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dimanche 19 octobre 2014

En China la política del hijo único cumple 34 años: siguen los abortos y esterilizaciones forzadas

Con ocasión del trigésimo cuarto aniversario de la legalización de la ley sobre el hijo único en China, el único occidental conocido que ha asistido personalmente a sus consecuencias ha relatado lo que ha visto.

Steven Mosher, presidente del Population Research Institute (www.pop.org ), recuerda los «abortos forzados, las esterilizaciones y los infanticidios».


La persona que permitió a Mosher entrar en China para llevar a cabo una investigación fue el entonces líder de facto del dragón asiático, Deng Xiaoping.


«Pude ver en primera persona» las prácticas permitidas por la ley. Mosher recuerda a una «mujer en una mesa de quirófano embarazada de ocho meses. El médico cogió un bisturí e hizo una incisión transversal en su vientre. Inmediatamente atravesó la pared uterina y sacó a un niño perfectamente formado. El niño ya estaba muerto pues había sido asesinado con una inyección letal en el útero el día anterior».


Desde los años 80

Era el mes de marzo de 1980, cuando el partido de Estado chino ya había empezado un severo control de la población.


De hecho, en 1979 «la vice primera ministra Chen Muhua, líder femenina responsable de la Planificación familiar, había hecho saber que “el socialismo debería permitir que se regulara la reproducción de seres humanos”.


Deng Xiaoping fue más allá, instando a los oficiales mayores a “usar cualquier medio que fuera necesario para reducir la población”».


Tercer hijo, siempre prohibido; el segundo, a veces

Los funcionarios provinciales de Guangdong, por ejemplo, establecieron que era necesario «impedir que las parejas tuvieran más de un hijo, dos a lo sumo». Las parejas podían tener un segundo hijo sólo «si habían transcurrido más de cuatro años desde el nacimiento del primero».


Se prohibió del todo la posibilidad de tener un tercer hijo.


En cada zona del país la política fue aplicada de forma diferente, impidiendo por lo general el nacimiento de más de un hijo, salvo en raros casos.


Mosher recuerda: el responsable del partido de la zona «donde yo vivía reunió a todas las mujeres que estaban embarazadas “ilegalmente” – eran cientos – y les dijo que tenían que abortar. Las que se negaron fueron arrestadas y permanecieron en la cárcel – a veces durante semanas o meses – hasta que se sometieron a lo inevitable». Rápidamente la clínica «se convirtió en un campo de exterminio».


Los distintos métodos de aborto forzado

Las mujeres embarazadas de menos de cinco meses fueron obligadas a abortar inmediatamente, mientras que las otras tuvieron que sufrir inyecciones letales que «mataban a sus hijos no nacidos y provocaban contracciones uterinas».


Y si la mujer aún no había dado a luz al niño muerto o moribundo, «al cabo de una día o dos era arrancado del seno materno mediante una cesárea».


Pero Mosher precisa que un año antes de la adopción de la ley todo esto ya ocurría y que 34 años después «la política del hijo único sigue representando un coste terrible para las mujeres chinas».


¿Las mujeres que más se suicidan? Las chinas

Primeros en la lista están los abortos forzados: «Entre las decenas de millones de abortos que se llevan a cabo en China hoy, muchos son realizados a la fuerza», por lo que «no es de extrañar que el índice más alto de suicidios en el mundo se de entre las mujeres chinas».


También las «esterilizaciones forzadas están a la orden del día», pues «el reglamento para el control de la natalidad aconseja la esterilización después del primer hijo y lo impone después del segundo».


El balance trazado por Mosher es terrible: 37 millones de niñas han sido asesinadas con el aborto en China, «responsable de casi el 60 por ciento del tráfico sexual en el mundo». Aproximadamente «400 millones de niños no han nacido por culpa de la ley política sobre el hijo único».


Mínima relajación en la ley

Actualmente el gobierno chino ha relajado la ley y permite a muchas parejas tener dos hijos. «En realidad – continúa Mosher – no importa si se permite a las parejas tener uno o dos hijos. Lo que cuenta es el principio – ya establecido por el presidente Mao Zedong en los lejanos años Cincuenta – del control de la reproducción por parte del partido».


Además, las reglas publicadas por el partido «no son simples sugerencias para el pueblo chino», sino «reglas duras e inmediatas sobre cuándo y en qué circunstancias se pueden tener hijos».


Este es el motivo por el cual tiene sentido «seguir llamando al programa de control de la población china “política del hijo único”, y no de un modo que suene más soft, como “política de planificación familiar”».


China, de facto, «sigue aún afirmando el control total sobre la reproducción y, por consiguiente, sigue violando los derechos humanos del pueblo chino».


(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)



A propósito del Sínodo de la familia

Leí con atención la Relatio de la primera parte del Sínodo de la familia y, a decir verdad, me dejó un poco perplejo. En algún momento me pasó como a Pío Cabanillas (padre), cuando decía con retranca gallega aquello de que “ya no sé si soy de los nuestros”.

Aún más perplejo leyendo a los plumillas de turno, que según estos grandes “teólogos” parece que en el Sínodo sólo se ha debatido si se admite al sacramento de la comunión a los divorciados y vueltos a casar o no. Es decir, si se abre un tanto así la mano, o se mantienen los principios de siempre. Este “enfrentamiento” hace feliz a los profesionales de titulares, siempre a la caza de posibles escandaletes. La objetividad informativa es lo de menos.


Por supuesto, no tendré yo la osadía de terciar en una controversia de tal altura doctrinal. Yo, un simple soldado de la fiel infantería, más exactamente cabo de segunda del Grupo de Regulares de Infantería de Melilla núm. 2, ahora 52. Tres años, ¿eh?, tres años completitos de mili, y de soldada dos reales diarios.


Pero si no puedo hablar en términos doctrinales, porque no soy competente en la materia, si puedo referir algunos hechos históricos, al alcance de cualquiera, para recordar los peligros que acechan a la Iglesia cuando claudica ante las presiones del mundo, cuando se “mundaniza”, cuando quiere poner su reloj a la hora del mundo.


El cisma anglicano es probable que se hubiera abortado antes de nacer, si el papa Clemente VII hubiese accedido a la demanda de Enrique VIII de Inglaterra de divorciarse de su esposa española Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, para casarse con Ana Bolena, hermana de una de las concubinas del rey inglés. Enrique VIII, buen teólogo, fue declarado por la Iglesia católica “Defensor de la fe”, por su obra Tratado los siete sacramentos, el matrimonio indisoluble incluido, con el objeto de combatir las tesis de Lutero. Pero atendió antes a sus intereses personales que a la doctrina inmutable de la Iglesia, provocando con ello un nuevo cisma doctrinal.


El relajo escandaloso de los papas renacentistas, entre ellos el valenciano de Játiva, Alejandro VI, padre de los tristemente famosos César y Lucrecia Borja (Borgia en italiano), no fue otra cosa que su total adaptación a los usos y costumbres de aquella época.


El Concilio Vaticano II, que pretendía poner la Iglesia a la hora del mundo, provocó, como es bien sabido, la gran desbandada clerical, religiosos y religiosas incluidos, no exactamente por las disposiciones adoptadas en el propio concilio, sino porque previamente se difundió la posibilidad del celibato “opcional” al modo del clero ortodoxo. Como esa licencia no la aprobaron los padres conciliares, muchos curas que querían estar en misa y repicando, colgaron los hábitos. Una vez más, problemas de bragueta, como Enrique VIII y en cierto modo la cuestión de los divorciados y vueltos a casar.


Una cosa está clarísima repasando la historia de la Iglesia católica. Cada vez que ésta quiere parecerse al mundo para atraerlo hacia sí, echando agua al vino añejo de la fe, la Iglesia pierde sustancia y de algún modo se desvirtúa, se desnaturaliza, y sufre un trauma o seísmo interno que sacude los cimientos de esa fe. Cierto que la Iglesia está en el mundo y, por ello, sufre los avatares y males del mundo, también sus bienes cuando los hay. Pretende siempre salvar al mundo. Pero la Iglesia no es de este mundo, mejor dicho, trasciende al mundo, lo sobrevuela, va más allá de los límite físicos del mundo y sus habitantes. Desde su estancia en el mundo intenta conducir a sus habitantes al más allá, a la patria celestial. ¿Eso se consigue colocándose a la altura o más bien bajura del mundo convulso y con frecuencia desnortado?


En todo caso hay que preguntarse: ¿a dónde conduce “pactar” con el mundo? Ahí tenemos el espejo de la Iglesia anglicana-episcopaliana. Ha admitido la ordenación de sacerdotisas y obispas, entre ellas y ellos a lesbianas y gays. Sin embargo, esa claudicación o adaptación a las normas y principios al mundo, ¿le ha proporcionado algún beneficio? ¿Atraen más fieles a sus templos, con estas “modernidades”? ¿Lo consiguen las iglesias luteranas de los países escandinavos, aquejados del mismo síndrome? Sus locales sagrados, de unos y otros, son un desierto, cada día están más vacíos. ¿Aprenderemos de los errores ajenos?


Ya lo dicen los viejos catecismos de la “doctrina cristiana”. Los enemigos del alma son tres: mundo, demonio y carne.



La familia cristiana, en camino


Acaba de finalizar la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos dedicada a “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”. Algunos se preguntan por qué no se ha podido llegar a unas conclusiones propiamente dichas o por qué éstas no han sido las esperadas. Otros dudan si habrá de esperarse una mayor creatividad y libertad para la próxima Asamblea.


Me pregunto si unos y otros han leído bien el título de esa Asamblea, a quiénes iba dirigida preferentemente, cuáles eran las expectativas de los obispos reunidos y el grado de satisfacción de unos y otros al final. También me parece que habría que preguntar a todos los detractores y críticos (me refiero a los no precisamente constructivos) del Sínodo, qué es lo que entienden por desafíos pastorales y por evangelización.


En el documento preparatorio se hacía especial hincapié en desafíos y propuestas urgentes y útiles como la difusión de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia en relación a la familia. También sobre la pastoral de la familia en el contexto de la evangelización y la pastoral para afrontar algunas situaciones matrimoniales difíciles.


La familia cristiana escucha, mira y se encuentra con Cristo. Han sido dos semanas de oración y reflexión centradas en esos temas, con la Sagrada Familia de modelo y ejemplo, con la conciencia de formar una sola familia presidida por la Madre de la Iglesia, así declarada en el Concilio Vaticano II, comenzado hace cincuenta y dos años.


Por si fuera poco, ha acabado esta Asamblea con la beatificación de Pablo VI, el gran timonel de dicho Concilio. Su lema episcopal “In nomine Domini” (“En el nombre del Señor”) nos hace pensar en una continuación y en un nuevo comienzo, así como esta última Asamblea.


Hoy ha sido reconocido especialmente aquel pontífice que defendió a la familia como célula fundamental de la sociedad, y que dijo en la Carta Encíclica Humanae Vitae n. 25: “A ellos [los esposos cristianos] ha confiado el Señor la misión de hacer visible ante los hombres la santidad y la suavidad de la ley que une el amor mutuo de los esposos con su cooperación al amor de Dios, autor de la vida humana.


Los obispos han estado reunidos con el Papa en un espíritu de colegialidad y sinodalidad, haciendo una experiencia de “sínodo”, un recorrido solidario, un camino juntos, nos ha dicho el Papa Francisco, concluyendo: “Ahora todavía tenemos un año para madurar con verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a las tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar; para dar respuesta a tantos desánimos que circundan y sofocan a las familias, un año para trabajar sobre la “Relatio Synodi” que es el reasunto fiel y claro de todo lo que fue dicho y discutido en esta aula y en los círculos menores."



"Diez peligros a evitar en el matrimonio"


Ríos de tinta han corrido, corren, y me temo que correrán, sobre el recién concluido Sínodo de la Familia. No se preocupen, que no es mi intención ahondar sobre el tema (entre otras razones, porque es algo que se escapa a mi capacidad). Sin embargo, la polémica de estos días me ha servido para reflexionar sobre los matrimonios, sobre las comunes dificultades que suelen surgir, y las raíces que tras ellos hay. Fruto de ello quería compartir una humilde guía de ciertos peligros que deben evitarse. Ahí van:


1-El pasado, pasado está. Cuando uno se casa, acepta toda la realidad de la persona con la que se une, incluido todo su pasado. Ahora bien, esto no quita que sigamos unidos a ese pasado: antiguos novios/novias, relaciones terminadas, tienen que quedar así, terminadas. Son punto y final. Es mejor quedar como un estúpido, que dejar una puerta entreabierta a lo que pudo ser y no fue, tentación para una escapatoria cuando se nos presenten los problemas. Pues nadie sabe cómo, la realidad es que, ante una dificultad en la vida matrimonial, si no se dio el portazo a las citadas relaciones pasadas, estas personas aparecen como por arte de magia en el momento más inoportuno.


2-Con la familia, como con el mulo: cuanto más lejos más seguro. Entiéndanme, no se lleven las manos a la cabeza: con los padres hay que romper el cordón umbilical. “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Gn 2, 24). El espacio del nuevo hogar, de la nueva familia, es vital, y no se puede dejar que nadie entre en él. Ni siquiera nuestros padres. Los trapos sucios se lavan en casa, como suele decirse. Dejar que otros entren a opinar de nuestro matrimonio, por mucho que se les quiera, está terminante prohibido. Es tierra sagrada, intimidad entre Dios y los esposos. Nadie más.


3-Los amigos y las actividades, mejor en común. Hay que ser realistas: esta sociedad nuestra nos empuja hacia el individualismo, la autorrealización, y buscar nuestro propio espacio. Por ello, si en aquello que está en nuestra mano, en nuestro ocio, buscamos puntos de encuentro, actividades comunes, mejor que mejor. También con los amigos: personas que nos conozcan bien, y que sean de bien. Bien al cuadrado. Serán un buen aliado en la tempestad, fuente de consejos sabios, que no enfrenten a uno contra el otro. Especialmente si caminamos también junto a otros matrimonios.


4-Tener hijos no arregla nada. Lo cierto es que, por más deseados y amados que sean, los hijos son un reto para el matrimonio, un pequeño terremoto que nos obliga a salir de nuestra zona de confort, de nuestra comodidad. Con ellos se crean situaciones nuevas, dificultades nunca antes enfrentadas, que requieren de gran unión entre los esposos. Es fácil que entre ellos se creen problemas donde nunca antes los hubo. Por todo ello, si partimos de un matrimonio que está en serias dificultades, parece claro que es imprescindible atajarlas desde la raíz, y no albergar la falsa ilusión de que un hijo venga a solucionarlo todo (pues más bien será al contrario).


5-No esperes recibir. Te casas para hacer feliz al otro, para entregarte a él. Si tienes una lista de derechos y obligaciones, del debe y el haber, la puedes ir rompiendo. Esto no funciona así, al modo “tanto te doy, tanto he de recibir”. Hablamos de donación gratuita y desinteresada. La lista de “duras y maduras”, de “cales y arenas”, analizada desde nuestro hombre viejo, no te parecerá nunca equilibrada.


6-Cuidado con el trabajo. Tristemente, lo común hoy en día es que sea una fuente de absorción de tus energías, tu tiempo, tu vitalidad, tus ilusiones. Si no se tiene sumo cuidado, tenderá a dañar nuestra vida familiar. Al trabajo no le gustan las esposas/esposos, y mucho menos los hijos. Los ve como contrincantes de nuestro rendimiento. No dejemos que les ataque.


7-Ya no estás en el mercado. Se acabaron los coqueteos, los flirteos, el demostrarte a ti mismo que si quisieras aún estarías en disposición de conquistar a alguien. Presumir de algo así ante los amigos es una necedad. Y sin son amigos de los que hablamos en el punto 3, te recriminarán, no te aplaudirán. Cuidado con quien te celebre semejante actitud.


8-El dinero es el que es, y tenemos lo que tenemos. De por sí sabemos que el dinero es injusto. Lo normal en el hogar es que el dinero nunca sea suficiente (lo contrario, aunque parezca raro, es un mal síntoma). Empleémoslo con inteligencia, siguiendo la máxima de anteponer las necesidades del resto de la familia a las nuestras propias. Así nunca nos equivocaremos. Y ni que decir tiene que, lo gane quien lo gane, el dinero no le pertenece a uno mismo, ni da o quita derechos. Que nunca sea un tema central de las conversaciones del matrimonio.


9-Está prohibida la ley del silencio. Todo, absolutamente todo, ha de hablarse y compartirse entre los esposos. Bueno y malo. El primer pensamiento ante cualquier hecho de relevancia en nuestra vida, cualquier alegría, preocupación, dolor, etc., debe ser compartirlo con nuestro cónyuge.


10-Sólo hay un trío posible: aquel en el que Dios se sumerge entre los esposos. Si no hay una vida de fe común impregnada de Dios, todo se hará, cuanto menos, mucho más complicado. Sólo desde Él es posible ver al otro con nuevos ojos de amor cada día, volviéndole a elegir. A fin de cuentas, desde aquel día del sí quiero, el único y verdadero garante de nuestra unión, el que vela y se desvela por la nueva familia, es Él, es Dios. Que sea nuestro descanso. Amén.



Pablo VI ya es beato: Francisco destaca su dimensión misionera y evangelizadora y devoción mariana

En una fecha más que marca la historia con fervor y alegría, la del 19 de octubre de 2014, el Papa Bergoglio pronunció la solemne fórmula en latín, elevando al honor de los altares a Pablo VI. Fue en la Santa Misa con ocasión de la conclusión del Sínodo extraordinario sobre la familia y de la beatificación de su Predecesor Giovanni Battista Montini - Pablo VI, coincidiendo también este domingo con la Jornada Misionera Mundial.

En una abarrotada Plaza de San Pedro, que recibió con júbilo sus palabras, el Obispo de Roma anunció asimismo que la fiesta litúrgica del nuevo Papa Beato será el 26 de septiembre, fecha de su nacimiento.


Y como se había anunciado estaba presente también el Papa emérito Benedicto XVI, que fue creado cardenal por el nuevo Beato y al que el Papa Francisco saludó cordialmente al comenzar la celebración.


El Himno Iubilate Deo, Cantate Domino acompañó entre grandes aplausos el momento en que fue desvelada la imagen del Beato Pablo VI, en el balcón central de la Basílica de San Pedro.


Las palabras de Francisco sobre Pablo VI

«¡Dar a Dios lo que es de Dios!» «¡Por el don de este Sínodo y por el espíritu constructivo con que todos han colaborado, con el Apóstol Pablo, «damos gracias a Dios por todos ustedes y los tenemos presentes en nuestras oraciones!» y «¡gracias a nuestro querido y amado Papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia!».


El Papa Francisco hizo resonar estas palabras en su homilía de la Santa Misa con ocasión de la conclusión del Sínodo extraordinario sobre la familia y de la beatificación Pablo VI.


«Dar a Dios lo que es de Dios» significa estar dispuesto a hacer su voluntad y dedicarle nuestra vida y colaborar con su Reino de misericordia, de amor y de paz, enfatizó el Obispo de Roma, haciendo hincapié en que en eso reside la verdadera fuerza de los cristianos, «la levadura que fermenta y la sal que da sabor a todo esfuerzo humano contra el pesimismo generalizado que nos ofrece el mundo. En eso reside nuestra esperanza, porque la esperanza en Dios no es una huida de la realidad, no es una coartada: es ponerse manos a la obra para devolver a Dios lo que le pertenece. Por eso, el cristiano mira a la realidad futura, a la realidad de Dios, para vivir plenamente la vida –con los pies bien puestos en la tierra – y responder, con valentía, a los incesantes retos nuevos».



La reliquia de la beatificación es la camiseta ensangrentada que llevaba puesta Pablo VI en 1970 cuando fue apuñalado en el aeropuerto de Manila


El Papa Bergoglio comenzó su homilía recordando una de las frases más famosas de todo el Evangelio: «Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22,21). Jesús responde con esta frase irónica y genial a la provocación de los fariseos que, por decirlo de alguna manera, querían hacerle el examen de religión y ponerlo a prueba. Es una respuesta inmediata que el Señor da a todos aquellos que tienen problemas de conciencia, sobre todo cuando están en juego su conveniencia, sus riquezas, su prestigio, su poder y su fama. Y esto ha sucedido siempre».


«Jesús pone el acento en la segunda parte de la frase: «Y [dar] a Dios lo que es de Dios». Lo cual quiere decir reconocer y creer firmemente –frente a cualquier tipo de poder – que sólo Dios es el Señor del hombre, y no hay ningún otro. Ésta es la novedad perenne que hemos de redescubrir cada día, superando el temor que a menudo nos atenaza ante las sorpresas de Dios. ¡Él no tiene miedo de las novedades!»


«Lo hemos visto en estos días durante el Sínodo extraordinario de los Obispos –“sínodo” quiere decir “caminar juntos”–. Y, de hecho, pastores y laicos de todas las partes del mundo han traído aquí a Roma la voz de sus Iglesias particulares para ayudar a las familias de hoy a seguir el camino del Evangelio, con la mirada fija en Jesús. Ha sido una gran experiencia, en la que hemos vivido la sinodalidad y la colegialidad, y hemos sentido la fuerza del Espíritu Santo que guía y renueva sin cesar a la Iglesia, llamada, con premura, a hacerse cargo de las heridas abiertas y a devolver la esperanza a tantas personas que la han perdido».


HOMILÍA COMPLETA DE LA BEATIFICACIÓN

Acabamos de escuchar una de las frases más famosas de todo el Evangelio: «Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22,21).

Jesús responde con esta frase irónica y genial a la provocación de los fariseos que, por decirlo de alguna manera, querían hacerle el examen de religión y ponerlo a prueba. Es una respuesta inmediata que el Señor da a todos aquellos que tienen problemas de conciencia, sobre todo cuando están en juego su conveniencia, sus riquezas, su prestigio, su poder y su fama. Y esto ha sucedido siempre.


Evidentemente, Jesús pone el acento en la segunda parte de la frase: «Y [dar] a Dios lo que es de Dios». Lo cual quiere decir reconocer y creer firmemente –frente a cualquier tipo de poder– que sólo Dios es el Señor del hombre, y no hay ningún otro. Ésta es la novedad perenne que hemos de redescubrir cada día, superando el temor que a menudo nos atenaza ante las sorpresas de Dios.


¡Él no tiene miedo de las novedades! Por eso, continuamente nos sorprende, mostrándonos y llevándonos por caminos imprevistos. Nos renueva, es decir, nos hace siempre “nuevos”. Un cristiano que vive el Evangelio es “la novedad de Dios” en la Iglesia y en el mundo. Y a Dios le gusta mucho esta “novedad”.


«Dar a Dios lo que es de Dios» significa estar dispuesto a hacer su voluntad y dedicarle nuestra vida y colaborar con su Reino de misericordia, de amor y de paz.


En eso reside nuestra verdadera fuerza, la levadura que fermenta y la sal que da sabor a todo esfuerzo humano contra el pesimismo generalizado que nos ofrece el mundo. En eso reside nuestra esperanza, porque la esperanza en Dios no es una huida de la realidad, no es una coartada: es ponerse manos a la obra para devolver a Dios lo que le pertenece. Por eso, el cristiano mira a la realidad futura, a la realidad de Dios, para vivir plenamente la vida –con los pies bien puestos en la tierra– y responder, con valentía, a los incesantes retos nuevos.


Lo hemos visto en estos días durante el Sínodo extraordinario de los Obispos –“sínodo” quiere decir “caminar juntos”–. Y, de hecho, pastores y laicos de todas las partes del mundo han traído aquí a Roma la voz de sus Iglesias particulares para ayudar a las familias de hoy a seguir el camino del Evangelio, con la mirada fija en Jesús. Ha sido una gran experiencia, en la que hemos vivido la sinodalidad y la colegialidad, y hemos sentido la fuerza del Espíritu Santo que guía y renueva sin cesar a la Iglesia, llamada, con premura, a hacerse cargo de las heridas abiertas y a devolver la esperanza a tantas personas que la han perdido.


Por el don de este Sínodo y por el espíritu constructivo con que todos han colaborado, con el Apóstol Pablo, «damos gracias a Dios por todos ustedes y los tenemos presentes en nuestras oraciones» (1 Ts 1,2). Y que el Espíritu Santo que, en estos días intensos, nos ha concedido trabajar generosamente con verdadera libertad y humilde creatividad, acompañe ahora, en las Iglesias de toda la tierra, el camino de preparación del Sínodo Ordinario de los Obispos del próximo mes de octubre de 2015. Hemos sembrado y seguiremos sembrando con paciencia y perseverancia, con la certeza de que es el Señor quien da el crecimiento (cf. 1 Co 3,6).


En este día de la beatificación del Papa Pablo VI, me vienen a la mente las palabras con que instituyó el Sínodo de los Obispos: «Después de haber observado atentamente los signos de los tiempos, nos esforzamos por adaptar los métodos de apostolado a las múltiples necesidades de nuestro tiempo y a las nuevas condiciones de la sociedad» (Carta ap. Motu proprio Apostolica sollicitudo).


Contemplando a este gran Papa, a este cristiano comprometido, a este apóstol incansable, ante Dios hoy no podemos más que decir una palabra tan sencilla como sincera e importante: Gracias. Gracias a nuestro querido y amado Papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia.


El que fuera gran timonel del Concilio, al día siguiente de su clausura, anotaba en su diario personal: «Quizás el Señor me ha llamado y me ha puesto en este servicio no tanto porque yo tenga algunas aptitudes, o para que gobierne y salve la Iglesia de sus dificultades actuales, sino para que sufra algo por la Iglesia, y quede claro que Él, y no otros, es quien la guía y la salva» (P. Macchi, Paolo VI nella sua parola, Brescia 2001, 120-121). En esta humildad resplandece la grandeza del Beato Pablo VI que, en el momento en que estaba surgiendo una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría y con visión de futuro –y quizás en solitario– el timón de la barca de Pedro sin perder nunca la alegría y la fe en el Señor.


Pablo VI supo de verdad dar a Dios lo que es de Dios dedicando toda su vida a la «sagrada, solemne y grave tarea de continuar en el tiempo y extender en la tierra la misión de Cristo» (Homilía en el inicio del ministerio petrino, 30 junio 1963: AAS 55 [1963], 620), amando a la Iglesia y guiando a la Iglesia para que sea «al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y dispensadora de salvación» (Carta enc. Ecclesiam Suam, Prólogo).


Palabras de Francisco en el Ángelus

A la hora del ángelus dominical el Papa Francisco destacó la figura del nuevo Beato Pablo VI, a quien definió valiente defensor de la misión ad gentes en el día en que se celebra también la Jornada Misionera Mundial.


Tras saludar a los peregrinos procedentes de Italia y de varios países, con un pensamiento deferente a las Delegaciones Oficiales y en particular a los fieles de las diócesis de Brescia, Milán y Roma, ligadas de modo significativo a la vida y al ministerio del Papa Montini, el Santo Padre agradeció a todos su presencia y exhortó a seguir fielmente las enseñanzas y el ejemplo del nuevo Beato.


Antes de rezar a la Madre de Dios, el Obispo de Roma destacó que a este Pontífice el pueblo cristiano le estará siempre agradecido por la Exhortación apostólica Marialis cultus y por haber proclamado a María “Madre de la Iglesia”, con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II.


Texto de la alocución del Papa antes de rezar a la Madre de Dios

Queridos hermanos y hermanas:

Al término de esta solemne celebración, deseo saludar a los peregrinos procedentes de Italia y de varios países, con un pensamiento deferente a las Delegaciones Oficiales. En particular saludo a los fieles de las diócesis de Brescia, Milán y Roma, ligadas de modo significativo a la vida y al ministerio del Papa Montini. Agradezco a todos su presencia y exhorto a seguir fielmente las enseñanzas y el ejemplo del nuevo Beato.


Él ha sido un valiente defensor de la misión ad gentes. Es testimonio de esto sobre todo la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi con la que ha querido despertar el impulso y el empeño para la misión de la Iglesia. Y esta exhortación aún es actual, tiene toda la actualidad. Es significativo considerar este aspecto del Pontificado de Pablo VI, precisamente hoy, en que se celebra la Jornada Misionera Mundial.


Antes de invocar todos juntos a la Virgen con la oración del Ángelus, me agrada subrayar la profunda devoción mariana del Beato Pablo VI. A este Pontífice el pueblo cristiano le estará siempre agradecido por la Exhortación apostólica Marialis cultus y por haber proclamado a María “Madre de la Iglesia”, con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II.


Que María, Reina de los Santos, nos ayude a realizar fielmente en nuestra vida la voluntad del Señor, tal como lo hizo el nuevo Beato.


Angelus…