alma y el corazón. Sí, estos son nuestros hermanos y como tales debemos amarlos y tratarlos. Cuando esto sucede, cuando los pobres son como de casa, nuestra misma fraternidad cristiana retoma vida. Los cristianos, de hecho, van al encuentro de los pobres y débiles no por obedecer a un programa ideológico, sino porque la palabra y el ejemplo del Señor nos dicen que todos somos hermanos. Este es el principio del amor de Dios y de toda justicia entre los hombres.


Os sugiero una cosa, antes de terminar, me quedan pocas líneas, en silencio cada uno de nosotros, pensamos en nuestros hermanos y en nuestras hermanas. Pensamos, en silencio, y en silencio desde el corazón rezamos por ellos. Un instante de silencio. Con esta oración, les hemos llevado a todos, hermanos y hermanos, con el pensamiento, el corazón, aquí en la plaza para recibir la bendición.


Hoy más que nunca es necesario llevar de nuevo la fraternidad al centro de nuestra sociedad tecnocrática y burocrática: entonces también la libertad y la igualdad tomarán su justa entonación. Por eso, no privemos al corazón ligero de nuestras familias, por temor o por miedo, de la belleza de una amplia experiencia fraterna de hijos e hijas. Y no perdamos nuestra confianza en la amplitud de horizonte que la fe es capaz de sacar de esta experiencia iluminada por la bendición de Dios. Gracias.



En el pueblo de mártires: «El vídeo muestra la decapitación entera; ¡oh, Jesús! fue su último grito»

Fue el hambre lo que les empujó hacia el infierno de Libia. El 6 de mayo de 2014, tras semanas de vacilaciones, el joven copto Yusef Shukri hizo la maleta y puso rumbo a la ciudad de Sirte. Aquel día otros vecinos de El Our, una aldea perdida en el Alto Egipto, iniciaron el mismo viaje en busca del pan.

Todos terminarían meses después en manos de adláteres del Estado Islámico, decapitados en una playa de Tripolitania.


«Yusef es el primero que aparece desfilando con las manos esposadas y el mono naranja en el vídeo. Lo reconocí al momento. Murió degollado pero con el nombre de Jesucristo en la boca. Es un mártir», relata a EL MUNDO su hermano Malak entre la multitud enlutada que recorre la geografía del pueblo.


Trece de los 21 cristianos egipcios asesinados por una filial libia del califato nacieron en las calles sin asfaltar de El Our, labraron los campos de trigo y alfalfa que se extienden tras las últimas casas de la villa -a unos 350 kilómetros al sur de El Cairo- y corretearon entre las vacas, cabras y burros que aparecen repantingados por cualquier rincón.


«Somos un pueblo de campesinos y el trabajo escasea. Yusef no encontró empleo y poco después de cumplir el servicio militar obligatorio decidió marcharse a Libia», agrega Malak, que aún recuerda la última llamada que cruzó con su hermano.


«Conversamos el 2 de enero. Estaba preocupado porque habían secuestrado a finales de diciembre a un grupo de emigrantes del pueblo que vivía en Sirte. Hablamos de buscar una salida segura pero al día siguiente él corrió la misma suerte».


Samuel Alhan, un fontanero de 30 años, fue uno de aquellos siete coptos cuyo rapto el 28 de diciembre hizo saltar las primeras alarmas entre las 7.000 almas que habitan la aldea.


"Eran las 12 del mediodía. Habían dejado atrás Sirte y llevaban unos 40 minutos en la carretera cuando unos encapuchados les dieron el alto y los secuestraron", cuenta su hermano Bebaui. "Derramaron su sangre porque era egipcio y copto pero su muerte no será en vano. Su asesinato servirá para que muchos conozcan que es realmente el IS. No son musulmanes ni cristianos. Sus militantes no tienen relación alguna con dios", apostilla.


Aquel primer secuestro -apunta Emad Suliman- puso a los yihadistas sobre la pista del resto de camaradas cristianos que residían en Sirte, la cuna de Muamar Gadafi asfixiada hoy por el yugo de grupos que han jurado lealtad al IS y la milicia Ansar al Sharia.


"Les obligaron a revelar su domicilio. Los terroristas llegaron con un listado de objetivos preguntando nombre por nombre", asegura Emad a partir del relato proporcionado por los testigos, alguno de ellos musulmanes de los alrededores. Su hermano Maged fue cazado por los "muyahidines" (guerreros santos) la madrugada del 3 de enero en el asalto al inmueble que compartía con otro 12 colegas.


Entre ellos, Tauadros Yusef, un padre de familia al que la hoja de un cuchillo privará para siempre de ver crecer a sus tres retoños, dos de ellos en plena adolescencia. "Se lo llevaron unos enmascarados. Capturaron a los cristianos y dejaron a los musulmanes", detalla su pariente Isá a unos metros de la iglesia de la Virgen María. Franqueado el portón del templo, un cartel cuelga de uno de sus muros. "Egipto levántate. La sangre de tus mártires pide venganza", ruega el rótulo.


"Lo que hizo Abdelfatah al Sisi (el presidente egipcio) ha aliviado parte de nuestra angustia y rabia", reconoce Bashir. Desde la madrugada del lunes aviones de combate del ejército egipcio bombardean enclaves del IS en la vecina Libia.


La vida de sus hermanos Samuel y Bishoi también exhaló su último hálito cercenada por una maldita daga. "Escriba. Doy las gracias al ´Daesh´ (acrónimo en árabe del IS) por no haber cortado los instantes de la decapitación y haberla difundido íntegra. Sé que ¡Oh Jesús! fue su último grito y que sufrieron el martirio por la cruz sin renunciar a su patria ni a su dios", proclama.


"Aquí todos somos familia. Eran nuestros mejores jóvenes, casi ángeles y santos: rezaban, ayunaban y trataban bien con la gente", dice la treinteañera Samia tras liberarse de la comitiva de ancianas que dobla veloz la esquina para evitar al periodista.


"Cada uno de los muertos tenía una historia. Lucas Nayaf, por ejemplo, tuvo una hija tras irse a Libia a la que nunca conocerá", susurra la joven antes de internarse en la vivienda donde las mujeres del pueblo lloran la memoria de los muchachos que jamás harán el viaje de regreso y comparten la zozobra por el destino de otros 300 vecinos atrapados en mitad del caos libio.


El régimen egipcio ha prometido repatriar a los cientos de miles de emigrantes que residen en el país vecino pero, de momento, no ha proporcionado detalles de la evacuación.


De todos los náufragos que tiñeron de rojo las aguas del Mediterráneo, la de Milad Makkin era la biografía más breve. Apenas había cumplido las 21 primaveras. Desesperado por la falta de trabajo y forzado por las penurias familiares, se enroló en el pelotón que partió hacia Libia. Primero agarró un autobús y en la ciudad de Alejandría un avión lo lanzó al que terminaría convirtiéndose en su tumba.


"Nunca quisimos que se fueran a Libia porque escuchamos que había problemas. Aplazaron el viaje durante meses pero al final los amigos que vivían allí les llamaron y les convencieron", se lamenta Jalaf Henin, un primo del joven apostado entre los dolientes que -ataviados con galabiya (túnica tradicional) y turbante- reciben una interminable procesión de condolencias.


La concurrencia, toda masculina, murmura el pésame y ocupa asiento en el inmenso patio de la iglesia. Los presentes en un velatorio huérfano de cuerpos permanecen cabizbajos, con la mirada extraviada. Por encima de sus silencios estalla cada cierto rato la voz de un sacerdote que, micrófono en mano, exclama: "Son mártires de Jesús. En el cielo estarán mejor que aquí".



Cuándo limpiarse la frente y algún detalle más para celebrar con sentido el Miércoles de Ceniza

Los Miércoles de Ceniza las iglesias, y dentro de las iglesias los confesonarios, registran una de las afluencias más notables del año.

No en vano en esta fecha arranca la Cuaresma, un periodo penitencial de cuarenta días que precede al Domingo de Ramos y evoca ese periodo que pasó Jesucristo en el desierto antes de la Pasión.


He aquí algunos detalles prácticos a tener en cuenta sobre este día y su rito principal, la imposición de la ceniza, costumbre arraigada en la Iglesia desde el siglo XI.


1. La imposición de la ceniza no es obligatoria, el ayuno y la abstinencia sí lo son.

El Miércoles de Ceniza no es festividad de precepto. No hay, por consiguiente, obligación de asistir a misa ni de recibir la ceniza en la frente. Sin embargo, sí es día de ayuno obligatorio para todos los fieles entre 18 y 60 años (sólo puede hacerse una comida fuerte al día) y de abstinencia obligatoria de comer carne para todos los fieles mayores de 14 años.


La abstinencia es también obligatoria el resto de viernes de Cuaresma, y el Viernes Santo, además, vuelve a ser día de ayuno.


2. La esencia del rito de la ceniza es recordarnos la muerte e instarnos al arrepentimiento.

Precisamente el día en el que sometemos nuestro cuerpo a la disciplina del ayuno y de la abstinencia, el rito de la imposición de la ceniza nos recuerda para qué lo hacemos: para reparar los pecados cometidos y avivar en nosotros el deseo del cielo.


"Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios", dice el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia (n. 125) promulgado en 2002 por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.


Así se ve en los dos signos del día, la ceniza y las palabras del sacerdote al imponerlas.


De hecho, lo que se utiliza para manchar la frente son los restos de quemar las palmas del Domingo de Ramos del año anterior, que se conservan justo con ese objeto. Es el signo de que la gloria que esas palmas simbolizan es perecedera (Cristo murió apenas unos días después de ser recibido en loor de multitud) y de que todo lo presente se reducirá a la nada.


Las palabras del sacerdote son dramáticas y evocan la muerte ("Recuerda que polvo eres y en polvo te has de convertir", tomado del Génesis 3, 19) o el pecado ("Arrepiéntete y cree en el Evangelio", tomado del Evangelio de San Marcos 1, 15).


3. La marca de la ceniza es un signo público, pero no hay un tiempo prescrito para mantenerla en la frente.

Aunque el ayuno y la abstinencia en este primer día de Cuaresma son obligatorios en toda la Iglesia, el rito de la ceniza depende mucho de las costumbres locales.


En el ámbito latino suelen imponerse las cenizas secas y en la parte alta de la frente, donde arranca el cabello. En el ámbito anglosajón suele hacerse una pequeña pasta con las cenizas y el agua bendita, y se impone en mitad de la frente.


Esto introduce la cuestión de la perdurabilidad del signo. ¿Cuándo y cómo debe ser eliminado? No existen normas al respecto: es el propio fiel quien decide en qué momento y por qué razones limpiarse la frente, en función de sus personales circunstancias.


Una opción es dejar que desaparezca de forma natural, lo cual puede suceder varias horas después. Evitando toda ostentación, puede ser una ocasión evangelizadora... o dar pie a alguna que otra anécdota.


En 2010, Joe Biden apareció en una rueda de prensa detrás de Barack Obama con la frente significativamente manchada. Se dio la circunstancia anecdótica de que una presentadora de Sky News (también católica, aunque había olvidado el día que era) insistió en directo a su compañera destacada en el evento para qué averiguase a qué se debía el "cardenal" que lucía el vicepresidente norteamericano. Hubo de disculparse después por el desliz.


Una pieza literaria inspirada en el Miércoles de Ceniza

El escritor y filósofo T.S. Eliot (1888-1965) se convirtió al cristianismo en 1927, y como anglocatólico sostuvo posiciones muy cercanas al catolicismo, sin llegar nunca a dar el paso final, en un caso que guarda algunas similitudes con C.S. Lewis (1898-1963). Al poco de su conversión, Eliot escribió un poema que se publicaría en 1930, titulado Miércoles de Ceniza .


Algunas de sus estrofas evocan, con su genio literario propio, la esencia de esta fecha: la caducidad de las cosas presentes y la urgencia del arrepentimiento. Los primeros versos pueden servir, casi, como una oración.


Porque no espero volver jamás.

Porque no espero.

Porque no espero volver

deseando el don de éste y la visión de aquél

ya no me esfuerzo en esforzarme por cosas semejantes

...

Porque no espero conocer jamás

la endeble gloria de la hora positiva...

...

Porque sé que no he de conocer

el único real de los poderes perecederos

...

Porque sé que el tiempo es siempre tiempo

y que el espacio es siempre y sólo espacio

y que lo real sólo es real por un tiempo

y sólo en un espacio,

me alegra que las cosas sean como son y

renuncio al rostro bienaventurado

y renuncio a la voz.

Porque ya no espero volver de nuevo.

...

Y ruego a Dios se apiade de nosotros
.

...

Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.

Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.


Pincha aquí para leer Miércoles de Ceniza, de T.S. Eliot, en su integridad.



Los nombres de los 21 mártires


El asesinato de los 21 cristianos coptos a manos del Estado Islámico fue un martirio en toda regla. Conocemos más detalles en la Agencia Fides gracias al obispo copto católico de Giuzeh, Anba Antonios Aziz Mina: “El video de las ejecuciones se ha realizado como si se tratara de una terrible representación cinematográfica, con el objetivo de sembrar el terror. Sin embargo, en ese producto diabólico del horror sanguinario, se ve que algunos mártires, en el momento de su tremenda ejecución, repiten ‘Señor Jesucristo’”. “El nombre de Jesús fue la última palabra que pronunciaron sus labios. Como en la pasión de los primeros mártires, se confiaron a aquel que poco después les acogería. Así celebraron su victoria, la victoria que ningún carnicero les podrá quitar. Ese nombre susurrado en el último instante fue como el sello de su martirio”.


Son palabras que uno no puede leer sin emoción. Decapitados, como ha declarado el Papa, “solamente por el hecho de ser cristianos”, las puertas del cielo se han abierto para ellos. Uno no puede dejar de pensar en los mártires de los primeros siglos, que les precedieron, y en cómo las comunidades cristianas mantenían su recuerdo. Lo primero, saber más de ellos. Por eso me parece importante saber quiénes eran, de dónde venían, cómo eran sus vidas. Sabemos ya que procedían de los alrededores de Minya, en Egipto y que 13 de ellos eran del pueblo de Al-Our.


Nos llegan las primeras declaraciones de sus familiares. Shenouda Nagaty Anis, hermano del mártir Lucas Nagaty Anis, ha declarado: «Cuando lo hemos sabido, mi madre ha venido a casa y se ha deshecho en lágrimas. Pero estamos orgullosos de ellos porque han mantenido la fe hasta el último momento». Y Beshir Astafanous Kamel, que ha perdido a dos hermanos, decía: «No consigo aún hacerme a la idea de que no los volveré a ver. Los han matado sólo porque eran cristianos… pero el nombre de Jesucristo estaba en sus labios cuando los mataron». Impresiona la fe de esta gente.


Vamos también sabiendo los nombres de los mártires, según ha hecho público la iglesia copta de Egipto (falta por identificar uno de ellos). Porque no son un número, porque tienen nombre propio, rostro propio, familias propias. Aquí está la lista:


1. Milad Makeen Zaky


2. Abanub Ayad Atiya


3. Maged Solaiman Shehata


4. Yusuf Shukry Yunan


5. Kirollos Shokry Fawzy


6. Bishoy Astafanus Kamel


7. Somaily Astafanus Kamel


8. Malak Ibrahim Sinweet


9. Tawadros Yusuf Tawadros


10. Girgis Milad Sinweet


11. Mina Fayez Aziz


12. Hany Abdelmesih Salib


13. Bishoy Adel Khalaf


14. Samuel Alham Wilson


15. un trabajador de un pueblo de Awr


16. Ezat Bishri Naseef


17. Lucas Nagaty Anis


18. Gaber Munir Adly


19. Esam Badir Samir


20. Malak Farag Abram


21. Sameh Salah Faruq


El siglo pasado ya fue el siglo de los mártires, y el número de estos no deja de crecer también hoy. La Bestia está furiosa y no cesa de devorar a quienes se mantienen fieles a Cristo. Pero no olvidemos que la victoria es de Jesucristo. Ojalá el testimonio de estos mártires nos ayude a perseverar firmes en nuestra fe en las circunstancias que nos encontremos en nuestra vida.