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samedi 10 janvier 2015

Los obispos Barrio y Saiz Meneses: «Hay que ir contra corriente» y eso «requiere heroísmo»

Durante las pasadas III Jornades Transmet!, celebradas por la diócesis de Tarrasa bajo el lema Transmisión de la Fe para la Nueva Evangelización, tuvimos ocasión de conversar en Sant Cugat del Vallés con el arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio Barrio, y con el prelado anfitrión, Josep Àngel Saiz Meneses, sobre los temas abordados por el reciente sínodo, y en particular sobre el papel evangelizador de la familia.

-Decía Winston Churchill que “cuanto más de cerca seguimos el Sermón de la Montaña, más posibilidades de éxito tenemos en cualquier empresa que llevemos a cabo”. Y que “es en la familia donde las principales virtudes nacen, crecen, se refuerzan y se transmiten”.

-Monseñor Barrio: Efectivamente, y yo suelo decir que a la familia nunca le agradeceremos suficientemente lo que hace y lo que seguirá haciendo por cada uno de nosotros y nunca debemos dejar de acompañar a las familias en la medida en que podamos. Yo creo que no debemos descuidar el sentir la necesidad que tenemos de estar junto a ellas. La familia hoy, en las diversas circunstancias de la vida, tiene en nuestra sociedad muchas connotaciones diferentes. Las familias están trabajando, yo suelo decir, del amanecer hasta el atardecer, sacando adelante a los hijos, y hay que agradecerles esa dedicación. Pero ahí también tiene que hacerse presente la Administración con esa ayuda que debe de prestar a las familias. Porque lo que sí es cierto es que no solo de pan vive el hombre. Muchas familias han llegado a este deterioro que tenemos que lamentar porque quizás se han visto presionadas por una situación social que no las ha reconocido tal como debieran haberlo hecho.


En primer lugar, pastoralmente lo que nos toca a nosotros es estar muy cerca de ellas, acompañarlas con ese acompañamiento preocupado: y ello para evitarles en aquello que podamos el sufrimiento inútil; porque si realmente perdemos la referencia familiar podemos decir que estamos perdiendo una de las bases fundamentales en la nueva evangelización.


¿Que podemos hacer más? Yo creo que siempre se puede hacer más. Y volviendo al capítulo de las ayudas quiero hacer una llamada a nuestras Administraciones políticas a que efectivamente comparezcan, acompañen y ayuden a las familias en un ámbito distinto al que en la Iglesia tenemos que hacer; pero hay un aspecto que es el económico, que son las ayudas, con las cuales hoy la familia se siente muy desprotegida.


¿Que hay conexión entre el deterioro de la familia y esa carencia de ayudas? Yo creo que en buena parte sí. Y por eso desde la Iglesia, desde nuestra actividad pastoral, tendremos también que estar siempre muy cerca, salir al encuentro de ellas, de sus necesidades reales, de las situaciones concretas, para que desde la comprensión nosotros podamos también llegar a ayudarles a lograr su propio cometido.


-A mi modo de ver quedó patente en el sínodo extraordinario sobre la familia una división en el seno de la Iglesia. ¿Cómo podemos digerir esta división, que hace sufrir mucho a los católicos?

-Monseñor Barrio: Pienso que habría que recordar aquello de San Agustín: In necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas, es decir, en lo necesario unidad, en lo opinable libertad, y en todo caridad. Tengo la impresión de que el Papa Francisco un poco quiere interpretar la realidad concreta que nosotros estamos viviendo. Yo suelo decir “que nadie se quede sin preguntar”, sin hacer la pregunta que realmente entienda que debe hacer. Después la respuesta, a lo peor, no es aquella que uno esperaba; pero en todo caso siempre tenemos que actuar y afrontar la realidad concreta que hoy estamos viviendo con unidad eclesial: lo tenemos que hacer con una gran esperanza, con una gran confianza en el Señor y sabiendo que la referencia que nosotros hemos de tener es esta esperanza y es esta confianza; son estas virtudes la clave con la que tenemos que interpretar la sinfonía de la realidad concreta que nos toca vivir.


-Monseñor Saiz Meneses: A mí, hay un frase del evangelio que siempre me ha calado muy hondo, en el discurso de despedida de Jesús: “Padre, que todos sean uno como Tú y Yo somos uno, y el mundo crea”. En esa expresión Jesús pone la unidad como condición para ser creíbles. Muy serio y muy profundo. Es condición sine qua non para el trabajo pastoral en nuestra labor evangelizadora, y por lo tanto un elemento esencial en nuestra comunión eclesial.


Ahora bien, unidad no significa uniformidad. Puede haber una diversidad complementaria y una unidad llena de diversidad de carismas, como los dones del Espíritu Santo: enriquecimiento y complementariedad. En la Iglesia hay dos principios que son fundamentales a lo largo de la historia. Uno es el principio de la fidelidad al Evangelio; y también es natural que los obispos se reúnan y dialoguen en el sínodo y se expresen libremente y resuelvan las diferencias como hacían los apóstoles en la primera comunidad cristiana, con diálogo y con oración, invocando al Espíritu Santo para que les dé luz y les muestre el camino y luego la decisión para seguir adelante. Aunque no se pueden cambiar las cosas que son fundamentales en nuestra fe.


-A nivel universal hay un sentimiento claro entre los católicos de que se están bombardeando las bases de la doctrina de Jesucristo. Se me antoja que la formación, que siempre ha sido de gran importancia, no solamente sigue siéndolo, sino que ahora es un tema candente.

-Monseñor Saiz Meneses: Hay como un trípode, que era el clásico en la Acción Católica y de cualquier realidad de Iglesia y que es de sentido común: la oración y los sacramentos; la formación y la acción; y el compromiso para cambiar el mundo y conformarlo a la voluntad de Dios. La formación es muy importante; muy importante. Y es muy importante porque nos ayuda a dar razón de nuestra fe y esperanza; razón y Fe no son incompatibles, son complementarias, decía el papa Benedicto XVI en Fides et Ratio; son como las dos alas del conocimiento que nos ayudan a acercarnos a la verdad y a Dios. Por eso no somos fundamentalistas que tienen mucha fe pero rechazan la razón, rechazan el estudio. Y hoy hay muchas lagunas en la formación, sobre todo yo diría en eclesiología, la realidad de la Iglesia.


-¿Cómo se puede fomentar la implantación de la formación en la parroquia, cuando la misma catequesis se reduce en muchos casos a los niños que asisten a ella en los colegios, pero la parroquia ya no atrae a las familias?

-Monseñor Saiz Meneses: Eso es para mí una de las mayores preocupaciones e inquietudes, y en el plan pastoral de la diócesis lo hemos establecido como objetivo: la creación de un movimiento diocesano de niños, es decir que en todos los niños y niñas que llegan a la comunión hay que cuidar especialmente la continuidad. En las parroquias donde hay catequesis de poscomunión o movimientos infantiles de iglesia pueden estos medios tradicionales muy bien ser el modo de implementar un movimiento diocesano de niños con el que podamos ofrecer a las familias un instrumento de formación.


Y es que esto lo experimenté personalmente con los padres cuando estaba en parroquias: de hecho allí creamos un esplai cristiano que cumple ahora veinte años justamente. Y es muy sencillo el tema, y ello es que a los padres les interesa: los niños tienen 8 o 9 años, y hacen la primera comunión; son preciosos, son obedientes, son dóciles, lo explican todo a los padres; no hay ningún problema con ellos. Pero en tres o cuatro años, cuando lleguen a la preadolescencia, los niños se distancian de los padres, necesitan la realidad del grupo de amigos y en el grupo el líder es el que marca la tendencia; y si el líder es deportista o es discotequero o fuma porros o es estudioso, o es cristiano, marca mucho la diferencia.


Yo les decía a los padres: rogad a Dios que dentro de cuatro años vuestros hijos estén en un ambiente cristiano, en un ambiente sano. La parroquia les ofrece un ambiente sano y cristiano, que les enseña a ser buenos hijos, buenos ciudadanos y buenos cristianos también. Yo creo que a los padres, aunque fuera por egoísmo, les interesa, porque luego llega ya un momento en que se les escapa y es un sufrimiento para un padre y una madre de un joven cuando no sabe en qué compañías está, en qué ambiente.


Por lo tanto en ese sentido estamos trabajando mucho, y estamos haciendo encuentros con la Catequesis de Primera Comunión para lograr que luego continúen, y personalmente en todas las parroquias por donde paso hablo con los catequistas y con los párrocos y les digo que hay que empezar; por donde sea: aunque continúe solamente un grupo, porque una vez comenzado eso es fácil, y yo no pierdo la esperanza.


-Me gustaría que hablaran sobre las presiones que recibe el Papa para un relajamiento de la moral, o minimizar la figura del presbítero o relegar la importancia de los sacramentos.

-Monseñor Barrio: Creo que el Papa lo que está tratando de hacer es tender puentes de forma que podamos tener esa comunicación, ese diálogo con personas que viven al margen de los valores de la Iglesia, o con personas en las que la vivencia de esos valores ha venido a menos, como se suele decir.


Lo que no es de recibo a mi modo de ver es que se esté tratando de bombardear los pilares de esos puentes que quiere tender el Papa para que efectivamente pueda haber esa comunicación. Muy al contrario, es en ese diálogo fluido en el cual se pondrá de relieve la permanencia de unos valores que debemos seguir manteniendo a la hora de fortalecer lo que es la condición de la persona humana, y en este caso de la familia; creo que tenemos que hacer todo lo que sea posible y esté en nuestras manos por conducir la realidad de la familia de forma que esa realidad responda al plan y a la visión de Dios.


Pienso que en esto todo esfuerzo será poco y que será siempre necesaria toda colaboración para recuperar los valores que nunca debió perder la familia. Hoy más que nunca necesitamos una familia con esos valores y que realmente sea un signo claro de lo que es una antropología del hombre y la misión que el Señor ha encomendado a la familia.


-Monseñor Saiz Meneses: Personalmente creo que todo se reduce a pocas cosas: a los sacramentos y a vivir unas serie de virtudes. En muchos casos la vida cristiana es heroica: requiere heroísmo vivir en la sociedad de hoy los valores del Evangelio. Hace sesenta años tal vez la sociedad acompañaba con una serie de valores que tenía asumidos.


Hay que fijarse mucho en el punto de partida. La vida cristiana, y esto hace ya muchos años que lo leí en un libro de Romano Guardini, La esencia del Cristianismo, que luego he visto reflejado en el Papa Benedicto XVI; la vida cristiana, decía, comienza si nosotros conocemos la doctrina, conocemos los mandamientos, y no los percibimos como unos condicionantes externos a mi libertad que me impiden ser feliz, que me impiden gozar de la vida, que me impiden desarrollarme; la vida cristiana arranca de un encuentro con Cristo, que cambia la vida, que cambia el corazón, que todo lo hace nuevo. El dinamismo de esa vida nueva lleva a vivir un camino. Los mandamientos no son una carga pesada que limita la libertad, al contrario, lo que hacen es facilitar el camino para evitarme caer en precipicios o perderme.


Una persona que tiene esa experiencia de vida nueva en Cristo que le ha renovado, que le ha convertido, que le ha cambiado, agradece los mandamientos, porque le facilitan esa vida nueva: para no ser desgraciado, para no perderse, para no despeñarse. Ahora bien, si la persona no tiene esa experiencia de encuentro con Cristo, la moral será una carga pesada.


Una persona joven o adulta, que nos toca vivir contra corriente, avanzar por la vida, pensando una cosa, que en nuestra vida cristiana estamos llamados a la santidad, que somos pecadores llamados a la santidad, debe rechazar el buenismo de decir “somos buenas personas, vamos haciendo”; no: somos pecadores pero estamos llamados a la santidad, con la gracia de Dios y por la gracia de Dios. Entonces a una persona, con sus únicas fuerzas, le es imposible esa tarea: la fuerza la recibe y se nutre con la eucaristía sobre todo, y la gracia para ir superando las dificultades. Sin la eucaristía, sin la confesión, sin la gracia de Dios y la oración, es imposible vivir en cristiano o vivir la experiencia de la comunidad cristiana; y no en solitario, sino en familia, en iglesia. No solo estamos llamados a resistir como podamos, sino a la santidad.


-Procede estudiar cómo superar los estresantes condicionantes socioeconómicos de las familias, o las dificultades de las familias que luchan con vigor y sacrificios por vivir con fidelidad el evangelio de Jesucristo...

-Monseñor Barrio: Estos aspectos se tratarán con profundidad en el sínodo ordinario del año próximo. Entre otras cosas porque los obispos se han dado cuenta de que si la familia tiene que recuperar ese esplendor que nunca debió perder, se deben contextualizar las dificultades que afrontan las familias y ver cómo realmente se puede hacer una llamada a la sociedad: para que sean nuestras administraciones políticas las que pongan los medios eficaces para que las familias no se vean en la necesidad de ocuparse todo el tiempo por la economía. Sabiendo que hay otras áreas e intereses en las que la familia debe ocuparse y que debe mantener.


-Algunos piensan que este es el momento propicio para desmantelar toda idea de verdad objetiva en pro de un relativismo moral...

-Monseñor Barrio: Es un momento en el que es necesario hacer un discernimiento claro sobre cuáles son los valores que favorecen la dignidad humana. A veces hay que ir contracorriente, pero es necesario hacerlo en pro de esa dignidad del persona humana y en pro de esa preocupación constante que lógicamente la Iglesia debe tener: favoreciendo lo que es lo propio y esencial de esa dignidad.


En todo caso entiendo que determinados posicionamientos no pueden aceptarse como cristianos que somos, y debemos tratar de evaluarlos y recordar que la Iglesia no la hemos inventado nosotros, la ha fundado Cristo y lógicamente Él lo que nos pide es revitalizar la Iglesia en el momento en que nos toca vivir. Y desde esa preocupación y desde esa inquietud ir dando respuesta a toda esta problemática que estamos teniendo que siempre tiene que ser vista desde una perspectiva moral. En esa clave nosotros tenemos que ir abriendo camino en nuestro quehacer pastoral como cristianos comprometidos con unos valores que son los valores de la Iglesia y que nosotros tenemos que tratar de llevar adelante.


-Entre otras cosas que la Iglesia podría hacer por nosotros está comunicar mejor...

-Monseñor Saiz Meneses: La Iglesia tiene que comunicar mejor, sí aunque yo personalmente en este momento, y quizás sea utópico, digo que hay que mirar lo que la Iglesia puede hacer por nosotros pero también lo que nosotros podemos hacer para revitalizar la Iglesia y que siga respondiendo a la misión que el Señor le ha encomendado.



Civilizaciones


Sólo quienes observan similitudes entre el león cobarde de El mago de Oz y Rodolfo, el de Mari Carmen y sus muñecos, tan diferentes como Kansas y Sitges, puede verlas también entre la civilización occidental y el mundo árabe, pues la primera respeta el cuscús y el segundo, como ha quedado claro en la matanza de París, no tolera el supermercado judío. Ni los derechos de la mujer ni la libertad religiosa. Ir en Bagdad a misa de doce acarrea un riesgo superior al de escalar el K7 por la pared suroeste con los zapatos de los domingos.

El hecho de que todos los hombres sean iguales no conlleva la homogenización de las civilizaciones. Quiero decir que el metrosexual, con su cuerpo rasurado, no es mejor que el hombre de las cavernas ni la calefacción central está por encima del invento del fuego, pero tanto el metrosexual como la calefacción explican que no hay nada malo en depilarse ni en sustituir la leña por gas ciudad. En otras palabras, evolucionar es de sabios.


El mundo árabe considera injusto que le señale el dedo acusador de occidente por el doble atentado. Y tiene razón, pero lo cierto es que, como civilización, le queda mucho que avanzar. El caldo de cultivo del rencor a Europa tiene como ingredientes la pobreza, la desigualdad y la intolerancia. Y aunque aquí también se producen episodios de racismo, el sentimiento de animadversión no es recíproco por el mismo motivo por el que el tifus no se propaga, por lo general, desde una fuente del Central Park, sino desde una charca infectada del África subsahariana.


Otra cosa es determinar de quién es la responsabilidad de la infección. Conspicuos periodistas y actores de la izquierda española consideran que la matanza parisina es una repuesta adecuada a la intervención militar de occidente en el próximo, medio y lejano Oriente. Si esta gente se muestra comprensiva con los atentados es porque se lo explica desde una perspectiva ideológica, lo que resulta paradójico si se tiene en cuenta que varias de las señas de identidad del progresismo chocan frontalmente con los pilares de la civilización árabe. Aun así, para ellos el liberalismo es la causa de todo. Su connivencia con la barbarie se deriva del planteamiento falso de que Edison es el responsable de la explotación laboral del farero de El Principito.




Francisco conmemora los cinco años del terremoto de Haiti ensalzando la comunión eclesial

"Con la ayuda ofrecida a nuestros hermanos y hermanas en Haití hemos manifestado que la Iglesia es un gran cuerpo, donde los distintos miembros cuidan los unos de los otros. Y en esta comunión animada por el Espíritu Santo encuentra su razón profunda nuestro servicio de caridad": así lo ha afirmado el Papa este sábado por la mañana en su discurso a los participantes del encuentro que se celebra este sábado en el Vaticano, para recordar la tragedia del terremoto de Haití sucedido hace cinco años. La cumbre ha sido organizada por el Pontificio Consejo Cor Unum y por la Pontificia Comisión para América Latina y lleva por título La comunión de la Iglesia: memoria y esperanza para Haití a cinco años del terremoto.

Así, Francisco habló del trabajo realizado en Haití y del que aún queda por realizar, ambos apoyados en tres pilares fundamentales: la persona humana, la comunión eclesial y la Iglesia local. Recordó que “la persona está en el centro de la acción de la Iglesia”. Además, “nuestra primera preocupación debe ser la de ayudar al hombre, a cada hombre, a vivir plenamente como persona... No hay verdadera reconstrucción de un país sin reconstrucción de la persona en su plenitud”.


Francisco pidió que “cada persona en Haití tenga lo necesario desde el punto de vista material, pero que al mismo tiempo pueda vivir la propia libertad, las propias responsabilidades y la propia vida espiritual y religiosa”. Además, recordó que la actividad humanitaria y la pastoral no son competencia si no complementarias, “necesitan la una de la otra: contribuyen juntas a formar en Haití personas maduras y cristianos, que a su vez podrán dedicarse al bien de sus hermanos”.


El segundo aspecto del que habló el Santo Padre es la comunión eclesial. Cada uno en Haití -instituciones eclesiales y fieles de forma particular-, con su peculiaridad, “ha prestado una importante obra benéfica”. Y esta pluralidad es “un factor positivo, porque es signo de la vitalidad de la Iglesia y de la generosidad de muchos. Al respecto, Francisco afirmó que “la caridad es aún más verdadera y más incisiva si es vivida en la comunión”. Asimismo, “la comunión testimonia que la caridad no es solo ayudar al otro, sino una dimensión que impregna toda la vida y rompe todas esas barreras del individualismo que nos impiden encontrarnos”. De este modo, el Pontífice invitó a reforzar las metodologías que permitan trabajar juntos.


Para finalizar su discurso, el Santo Padre subrayó la importancia de la Iglesia local, “porque es en ella que la experiencia cristiana se hace tangible”. Por eso “es necesario que la Iglesia en Haití se haga cada vez más viva y fecunda, para testimoniar a Cristo y para dar su contribución al progreso de ese país”. Francisco indicó que el testimonio de la caridad evangélica es eficaz "cuando está sostenida por la relación personal con Jesús en la oración, en la escucha de la Palabra de Dios y en acercarse a los sacramentos”. Aquí esta la "fuerza" de la Iglesia local, aseguró.



Las siete provincias franciscanas de España se funden en una sola, integrada por 450 hermanos

El pasado domingo 4 de enero finalizaba en Madrid el Capítulo Fundacional de la Provincia Franciscana de la Inmaculada Concepción, en la que siete provincias franciscanas de España se han unido en una sola. Desaparecen las provincias franciscanas Bética, de Cartagena, de Castilla, de Cataluña, de Granada, de Valencia-Aragón-Baleares, y la de San Francisco Solano, para unificarse todas ellas en la de la Inmaculada Concepción, una única provincia que cuenta con más de 450 hermanos.

Durante varios años, los franciscanos se han preparado para este capítulo bajo el lema Haced lo que Él os diga. El pasado 1 de enero, en la Basílica de San Francisco El Grande de Madrid, se producía la erección canónica de la nueva Provincia Franciscana de la Inmaculada Concepción, en un acto que estuvo presidido por el Ministro General de los Franciscanos, Fr. Michael Anthony Perry, acompañado por el cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, y el obispo emérito de Braganza, el franciscano Fr. Antonio Montes Moreira.


La imagen de la Inmaculada Concepción presidió el acto en el que los ministros entregaron los sellos de las siete provincias y el General de la Orden dio al nuevo Provincial, Fr. Juan Carlos Moya Ovejero, el sello de Ministro de la nueva Provincia.


Fr. Juan Carlos Moya Ovejero, de 45 años, fue elegido Ministro de la nueva Provincia Franciscana de la Inmaculada Concepción, el pasado 31 de diciembre. Es natural de Honrubia (Cuenca). Hasta el momento de su nombramiento era Ministro provincial de la Provincia de San José de Valencia, Aragón y Baleares. Licenciado en Teología Pastoral por el Instituto Juan XXIII de Madrid, ha tenido varios destinos en su extinta Provincia: casa de formación, pastoral educativa en el Colegio de Carcaixent, Definidor provincial y Ministro provincial. El nuevo Provincial residirá en Madrid, en el Convento de San Antonio del Retiro.



Mis memorias de África: Navidades negras

Tendría que pararme para dar gracias, poner nombre y lugar con su fecha, a lo que Dios me ha permitido vivir estos días inolvidables: unas navidades negras en Benín que son más blancas que la nieve de nuestras montañas en estos días tan nevadas. He dicho cosas, he brindado gestos, he compartido mi tiempo y mis plegarias con todos ellos. Pero es incomparable lo que el Señor me ha dado en ellos como contrapartida no pactada a la poquedad con la que yo me he allegado a estos hermanos misioneros y a las gentes que como Iglesia viva ellos cuidan y acompañan.

Pobres de tantas cosas que a nosotros nos sobran, y ricos de las más importantes que a nosotros a raudales nos faltan. Dios ha nacido también en Benín, y tiene su piel oscura como los niños de allí, y habla su lengua Baribá. Jesús tiene allí una joven mamá, preciosa negrita de ojos grandes y corazón tierno, que le canta nanas con el ritmo del tam-tam, con su vestido de color estampado y el tocado a juego en la cabeza como femenino turbante. José, el padre adoptador para dar nombre y estirpe al Niño Dios que ha nacido de una doncella virgen, tiene esos mismos rasgos, y sus manos tersas saben de faenas artesanas en su taller de madera. Así se los han encontrado los Reyes Magos junto al establo de una choza de paja y barro, en medio de la selva. Así me los he encontrado yo también en estos días de tanta gracia y tantos inmerecidos dones.


Creo que es mucho más duro evangelizar y acompañar a nuestro pueblo cristiano en Asturias, en España, en Europa… que allí en Bembèrèkè, Benín y África. A nuestros misioneros les faltan tantas comodidades, recursos y herramientas, pero al dejarse la piel por estos hermanos, reciben como pago la alegría de ver que Dios hace milagros, que pone nombre a la esperanza, que las personas crecen y maduran al amparo de la gracia del Señor y con la compañía de una Iglesia que la sienten como su casa. También hay gozo cuando comprueban que el mensaje que traen no es algo particular suyo que tenga su medida, sus intereses o trastiendas, sino que es un mensaje del que ellos son tan sólo humildes mensajeros que también a ellos les alcanza. Esta es la razón por la que envío a nuestros jóvenes diáconos dos meses a nuestra misión de Bembèrèkè como parte de su formación antes de recibir la ordenación sacerdotal. No es un tiempo de vacaciones exóticas, ni un safari religioso, sino la ocasión única en sus vidas de poder ver y escuchar lo que en estos lugares Dios grita y regala a quien tiene sus oídos y su corazón dispuestos a acoger un mensaje imborrable.


Y junto a la pobreza de quien tiene una vida precaria en necesidades básicas de alimentación, higiene, sanidad, educación y cultura, todo ello objeto también de lo que nuestros misioneros afrontan y resuelven sin demagogia populista, está la riqueza de toda esta gente sencilla que señala en su humanidad tierna y en su fe sincera ese cúmulo de valores que tal vez otros hemos perdido, descuidado, o no valorado debidamente. Es una mezcla de pobreza y riqueza, de necesidades palmarias y de sobreabundancias manifiestas, un mundo lleno de contrastes que constatas en África. El balance final es que esta gente te gana, te conquista, te engancha, por esto quien va no quiere volver, y quien tiene que irse cuando puede regresa.


Viene ahora el encuentro con la misión que se me ha confiado en el día a día, bajando de la nube dulce de estos recuerdos al surco cotidiano donde la vida se decide entre la esperanza y el dolor, el cansancio y las ganas, la entrega a Dios en el humilde servicio a los hermanos que aquí y ahora se me confían. Feliz año nuevo.



Yo no soy «Charlie Hebdo»

Durante los últimos días, hemos escuchado calificar a los periodistas vilmente asesinados del pasquín Charlie Hebdo de “mártires de la libertad de expresión”. También hemos asistido a un movimiento de solidaridad póstuma con los asesinados, mediante proclamas inasumibles del estilo: “Yo soy Charlie Hebdo”. Y, llegados a la culminación del dislate, hemos escuchado defender un sedicente “derecho a la blasfemia”, incluso en medios católicos. Sirva este artículo para dar voz a quienes no se identifican con este cúmulo de paparruchas hijas de la debilidad mental.

Allá por septiembre de 2006, Benedicto XVI pronunció un grandioso discurso en Ratisbona que provocó la cólera de los mahometanos fanáticos y la censura alevosa y cobarde de la mayoría de mandatarios y medios de comunicación occidentales. Aquel espectáculo de vileza infinita era fácilmente explicable: pues en su discurso, Benedicto XVI, además de condenar las formas de fe patológica que tratan de imponerse con la violencia, condenaba también el laicismo, esa expresión demente de la razón que pretende confinar la fe en lo subjetivo, convirtiendo el ámbito público en un zoco donde la fe puede ser ultrajada y escarnecida hasta el paroxismo, como expresión de la sacrosanta libertad de expresión. Esa razón demente es la que ha empujado a la civilización occidental a la decadencia y promovido los antivalores más pestilentes, desde el multiculturalismo a la pansexualidad, pasando por supuesto por la aberración sacrílega; esa razón demente es la que vindica el pasquín Charlie Hebdo, que además de publicar sátiras provocadoras y gratuitamente ofensivas contra los musulmanes ha publicado en reiteradas ocasiones caricaturas aberrantes que blasfeman contra Dios, empezando por una portada que mostraba a las tres personas de la Santísima Trinidad sodomizándose entre sí. Escribía Will Durant que una civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro; y la basura sacrílega o gratuitamente ofensiva que publicaba el pasquín Charlie Hebdo, como los antivalores pestilentes que defiende, son la mejor expresión de esa deriva autodestructiva.


Debemos condenar este vil asesinato; debemos rezar por la salvación del alma de esos periodistas que en vida contribuyeron a envilecer el alma de sus compatriotas; debemos exigir que las alimañas que los asesinaron sean castigadas como merecen; debemos exigir que la patología religiosa que inspira a esas alimañas sea erradicada de Europa. Pero, a la vez, debemos recordar que las religiones fundan las civilizaciones, que a su vez mueren cuando apostatan de la religión que las fundó; y también que el laicismo es un delirio de la razón que sólo logrará que el islamismo erija su culto impío sobre los escombros de la civilización cristiana. Ocurrió en el norte de África en el siglo VII; y ocurrirá en Europa en el siglo XXI, a poco que sigamos defendiendo las aberraciones de las que alardea el pasquín Charlie Hebdo. Ninguna persona que conserve una brizna de sentido común, así como un mínimo temor de Dios, puede mostrarse solidaria con tales aberraciones, que nos han conducido al abismo.


Y no olvidemos que el gobierno francés –como tantos otros gobiernos occidentales–, que amparaba la publicación de tales aberraciones, es el mismo que ha financiado en diversos países (y en especial en Libia) a los islamistas que han masacrado a miles de cristianos, mucho menos llorados que los periodistas del pasquín Charlie Hebdo. Puede parecer ilógico, pero es irreprochablemente lógico: es la lógica del mal en la que Occidente se ha instalado, mientras espera la llegada de los bárbaros.


Artículo publicado en ABC .



#PrayersForParis

El atentado de París no ha sido obra de un lobo solitario o de un enfermo mental. Sus autores han recibido instrucción militar, tienen experiencia y han sido adoctrinados. Son el pico de un iceberg cocinado a fuego lento ante la pasividad e incredulidad de Occidente.

Ya han sido severamente castigados. Puede que la opinión pública respire. Nueva anestesia. Porque el iceberg permanece frente al buenismo de la Alianza de Civilizaciones.


Podemos seguir contando nubes y apelando al diálogo. Tsum-tsum. Podemos seguir manteniendo la utopía de las sociedades interculturales. Hasta que seamos nuevamente despertados dramáticamente.


La realidad es que el Islam ha declarado la guerra. No a un semanario satírico. No a la libertad de expresión. Ha declarado la guerra a Occidente y todo lo que significa: legítima independencia del poder temporal, elección democrática de los gobernantes, igualdad entre hombres y mujeres, los pactos son para cumplirlos y sentido trascendente de la existencia


Frente a la libertad ofrecen un sistema tiránico basado en la sharia, un código de conducta que ofrece seguridad, pero también control y esclavitud. ¿Es lo que queremos? ¿Estamos dispuestos a combatirlo? ¿Estamos dispuestos a arriesgar la vida para salvar nuestro modo de vida?


El drama es que la amenaza nos ha pillado envejecidos y desnortados. Europa lleva lustros preguntándose quién es, de dónde viene y a dónde va. Los hijos de la supuesta luz trataron de arrancar las raíces cristianas del Viejo Continente en el proyecto de Constitución. Sin cristianismo, Europa es sencillamente ininteligible.


Desconocemos nuestro origen y nuestro destino. No sabemos quiénes somos ni cuál es el sentido de nuestra vida. Hemos construido un Estado de Bienestar capaz de sustituir a la Providencia. Y nos lo hemos creído. Ingenuos.


Por si fuera poco, el invierno demográfico. Nos ha pillado abuelos, sin vitalidad, sin fuerza, sin energía, sin coraje. No somos capaces de digerir los muertos en combate porque somos incapaces de digerir la muerte. Elegimos vida renunciando a la dignidad y encontramos muerte e indignidad…


Por eso ya no hay empacho en reconocer el pago de rescates ni en reconocer que se liberan tres islamistas para rescatar a un nacional con vida. Pan para hoy y banquete para los yihadistas. No sólo reciben fondos y hombres. Reciben nuestra debilidad transformándola en su fortaleza.


Ya es hora de que Occidente espabile. La Alianza de Civilizaciones y las sociedades interculturales sólo han conducido a guetos de marginalidad y radicalismo. Son hechos. Los autores del atentado de París eran delincuentes de poca monta, educados en orfanatos, adoctrinados por los imanes locales y convertidos en héroes religiosos.


Ya es hora de que se controlen las mezquitas y a los imanes. Ya es hora de que se prohíba aplicar la sharia en territorio europeo. Ya es hora de que se cierren las madrazas de Ceuta y Melilla. Ya es hora de que se dejen de pagar los rescates. Ya es hora de que los jueces dejen de ponerse estupendos y permitan que la policía trabaje para garantizarnos la seguridad a todos. Ya es hora de los progres "cuenta-nubes" apoyen reformas como la retirada del pasaporte que permitiría un control más estricto de la amenaza.


Y también es hora de mirar al Cielo y reclamar clemencia. Si eres creyente, te animo a sumarte a la campaña de oración promovida por el Papa Francisco.



El 73% de los norteamericanos cree que, como dice la Biblia, Jesús sí nació de una mujer virgen

Una cosa es declararse o considerarse cristiano, o creer que Dios existe, y otra creer en acciones milagrosas de Dios, pero en Estados Unidos:

- el 73% de la población declara creer que “Jesús nació de una virgen”,


- un 74% acepta sin problemas que “un ángel anunció el nacimiento de Jesús a los pastores”


- y un 75% cree que “hombres sabios, guiados por una estrella, llevaron oro, incienso y mirra” al niño.


Y el dato bíblico navideño que más acuerdo logra es que “el Niño Jesús fue colocado en un pesebre”, algo que acepta el 81% de los encuestados por Pew Forum a inicios de diciembre de 2014.


Hay que tener en cuenta que según la gran encuesta ARIS de 2008 en la que los encuestados declaraban con qué opción se autoidentificaban, el 76% de los estadounidenses se autodeclaran cristianos (el 50% se declara protestante y el 25% católico); el resto incluye un 5% que no responde, un 5% de otras religiones y un 15% de "no afiliados".



Los no afiliados no son necesariamente no creyentes. Por ejemplo, que Jesús nació de una virgen declaran creerlo un 30% de los encuestados que dicen no estar afiliados a ninguna religión.


Y acepta también esa enseñanza un 42% de los encuestados que admiten acudir a la iglesia “nunca o casi nunca”.


Que Jesús nació de María Virgen es una doctrina de la Biblia común a católicos y protestantes, aunque Pew detecta que EEUU la profesan un 96% de protestantes evangélicos, mientras que baja a un 86% entre los que se declaran católicos y un 85% entre los protestantes “mainstream” (que incluye congregaciones “progresistas” como los episcopalianos, algunos luteranos, etc… que tienden a negar lo milagroso).


Las personas de más edad tienden a creer más en este milagro, y las mujeres más que los hombres (¿quizá porque unos y otras saben más de lo misterioso de la vida?) pero incluso entre los varones y entre las personas de 18 a 29 años hay siete de cada diez convencidos de que la Madre de Cristo era virgen.


Artículo publicado originalmente en Cari Filii.



Persecución anticristiana: 2014 fue terrible, pero «lo peor aún está por venir», vaticina Open Doors

En su informe anual sobre los 50 países en los que es más difícil y peligroso ser cristiano, la organización estadounidense Open Doors [Puertas Abiertas] advirtió de que a pesar de que en 2014 la persecución contra cristianos alcanzó niveles históricos, “lo peor aún está por venir”.

De acuerdo a la organización internacional, alrededor de cien millones de cristianos son perseguidos en todo el mundo, lo que los convierte en uno de los grupos religiosos más perseguidos.


La fuente de mayor persecución en 40 de los 50 países ha sido el extremismo islámico.


David Curry, presidente y jefe ejecutivo de Open Doors, advirtió que “incluso en estados con mayoría cristiana están experimentando niveles de exclusión, discriminación y violencia sin precedentes”.


“La Lista de Vigilancia Mundial 2015 revela que un sorprendente número de cristianos se están convirtiendo en víctimas de la intolerancia y violencia debido a su fe. Están siendo forzados a ser más reservados sobre su fe”, señaló.



Corea del Norte, Somalia, Irak

Por décimo tercer año consecutivo, la lista de Opens Door está encabezada por Corea del Norte, inmediatamente seguida por Somalia y luego por Irak.


Open Doors advirtió que “África vio el más rápido crecimiento de persecución, mientras que el Medio Oriente vio ataques dirigidos, resultando en un éxodo masivo de cristianos”.


Sobre Medio Oriente, la organización recordó que “más del 70% de cristianos han huido de Irak desde 2003, y más de 700.000 cristianos han abandonado Siria desde que comenzó la guerra civil en 2011”.


Además, indicó que Afganistán, en quinto lugar en su lista, y Pakistán, en octavo, han “crecido en persecución”.


Sobre África, Open Doors señaló que “por tercer año consecutivo, la mayoría de naciones africanas en la Lista de Vigilancia Mundial han subido en la clasificación debido al extremismo islámico”.


Kenya fue la que subió más en el listado al pasar del puesto 43 al 19, mientras que Sudán y Eritrea reingresaron a la lista de los 10 países más peligrosos. Nigeria, por su parte, apareció por primera vez entre los 10 primeros.


70.000 cristianos en prisión

Open Doors señaló que en Asia “Corea del Norte sigue siendo el lugar más peligroso y difícil para ser cristiano”, reportando que alrededor de 70.000 cristianos están en prisión debido a su fe.


“Las condiciones también están empeorando para los cristianos a lo largo de Asia”, indicó la organización, destacando el caso de India, en el puesto 21, donde “la persecución es dirigida por el extremismo islámico y el fundamentalismo hindú”.


Que no se sientan olvidados

Curry explicó que el propósito de este listado es “mantener la persecución de cristianos en el radar de aquellos que gozan de los privilegios de la libertad”.


“Los perpetradores de la persecución necesitan saber que el mundo está observando y que se mantiene en oposición a la persecución. Y para los perseguidos, queremos que sepan que no son olvidados”.


Open Doors explicó que la persecución contra los cristianos es definida como “cualquier hostilidad experimentada como resultado de la identificación de uno con Cristo. Ejemplos recientes incluyen encarcelamiento, tortura, decapitaciones, rapto y pérdida del hogar y bienes”.


La organización internacional señaló que si bien la persecución violenta es la que más reportan los medios de comunicación, en muchos casos los cristianos sufren exclusión en sus familias, pérdida de empleos e incluso rechazo de su comunidad, debido a su fe.