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mardi 17 février 2015

RNE y la imposición de los postulados de LGTB

Domingo 1 de febrero por la noche. Oigo un programa de Radio 5 que promueve los valores del colectivo Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (LGTB). Escucho un editorial en el que se reclama que los centros educativos que no compartan estos valores no reciban dinero público. Me asombro. Recuerdo los debates filosóficos y políticos en radios italianas. Aquí asisto a la propuesta de expulsar del espacio público al disidente.

Partamos de la base de que todas las personas son respetables, y de que todas las ideas son discutibles. Es un axioma básico poco comprendido y menos difundido. Primero: todas las personas son respetables. Nadie debe ser agredido ni física ni psicológicamente, ni despreciado por sus puntos de vista. Ahora bien: todas las ideas son discutibles: es el fundamento de toda sociedad humana, cuyo lenguaje sea la razón. Las emociones son personales, si bien pueden compartirse; pero los Estados, las ciudades, las corporaciones… necesitan regirse por un mínimo de reglas de formulación racional. “El rojo en los semáforos indica alto”. Es un enunciado racional. Pero no puede circularse con seguridad si la norma es “El rojo en los semáforos indica alto (siempre que su estado de ánimo lo acepte)”.


Si todas las ideas son criticables, lo es esta: “Solo posee validez jurídica el matrimonio entre personas de diferente sexo”; pero también es criticable esta otra idea: “Posee validez jurídica tanto el matrimonio entre personas de diferente sexo como el de personas del mismo sexo”. Sin embargo, el editorialista de Radio 5, emisora de Radio Nacional de España (dinero público) sostiene que solo merece el amparo estatal la idea B, no la A. Negar el “amparo estatal” no es, precisamente, participar en un debate intelectual, sino una propuesta de ostracismo.


Luis XIV sostenía que el Estado era él; y el editorialista de Radio 5 piensa de modo análogo: el Estado es él, sus postulados y sus valores. Y los que disientan de esos valores no son Estado, o lo son menos, o de una categoría inferior. Están las castas políticas y también las ideológicas.


Estado somos todos. Los conciertos educativos no son “gracias” que el Estado concede por mor de su liberalidad. El Estado está sostenido por las contribuciones de todos, y a todos nos asiste el derecho de educar a nuestros hijos según nuestros principios y de que nuestros impuestos alivien la escolaridad. Evidentemente el Estado no ha de concertar sin garantías de que el proceso educativo se desarrolle con solvencia. Pero esas garantías no tienen por qué incluir la ideología “LGTB”.


“Nuestros valores estaban antes prohibidos”. Pueden argüir. Bien, pero eso no justifica que ahora se prohíban los anteriores. Eso sería la ley del Talión. En cualquier caso, expulsar del espacio público al adversario ideológico es un acto de violencia, como toda debilidad. Toda debilidad es violenta porque, no pudiendo o no sabiendo desarrollar la fuerza de la razón, emplea la razón de la fuerza.


El editorialista confunde la exigencia de respeto con la prohibición del disenso. Yo tengo la obligación de respetar a cualquier persona, sea su orientación sexual la que fuere; y, al mismo tiempo, tengo derecho a expresar una concepción de la sexualidad en la que no todo vale y en la que unas conductas son morales y otras inmorales; unas ecológicas y otras no ecológicas. Y puedo sostener estas convicciones en la esfera pública y en la privada, a mis expensas, o a expensas del erario público, aquí y allí.


Mis argumentos son bíblicos y filosóficos, literarios e históricos. Mis fuentes, entre otras, son Platón y Aristóteles; San Agustín y Santo Tomás; Dante y Petrarca; Erasmo y Vives; Cervantes y Shakespeare; Quevedo y Calderón; Chesterton y Lewis. Y no voy a pedir a Radio Nacional de España que con dinero público (o sea, mi dinero) impida que editorialicen portavoces de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales. Sí pido reciprocidad. Confrontemos discursos. Dialoguemos.



Ese movimiento de Jesús, que siempre nos inquieta

A primera hora del domingo un colega me advirtió que la homilía de Francisco en la Misa con los nuevos cardenales iba a ser “potente”. Es una de esas piezas que ayudan a entender el corazón del Papa Bergoglio, con esa mezcla de la radicalidad del poverello de Asís, el rigor de Ignacio de Loyola y la pasión de Don Bosco. El Evangelio de la curación del leproso se prestaba para que Francisco explicara que el camino de la Iglesia requiere “salir del propio recinto para ir a buscar a los lejanos en las periferias de la existencia”. Y eso ayer como hoy, ahora y siempre, descompone un poco, obliga a cuestionar nuestros propios esquemas y seguridades. Sucedió ya entre los apóstoles, así que sería ingenuo pensar que estamos inmunizados.

Lejos de constituir una cesión a la mentalidad ambiental o a la opinión del mundo (como denuncian algunos) la posición que expresa el Papa consiste en sumergirnos en el fondo mismo del acontecimiento cristiano, en las lágrimas de Jesús frente a la Jerusalén que lo rechaza, en su sangre que brota del costado abierto por la lanza. “Jesús… ha querido curar al leproso, ha querido tocar, ha querido reintegrar en la comunidad sin autolimitarse por los prejuicios; sin adecuarse a la mentalidad dominante de la gente; sin preocuparse para nada del contagio… Para Jesús lo que cuenta, sobre todo, es alcanzar y salvar a los lejanos, curar las heridas de los enfermos, reintegrar a todos en la familia de Dios. Y eso escandaliza a algunos”.


No se trata de negociar con el siglo, sino de la lógica del amor de Cristo (incomprensible para nuestros cálculos) que va hasta el borde del abismo para recuperar al que ya parecía perdido, pero sin violentar un ápice su soberana libertad. En realidad este es el verdadero celo del cristiano, el de querer “que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Por si acaso, Francisco advierte que todo “esto no quiere decir menospreciar los peligros o hacer entrar los lobos en el rebaño, sino acoger al hijo pródigo arrepentido; sanar con determinación y valor las heridas del pecado”.


En julio de 2013, en Aparecida, Francisco habló apasionadamente a los obispos brasileños sobre la noche de tantos contemporáneos que han abandonado el hogar de la Iglesia y van solos por el camino con su propia desilusión. Estábamos al comienzo de su pontificado, y el Papa pedía a la Iglesia no tener miedo a entrar en la noche de estos contemporáneos, buscarlos en su camino, entrar en su conversación. Ahora que se avecina el segundo aniversario de su elección para la sede de Roma ha querido invitar a los cardenales, y con ellos a todos los fieles cristianos, “a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada… a ver al Señor en cada persona excluida que tiene hambre, que tiene sed, que está desnuda; al Señor que está presente también en aquellos que han perdido la fe, o que, alejados, no viven la propia fe, o que se declaran ateos; al Señor que está en la cárcel, que está enfermo, que no tiene trabajo, que es perseguido”.


Creo que antes de apresurarnos con ciertos análisis que tienen su carga de prejuicio, deberíamos dejarnos tocar, más aún, herir, por esta predicación del Sucesor de Pedro. Nos pide practicar “el lenguaje del contacto” (el testimonio cuerpo a cuerpo, había dicho en su coloquio con los miembros de Schönstatt) para comunicar el amor de Dios que sana y salva a aquellos que solemos considerar “intocables”.


Algunos analistas han querido ver en esta homilía del Papa un mensaje cifrado referente al próximo Sínodo sobre la familia, entendiendo que Francisco toma postura desde ahora sobre cuestiones abiertas como la posibilidad de que los divorciados que han vuelto a casarse civilmente sean aceptados, bajo determinadas condiciones, en la comunión eucarística. Y como suele suceder, unos están encantados con lo que suponen, y otros aterrados con lo que se temen. Quizás unos y otros se lleven en su momento el correspondiente chasco.


Yo pienso que el arco de esta homilía es mucho más ancho y más hondo, lo cual no significa que las heridas de la convivencia familiar no reciban luz de estas palabras. No creo que el Papa haya querido preanunciar su postura sobre el espinoso tema de los divorciados vueltos a casar, más aún, estoy seguro, porque él lo ha proclamado con fuerza, que sobre esto desea que todos vayamos mucho más al fondo de lo que hasta ahora hemos sabido ir. Y en todo caso, ninguno podremos ahorrarnos (ni en este tema ni en ningún otro) ese movimiento de Jesús que sale, que se conmueve, que abraza y que cura… naturalmente, a quien libremente se deja curar. Y si queremos permanecer en Él, debemos caminar como Él caminó. Eso provoca siempre una saludable inquietud que no significa perder la paz. Porque caminamos en medio de Su pueblo, con la guía de Pedro, que es mucho más segura que la sabiduría de los diversos entendidos.


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Cura con busto en el templo

Recogido de Odisur.


"El acto de descubrimiento y bendición contó con la presencia del alcalde de El Puerto de Santa María, familiares del homenajeado y muchos feligreses que recuerdan su entrañable y comprometido pastoreo.



La parroquia de Jesucristo Redentor y Nuestra Señora de La Palma ha erigido un busto en memoria del que fuera primer párroco de la misma, el recordado sacerdote Julio Juez Ahedo. Ha sido bendecido por su sucesor Antonio Sabido Salguero y ha contado con la presencia de familiares del homenajeado a título póstumo así como del alcalde de El Puerto de Santa María, Alfonso Candón, acompañado de diversos miembros de la corporación municipal.


El acto, al cumplirse un año de su fallecimiento el pasado 15 de febrero de 2014, contó también con un gran número de fieles y entre ellos de miembros de las Comunidades Neocatecumenales tan cercanos todos ellos a don Julio. El Ayuntamiento portuense ya lo había homenajeado en vida con el nombramiento de Hijo Predilecto de la Ciudad y ahora han sido los feligreses los que, sufragando un grupo de ellos esta obra, contribuyen a perpetuar la memoria del que fuera tan querido por todos.


La escultura es obra del artista Mariano Sánchez del Pino en base a fotografía de Agustín Bellido y lo presenta captando su expresión de modo natural y llegadizo para quienes, en el día a día de la vida parroquial, lo tendrán presente mediante este bronce recibido anoche en medio de indudables muestra de cariño."



Francisco ofrece la misa «por nuestros 21 hermanos coptos, que el Señor les acoja como mártires»

Todos nosotros somos capaces de hacer el bien, pero también de destruir lo que Dios ha hecho. Esta ha sido la advertencia del santo padre Francisco durante su homilía en la mañana del martes 17 de febrero en la misa celebrada en Santa Marta. Misa que ha querido ofrecer por los cristianos coptos egipcios asesinados por el Estado Islámico.

Ofrecemos esta misa por nuestros 21 hermanos coptos, sacrificados por el sólo hecho de ser cristianos”, ha indicado el Papa.


“Rezamos por ellos, para que el Señor les acoja como mártires, por sus familias, por mi hermano Tawadros, que sufre tanto”, añadió, mencionando al Papa copto, Teodoro II (Tawadros, en árabe).


Tomando la primera Lectura del día que narra el diluvio universal, el Papa ha advertido que el hombre es incluso capaz de destruir la fraternidad y de aquí nacen las guerras y las divisiones.


Por eso, ha condenado a los “emprendedores de la muerte” que venden armas a países en conflicto para que la guerra pueda continuar. “El hombre es capaz de destruir todo lo que Dios ha hecho”, ha indicado.


De este modo, hablando de este pasaje del Génesis que muestra la ira de Dios por la maldad del hombre, el Pontífice ha observado que el hombre "parece ser más poderoso que Dios”, es capaz de destruir las cosas buenas que Él ha hecho.


Y así, ha recordado que en los primeros capítulos de la Biblia encontramos muchos ejemplos -Sodoma y Gomorra, la Torre de Babel- en los que el hombre muestra su maldad. Un mal, ha advertido, que se anida en lo profundo del corazón.


“Pero padre, ¡no sea tan negativo!” dirán algunos. “Pero esta es la verdad. Somos capaces de destruir también la fraternidad: Caín y Abel en las primeras páginas de la Biblia. Destruyen la fraternidad. Es el inicio de las guerras, ¿no? Los celos, las envidias, tanta codicia por el poder, por tener más poder. Sí, esto parece negativo, pero es realista. Tomad un periódico, cualquiera -de izquierda, de centro, de derecha- cualquiera. Y veréis que más del 90 por ciento de las noticias son noticias de destrucción. Más del 90 por ciento. Y esto lo vemos todos los días”.


“¿Pero qué sucede en el corazón del hombre?” se ha preguntado Francisco. De este modo, ha indicado que Jesús nos recuerda que “del corazón del hombre salen todas las maldades”. Nuestro “corazón débil”, ha añadido, “está herido”.


A propósito ha advertido que hay siempre un “deseo de autonomía”: “yo hago lo que quiero y si quiero esto, ¡lo hago! Y si para esto quiero hacer una guerra, ¡la hago!


De nuevo se ha preguntado el Santo Padre: “¿Pero por qué somos así?” Y lo ha explicado con estas palabras: “Porque tenemos esta posibilidad de destrucción, este es el problema. Después, en las guerras, en el tráfico de armas… ‘Pero, ¡somos emprendedores! Sí, ¿de qué? ¿De muerte? Y hay países que venden las armas para esto, para que así continúe la guerra. Capacidad de destrucción. Y esto no viene del vecino: ¡de nosotros! ‘Cada intento íntimo del corazón no era otro que el mal’. Nosotros tenemos esta semilla dentro, esta posibilidad. Pero tenemos también al Espíritu Santo que nos salva, ¿eh? Pero debemos elegir, en las pequeñas cosas”.


A continuación, el Santo Padre ha advertido también sobre los chismorreos, sobre quien habla mal del vecino: “también en la parroquia, en las asociaciones”, cuando hay “celos” y “envidias” y quizá se va donde el párroco a hablar mal de otro.


Por eso, ha reconocido que “esta es la maldad, esta es la capacidad de destruir que todos nosotros tenemos”. Y sobre esto “la Iglesia nos hace reflexionar en las puerta de la Cuaresma”.


A este punto, el Santo Padre ha hecho referencia al Evangelio de hoy, en el que Jesús regaña a los discípulos que pelean entre ellos porque se habían olvidado de tomar el pan. El Señor les dice que pongan “atención”, que tengan cuidado “con la levadura de los fariseos, con la levadura de Herodes”. A propósito de esto, el Santo Padre ha dado el ejemplo de dos personas. Herodes que “es malo, asesino” y los fariseos “hipócritas”.


Por tanto, Jesús les recuerda cuando partió los cinco panes y les exhorta a pensar en la Salvación, en lo que Dios ha hecho por todos nosotros. Pero ellos, ha proseguido el Papa, “no entendían, porque el corazón estaba endurecido por esta pasión, por esta maldad de discutir entre ellos y mirar quién era el culpable de haberse olvidado el pan”.


Asimismo, el Santo Padre ha indicado que tenemos que tomarnos en serio el mensaje del Señor, “estas no son cosas raras, este no es el discurso de un marciano”, “el hombre es capaz de haber mucho bien”. Y así, ha puesto como ejemplo a la Madre Teresa, “una mujer de nuestro tiempo”.


De este modo, el Obispo de Roma ha recordado que todos “somos capaces de hacer mucho bien, pero todos nosotros somos capaces también de destruir; destruir en lo grande y en lo pequeño, en la misma familia; destruir a los hijos”, "no dejándoles crecer con libertad", "no ayudándoles a crecer bien, anular a los hijos”.


Tenemos esta capacidad y por eso “es necesaria la meditación cotidiana, la oración, el debate entre nosotros, para no caer en esta maldad que destruye todo”, ha advertido el Pontífice.


Finalmente, el Santo Padre ha querido subrayar que “tenemos la fuerza, Jesús nos lo recuerda. Recordad. Y hoy nos dice: ‘Recordad. Acordaos de mí, que he derramado mi sangre por vosotros, acordaos de mí que os he salvado, os he salvado a todos. Acordaos de mí, que tengo la fuerza para acompañaros en el camino de la vida, no por el camino de la maldad, sino por el camino de la bondad, de hacer el bien por los otros; no por el camino de la destrucción, sino por el camino del construir: construir una familia, construir una ciudad, construir una cultura, construir una patria, cada vez más”.


Para concluir, el papa Francisco ha invitado a rezar durante la cuaresma para no dejarnos engañar por las seducciones. “Pidamos al Señor, hoy, antes de comenzar la cuaresma esta gracia: elegir siempre bien el camino con su ayuda y no dejarnos engañar por las seducciones que nos llevan por el camino equivocado”.