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mercredi 29 octobre 2014

«Lo visible y lo invisible de la Iglesia no se oponen», dice Francisco en la audiencia de miércoles

“Quisiera hoy llevar una oración y traer cerca de nuestro corazón al pueblo mexicano que sufre por la desaparición de sus estudiantes y por tantos problemas parecidos. Que nuestro corazón de hermanos esté cerca de ellos orando en este momento”.

Esta ha sido la petición que el Papa ha expresado la mañana del miércoles 29 de octubre durante la audiencia general.


Lo ha hecho al finalizar el resumen de la catequesis que realiza él mismo en español.


También ha pedido una oración especial por los que sufren la enfermedad del ébola, “que se está difundiendo especialmente en el continente africano, sobre todo entre las poblaciones más desfavorecidas”.


Por eso, el Papa ha afirmado que “estoy cerca con el afecto y la oración a las personas afectadas, como también a los médicos, las enfermeras, voluntarios, institutos religiosos y asociaciones, que hacen todo lo posible para socorrer a estos nuestros hermanos y hermanas enfermos”.


Asimismo, Francisco ha renovado su llamamiento para que la comunidad internacional haga lo posible para vencer este virus aliviando el malestar y el sufrimiento de los que están siendo duramente probados. Y así, ha invitado “a rezar por ellos y por los que han perdido la vida”.


El Papa Francisco, una semana más, llegó a la plaza de San Pedro, despertando el entusiasmo de los fieles y peregrinos venidos de todas las partes del mundo.


Banderas de distintos países se agitaban al paso del jeep descubierto y se oían a la gente saludar y gritar ¡Francisco, Francisco! Mientras, el personal de seguridad, se encargaba de acercar a los niños hasta el papamóvil para que el Papa pudiera darles su bendición.


A pesar de que se empieza a sentir el frío, una gran multitud estaba presente en la plaza.


Como cada miércoles, el Pontífice ha seguido con la serie de catequesis que inició sobre la Iglesia. Ha hablado de la realidad visible y la realidad espiritual de la Iglesia.


Resumen que pronunció en español el Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas: En otras ocasiones hemos hablado de la naturaleza espiritual de la Iglesia, como Cuerpo de Cristo edificado por el Espíritu Santo.


Hoy nos centramos en lo que pensamos habitualmente, en lo que se ve: es decir, sus estructuras, como la parroquia, las organizaciones, las personas que normalmente la guían. Pero esto no se limita a los obispos o a los clérigos, sino que comprende a todas las personas bautizadas que creen, esperan y aman, haciendo el bien en el nombre de Jesús, acercándolo así a la vida de los hermanos.


Por eso, lo visible y lo invisible de la Iglesia no se oponen, sino que se integran en la única Iglesia. Esto es un reflejo del misterio de la persona de Cristo, en la que su naturaleza divina es inseparable de su naturaleza humana, que se pone enteramente al servicio del plan divino de llevar a todos la redención y la salvación.


También la Iglesia, a través de su realidad visible, como los sacramentos, el testimonio y el anuncio, está llamada a hacerse cercana a cada persona, comenzando por los más pobres, los que sufren o los marginados, para que todos sientan la mirada compasiva y misericordiosa de Jesús.


La intercesión de la Virgen, el modelo de los santos

A continuación el Papa ha saludado con afecto a los peregrinos de lengua española, “en particular a los venidos de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Pidamos, por intercesión de la Virgen María, que comprendamos cómo, a pesar de nuestras debilidades, el Señor nos ha hecho instrumentos de su gracia y signo visible de su amor para toda la humanidad. Muchas gracias”.


Al finalizar, el Santo Padre ha dirigido un pensamiento especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, recordando que nos acercamos a la Solemnidad de todos los Santos. "Queridos jóvenes, mirad a los santos como modelos de vida; queridos enfermos, ofreced vuestro sufrimiento por los que necesitan conversión; y vosotros, queridos recién casados, cuidad el crecimiento en la fe en vuestra casa conyugal".


Texto íntegro de la catequesis del Papa, traducido del italiano

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


En las catequesis precedentes hemos podido evidenciar cómo la Iglesia tiene una naturaleza espiritual: es el cuerpo de Cristo edificado en el Espíritu Santo. Cuando nos referimos a la Iglesia, sin embargo, el pensamiento va inmediatamente a nuestras comunidades, a nuestras parroquias, a nuestras diócesis, a las estructuras donde solemos reunirnos y, obviamente, también a los componentes y a las figuras más institucionales que la guían, que la gobiernan. Es esta la realidad visible de la Iglesia. Debemos preguntarnos entonces, ¿se trata de dos cosas diferentes o de la única Iglesia? Y, si es siempre una única Iglesia, ¿cómo podemos entender la relación entre su realidad visible y la espiritual?


Sobre todo, cuando hablamos de la realidad visible --hemos dicho que hay dos, una realidad visible de la Iglesia que se ve y una espiritual--, cuando hablamos de la realidad visible de la Iglesia no debemos pensar solo en el Papa, los obispos, sacerdotes, monjas, personas consagradas. La realidad visible de la Iglesia está formada por muchos hermanos y hermanas que en el mundo creen, esperan, aman.


Pero muchas veces oíamos decir ‘pero la Iglesia no hace esto, la Iglesia no hace esto otro’. Pero dime ¿quién es la Iglesia? Son los sacerdotes, los obispos, el Papa. Pero, la Iglesia somos todos. Todos nosotros, todos los bautizados somos Iglesia. La Iglesia de Jesús.


De todos los que siguen a Jesús y que, en su nombre se hacen cercanos a los últimos y a los que sufren, tratando ofrecer un poco de alivio, de consuelo y de paz. Todos, todos los que hacen lo que el Señor nos ha mandado, son Iglesia. Comprendemos, entonces, que también la realidad visible de la Iglesia no se puede medir, no se puede conocer en toda su plenitud: ¿cómo se hace para conocer todo el bien que se hace? Tantas obras de amor, tantas fidelidades en las familias, tanto trabajo para educar a los hijos, para llevarlos adelante, para transmitir la fe, tanto sufrimiento en los enfermos que ofrecen sus sufrimientos al Señor… Pero esto no se puede medir, y es muy grande, es muy grande.


¿Cómo se hace para conocer todas las maravillas que, a través de nosotros, Cristo consigue obrar en el corazón y en la vida de cada persona. Mirad: también la realidad visible de la Iglesia va más allá de nuestro control, va más allá de nuestras fuerzas, y es una realidad misteriosa, porque viene de Dios.


Para comprender la relación, en la Iglesia, la relación entre su realidad visible y la espiritual, no hay otro camino que mirar a Cristo, del cual la Iglesia constituye el cuerpo y del cual es generada, en un hecho de infinito amor. También en Cristo, de hecho, por la fuerza del misterio de la Encarnación, reconocemos una naturaleza humana y una naturaleza divina, unidas en la misma persona de forma admirable e indisoluble. Esto vale de forma análoga también para la Iglesia. Y como en Cristo la naturaleza humana favorece plenamente a la divina y se pone a su servicio, en función del cumplimiento de la salvación, así sucede, en la Iglesia, por su realidad visible, en lo relacionado con lo espiritual. También la Iglesia, por tanto, es un misterio, en el cual lo que no se ve es más importante que lo que se ve, y puede ser reconocido sólo con los ojos de la fe.


En el caso de la Iglesia, sin embargo, debemos preguntarnos: ¿cómo la realidad visible puede ponerse al servicio de la espiritual? Una vez más, podemos comprenderlo mirando a Cristo. Cristo es el modelo, en modelo de la Iglesia que es su cuerpo. Es el modelo de todos los cristianos, de todos nosotros. Mirando a Cristo no se equivoca, no se equivoca.


En el Evangelio de Lucas se cuenta como Jesús, en su regreso a Nazaret --lo hemos escuchado esto- donde había crecido, entró en la sinagoga y leyó, refiriéndose a sí mismo, el paso del profeta Isaías donde está escrito: ´El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor´. He aquí como Cristo se ha servido de su humanidad –-porque era hombre también-- para anunciar y realizar el diseño divino de redención y de salvación, porque era Dios, así debe ser también para la Iglesia. A través de su realidad visible, todo lo que se ve, los sacramentos, el testimonio de todos nosotros cristianos. La Iglesia está llamada cada día a hacerse cercana y todo hombre, comenzando por el pobre, por el que sufre y por quien es marginado, para continuar haciendo sentir sobre todos la mirada compasiva y misericordiosa de Jesús.


Queridos hermanos y hermanas, a menudo como la Iglesia experimentamos nuestra fragilidad y nuestros límites. Todos lo somos, todos tenemos. Todos somos pecadores, todos ¿eh? Ninguno puede decir ‘yo no soy pecador’. Pero si alguno de nosotros se siente capaz de decir que no es pecador, que levante la mano. Veremos cuántos. No se puede. Todos lo somos. Y esta fragilidad, estos límites, estos pecados nuestros es justo que provoque en nosotros una profunda tristeza, sobre todo cuando damos mal ejemplo y nos damos cuenta de convertirnos en motivo de escándalo. Cuántas veces hemos oído en el barrio: ‘Esa persona de ahí está siempre en la Iglesia pero habla mal de todos’. ¡Pero qué mal ejemplo! Hablar mal del otro, esto no es cristiano, es un mal ejemplo y es un pecado. Y así, nosotros damos un mal ejemplo. Pero si este o esta es cristiano, yo me hago ateo, ¿eh? Porque nuestro testimonio es la que hace entender qué es ser cristiano. Pidamos no ser motivo de escándalo.


Pidamos el don de la fe, para que podamos comprender como, a pesar de nuestra pequeñez y nuestra pobreza, el Señor nos ha hecho realmente instrumento de gracia y signo visible de su amor por toda la humanidad.


Podemos convertirnos en motivo de escándalo, sí. Pero también podemos intentar dar testimonio, ser testigos que con nuestra vida digamos así Jesús quiere que nosotros lo hagamos.



La hermana Doris es la última «monja cervecera» de Alemania: «Es una bebida sana si no te excedes»

La hermana Doris es la última de un linaje de mujeres y monjas cerveceras cuya tradición se remonta a la Edad Media. "Amo el trabajo, y amo el olor cuando hago cerveza", dice la mujer de 65 años.

Doris Engelhard ha dedicado 50 años a servir a Dios en la abadía de Mallersdorf, en Alemania, y es la última de un linaje en extinción de monjas cerveceras.


La relación entre la iglesia y la preparación de cerveza no es resultado del azar. Esta data desde la Edad Media, cuando los monjes y monjas preparaban esta bebida para consumo propio y para los peregrinos que los visitaban. Además de sus propiedades nutritivas era de consumo más seguro que el agua.


La hermana Doris produce anualmente 80.000 galones de cerveza, utilizando métodos industriales modernos e ingredientes naturales.


No utiliza conservantes, por lo que la cerveza producida en Mallersdorf sólo puede encontrarse en el convento mismo y en las inmediaciones de la remota localidad bávara.


“Quería estudiar agricultura”, recuerda, “pero no era posible en la escuela de la abadía, así que la madre superiora me preguntó si estaría interesada en la cervecera”, afirma de acuerdo a PijamaSurf.


Doris comenzó su aprendizaje en 1966 de la mano de la maestra cervecera anterior y, para 1969, pudo hacerse cargo ella sola, después de completar sus estudios en una escuela técnica local. En la misma fecha tomó los votos eclesiásticos en Mallersdorf.


“Hay 490 hermanas en la abadía, y algunas trabajan como maestras en las escuelas, en hogares para niños y hospitales. También tenemos cocineras y una repostera. Todo lo hacemos nosotras. Amo el trabajo, y amo el olor cuando hago cerveza. Y amo trabajar con cosas vivas –la levadura, la cebada y la gente que disfruta la cerveza-”, sostiene.


A pesar de su mala fama, la hermana Doris no cree que la cerveza sea un instrumento del pecado: “Hacer cerveza es ciertamente una profesión curiosa para una mujer, especialmente una monja. Pero amo beber cerveza. La cerveza es la más pura de las bebidas alcohólicas… Es una bebida muy sana, siempre y cuando no te excedas en ello”.


“Puedes servir a Dios en todas partes, sin importar la profesión o trabajo que tengas. Como escribió San Benito: ‘Glorifica a Dios en todas las cosas’, y eso también es cierto para la cerveza”, afirma orgullosa de su trabajo.



La ruta de Francisco: testimonio cuerpo a cuerpo

El largo coloquio del Papa Francisco con los miembros del Movimiento de Schoenstatt, que celebraban el centenario de su fundación, se ha producido una semana después de que bajaran las persianas en el aula sinodal que albergó el vibrante debate sobre la familia. Y en las palabras de Francisco se puede seguir la traza de sus preocupaciones ante el camino que ahora se abre.

“La familia cristiana, la familia, el matrimonio, nunca fue tan atacado como ahora… a la familia se la golpea, y a la familia se la bastardea… Además, cuánta familia herida, cuánto matrimonio deshecho, cuánto relativismo en la concepción del sacramento del matrimonio… ¿Qué podemos hacer? Sí podemos hacer buenos discursos, declaraciones de principios, a veces hay que hacerlo… eso hay que decirlo. Pero la pastoral de ayuda tiene que ser cuerpo a cuerpo, o sea acompañar. Y esto significa perder el tiempo. El gran maestro de perder el tiempo es Jesús, ¿no? Ha perdido el tiempo acompañando, para hacer madurar las conciencias, para curar heridas, para enseñar”.


Hay un momento en que Francisco es durísimo con los males de este tiempo, cuando describe a borbotones los destrozos de lo que él llama “la cultura de lo provisorio”, la incapacidad para el compromiso, y también las huellas terribles que deja en los hijos (generaciones enteras) la ruptura del matrimonio de sus padres. “Cuántos hay que no se casan, conviven… convivencias part-time. De lunes a jueves con mi novia y de viernes a domingo con mi familia. O sea, son nuevas formas totalmente destructivas, limitadoras de la grandeza del amor del matrimonio”. Y de nuevo la pregunta: “¿entonces qué hacemos? La clave que puede ayudar es cuerpo a cuerpo, acompañando, no haciendo proselitismo, porque eso no resulta”. Tengo la intuición de que este es el fondo de la preocupación del Papa: frente a tanta destrucción hace falta el cuerpo a cuerpo, y tantas veces no estamos dispuestos… Este cuerpo a cuerpo es distinto a la mera repetición literal de la doctrina, pero también a la mera disolución en la mentalidad de los tiempos, al buenismo que esconde las llagas de la cultura del relativismo.


Por eso es importante otro momento de este coloquio, cuando Francisco explica el método del testimonio citando a Benedicto XVI: “La Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción… La atracción la da el testimonio. Consejo primero: testimonio. O sea, vivir de tal manera que otros tengan ganas de vivir. Como nosotros. Testimonio. No hay otro. No hay otro… Nosotros no somos salvadores de nadie. Somos transmisores de alguien que nos salvó a todos. Y eso solamente lo podemos transmitir si asumimos en nuestra vida, en nuestra carne, en nuestra historia, la vida de ese alguien que se llama Jesús. O sea testimonio. Testimonio”.


Temo que hagamos de esta fuerza motriz un eslogan vacío, un esquema. Es importante comprender lo que quiere transmitir Francisco en perfecta continuidad con su predecesor. Testimonio no se puede reducir a buen ejemplo, ni siquiera a “obras de caridad”, es la comunicación de la vida de Jesús ofrecida a través de nuestra humanidad entera (razón, afecto, libertad) en un diálogo dramático, cuerpo a cuerpo, con la libertad del otro que tengo delante. El otro que tiene su historia, sus rebeldías, sus oscuridades, pero sobre todo su corazón que busca, que desea.


Y Francisco explica de nuevo. “O sea salir, salir de nosotros mismos. Una Iglesia o un movimiento, una comunidad cerrada se enferma… Un movimiento, una Iglesia, una comunidad que sale se equivoca, se equivoca. Pero es tan lindo pedir perdón cuando uno se equivoca. Así que no tengan miedo. Salir en misión. Salir en camino… Se sale para dar algo, se sale en misión, no se sale para dar vueltas sobre uno mismo, dentro de un laberinto que ni nosotros mismos podemos comprender”.


Hay un momento en que uno de los jóvenes de Schoenstatt pregunta al Papa por su “secreto” para mantener la esperanza y la alegría en medio de las dificultades de la historia presente. Para entonces Francisco habla ya a corazón abierto, y es imposible no conmoverse: “Tengo mucha confianza… Yo sé que Él no me va a abandonar… Eso sí, pido. Porque también soy consciente de que tantas cosas malas y de tantas ‘macanas’ que hice, eh, cuando no me abandoné y quise yo controlar el timón, ¿no? Quise entrar en ese camino tan ‘embromado’ que es el auto-salvarse, ¿no?, es decir, no yo me salvo cumpliendo, con el cumplimiento… era la salvación de los Doctores de la Ley, de los saduceos, de esa gente que le hacía la vida imposible a Jesús. Pero no sé. Sinceramente, en serio, no sabría explicarlo. Me abandono, rezo. Pero nunca me falla, ¿eh? Él no falla. Él no falla. Y he visto que Él es capaz, a través, no digo a través mío, sino a través de la gente de hacer milagros. Yo he visto milagros que el Señor hace a través de la gente que va por este camino de abandonarse en sus manos”.


Otro momento capital para entender a Francisco es su explicación del tema de las periferias, a veces manoseado y reducido por tantos comentaristas: “Hay un solo centro. Es Jesucristo. Mirar las cosas desde las periferias, ¿no? Porque se ven más, más claras… Cuando uno se va encerrando en el pequeño mundito, el mundito del movimiento, de la parroquia, del arzobispado, o acá, el mundito de la Curia, entonces no se capta la verdad. Sí se la capta quizás en teoría, pero no se capta la realidad de la verdad en Jesús. Entonces la verdad se capta mejor desde la periferia que desde el centro. Eso a mí me ayuda... Me acuerdo de cómo cambió la concepción, la cosmovisión del mundo, desde Magallanes en adelante, o sea una cosa era ver el mundo desde Madrid, o Lisboa, y otra cosa era verlo desde allá, desde el Estrecho de Magallanes. Ahí empezaron a entender otra cosa”.


Por último la reforma de la Iglesia. Algunos ya tenían diseñada su reforma y tratan de hacer entrar a Francisco por su aro. Otros anuncian el fin del mundo si algo se mueve. Francisco tira de ironía: “Algunos piensan en la gran revolución, ¿no? Alguno por ahí dice ‘el Papa revolucionario’, todas esas historias, ¿no?”. Y sin embargo esta conciencia de que la Iglesia debe reformarse continuamente está en los primeros Padres, en la eclesiología más antigua. Ecclesia Semper Renovanda. Es lo que hicieron los santos, advierte el Papa. A través de su santidad renovaron la Iglesia, ellos son los que llevan adelante la Iglesia. Me temo que alguno pueda llevarse una decepción: “renovar la Iglesia no es principalmente hacer un cambio aquí, un cambio allá. Hay que hacerlo porque la vida siempre cambia, y hay que adaptarse. Pero esa no es la renovación… Acá mismo, es público, por eso me atrevo a decirlo, hay que renovar la Curia, el Banco del Vaticano, hay que renovarlos. Todas son renovaciones de afuera. Esas que dicen los diarios. Es curioso. Ninguno habla de la renovación del corazón. No entienden nada de lo que es renovar la Iglesia. Esa la santidad. Renovar el corazón de cada uno”.


Uno puede no entender ciertas cosas, o tardar en entenderlas. Incluso puede discutirlas. Pero es imposible no sentir el deseo de salir siguiendo a Pedro, centrados sólo en Jesús, deseosos de ese cuerpo a cuerpo con los hombres, hasta alcanzar el Estrecho de Magallanes y más allá.


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