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dimanche 11 janvier 2015

Cardenales: cada vez tocamos a menos

Días atrás (5 de enero), la Santa Sede anunció la creación de veinte nuevos cardenales, quince de ellos electores, es decir, menores de 80 años. Por tanto los quince podrán participar –si entre tanto ninguno de ellos llega a octogenario- en un futuro cónclave para elegir nuevo Papa, cuando ello sea necesario. Dios quiera que tarde para que Bergoglio tenga tiempo de llevar a cabo las reformas que se ha propuesto.

En la convocatoria un solo español -¡y gracias!- ha entrado en la lista: el arzobispo de Valladolid, “un tal Blázquez”, como dijo Arzallus cuando fue nombrado obispo de Bilbao. Hay un segundo español, José Alberto Lacunza, arzobispo de David (Panamá), pero no pertenece a “nuestro” clero.


Don Ricardo Blázquez ha sido elevado al rango de príncipe de la Iglesia, no por ocupar una sede de tradición cardenalicia, que Valladolid no la ha sido nunca, sino por la trayectoria pastoral de la persona, siempre a disposición de Roma, y en compensación por lo que tuvo que tragar en Bilbao, una diócesis envenenada por el nacionalismo excluyente.


Con la imposición a Mons. Blázquez del capelo cardenalicio en febrero próximo, España tendrá once cardenales, de ellos, seis eméritos (don Francisco Álvarez, fray Carlos Amigo, don José Manuel Estepa, don Julián Herranz, don Eduardo Martínez Somalo y don Fernando Sebastián) y cinco electores (don Santos Abril, Roma; don Antonio Cañizares, Valencia; don Luis Martínez Sistach, Barcelona, don Antonio Rouco, jubilado de Madrid, y el ya citado don Ricardo Blázquez).


Como Santos Abril, igual que Rouco y Martínez Sistach dejarán de ser electores dentro de nada, o casi nada, quiere decirse que a España no le quedarán más electores que Cañizares, procedente de la curia romana aunque haya terminado aterrizando en su Valencia natal, y el susodicho Blázquez. Y no esperemos que en adelante haya muchos cardenales españoles más. Si acaso Madrid y Barcelona, en un próximo cónclave, vean nombrados sus respectivos y nuevos arzobispos, pero pare usted de contar. Y ambas macrodiócesis no por su especial distinción evangelizadora, sino por su volumen demográfico o por sus muchas necesidades pastorales.


Se acabaron las archidiócesis históricamente cardenalicias o así, como Toledo y Sevilla, y en un nivel algo inferior, Santiago y Valencia, y aún más distantes en el tiempo, Tarragona o Zaragoza. El caso de Toledo es el más llamativo de todos, porque de sede primada, cuyo arzobispo –normalmente cardenal- presidía la conferencia de metropolitanos –antecedente de la conferencia episcopal-, ha quedado limitada a una archidiócesis como otras también cargadas de historia.


La Iglesia católica –y como tal católica, universal- se ha extendido por todo el planeta y, en consecuencia, hay que dar representación en el colegio cardenalicio al mayor número posible de Iglesias particulares. Sin embargo, como el número de electores está limitado a 120, para dar entrada en el “senado” eclesiástico a las Iglesias periféricas, emergentes, acaso pequeñas pero también “hijas de Dios”, es necesario reducir la presencia europea, hasta no hace mucho ampliamente hegemónica.


También el epicentro apostólico, localizado hasta tiempos recientes en Europa meridional, particularmente en Roma e Italia, se ha dispersado en varias direcciones –América del Norte, Central y del Sur, África, Extremo Oriente, Australia y Oceanía, etc.-. Roma seguirá siendo Roma, porque allí está la Santa Sede, pero Europa, en claro declive cultural y religioso, ha dejado de ser el ombligo del mundo. La masonería, con su relativismo moral, y los flecos del marxismo, que subsisten, con su ateísmo beligerante, que desde Marcuse y compañía ha causado estragos en la juventud occidental, ha perdido músculo de tal forma, que en lugar de ser un referente civilizador y misionero, se ha convertido en una fuente de conflictos éticos.


Hoy, si queremos encontrar paradigmas evangelizadores, hemos de mirar al Extremo Oriente. Los regímenes comunistas y, por consiguiente ateos, persiguen todavía a las Iglesias cristianas, sobre todo a la católica. Pero esa situación, como en Cuba, no durará eternamente, y el día que se aflojen los grilletes, presenciarán –quienes vivan entonces- un florecer religioso inaudito, porque el hombre tiene necesidad de Dios, de un Dios liberador como el “nuestro”, tanto o más que de comer.


Actualmente el modelo de Iglesia a imitar no es ninguna de Occidente, sino la de Corea del Sur, con su crecimiento incesante, en un país pequeño pero enteramente moderno, dinámico, desarrollado, emprendedor, de economía y mercado libres. Una Iglesia en parte tradicional, donde las mujeres se cubren todavía la cabeza con mantillas blancas cuando entran en los templos, pero desclericalizada, donde los seglares tienen una participación y responsabilidad muy activas en las tareas evangelizadoras. En definitiva, una Iglesia con futuro, una Iglesia de todos y para todos, y no solamente de obispos y curas, donde los laicos –que también sé usar esa palabra, aunque me guste poco- no pasamos de ser convidados de piedra.



Ser o no ser Charlie Hebdo


Yo soy Charlie Hebdo. Yo no soy Charlie Hebdo. He aquí la dicotomía que los medios de información, generalistas y de índole cristiana, nos han presentado en estos días.


A raíz de los terribles atentados de París, surgió desde Francia hacia todo el mundo la frase “je suis Charlie”, como una forma de solidarizarse con aquellos que habían perdido la vida en el ataque a la citada revista. Como suele ocurrir en estos casos, se extendió por Facebook y demás redes sociales como un reguero de pólvora.


Como contrapartida, diversos medios católicos publicaron en portada artículos titulados “je ne suis pas Charlie”, recordando el continuado escarnio de nuestra fe realizado por la revista, con la que, pese a condenar sin titubeos los atentados, resultaba imposible identificarse.


Se ha creado un debate sobre el tema, y los ánimos andan encendidos. Incluso el portavoz de la Conferencia Episcopal Española se ha llevado algún rapapolvos, en más de un artículo, a raíz de las declaraciones en las que se pronunció sobre el atentado.


Quien me conoce sabe que no peco de tibieza en batallar contra quien persigue nuestra fe. Si hay que meterse en un charco, pues de cabeza y a enlodazarse, sin miedo. Sin embargo, y aunque vaya a contracorriente, no comparto esta postura del “yo no soy Charlie”. Y no lo hago porque creo que, en un momento así, el que ha sido “nuestro enemigo”, el que no nos mostró respeto, puede recibir el nuestro.


Vale que no tenemos que andar poniendo titulares de “yo soy Charlie”; pero tampoco hace falta significarse yendo al extremo contrario. No hoy, no ahora. Mañana habrá tiempo de volver a batallar, hasta el extremo, contra quien ofende los sentimientos de millones de personas, atacando a lo más sagrado, a su fe. Pero hoy es el tiempo de rezar por sus almas, por sus familias destrozadas, de mostrar misericordia por nuestro enemigo. A fin de cuentas, han pagado con sus vidas sus ofensas. Ahora mismo no precisan ya de nuestras condenas.


No, claro que yo no soy Charlie. Pero hoy no lo gritaré orgulloso a los cuatro vientos. Es el tiempo de demostrar que nada nos importa más que la vida humana. Aun la del más vil y miserable ser. Es el tiempo de compadecerse, y de cumplir las palabras de Cristo: “amad a vuestros enemigos”. Es el tiempo de mostrar que el cristiano sabe perdonar, y es antagónico a la barbarie islamista.



El cabildo responde a Susana Díaz: la catedral de Córdoba pertenece a la Iglesia desde 1236

"La titularidad de la Mezquita de Córdoba tiene que ser pública, en eso no tengo ninguna duda, tiene que ser de los cordobeses, de los andaluces y de los españoles, y la titularidad pública no la puede impedir nadie porque inmatricule por 30 euros", afirmó este sábado en La Sexta Noche la presidenta andaluza, Susana Díaz. Unas declaraciones que han recibido la inmediata respuesta este domingo del cabildo de la catedral de Córdoba, con el siguiente comunicado.

Comunicado del Cabildo de la Catedral de Córdoba ante las declaraciones de la Presidenta de la Junta

El Cabildo de la Catedral de Córdoba, ante las recientes declaraciones de la Presidenta de la Junta de Andalucía desea manifestar lo siguiente:


-Toda la legislación internacional y nacional avala que la titularidad del templo pertenece a la Iglesia Católica desde 1236. El Cabildo recuerda que el Ministerio de Hacienda así lo afirmó en un informe publicado el pasado mes de abril en el que quedaba demostrado que la propiedad del monumento pertenece a la Iglesia, por lo que anima al Ejecutivo andaluz a respetar las leyes.


-El Cabildo desea aclarar que la inmatriculación del templo, producida en 2006, consiste en dar publicidad a la titularidad de una propiedad que ya se posee, en este caso desde 1236. La inmatriculación no supone en ningún caso un cambio de propiedad o una “compra”, sino simplemente una notificación en el Registro de la Propiedad. Cabe recordar que hasta 1998 la Iglesia Católica, al igual que otras confesiones religiosas, no tenía reconocido el derecho de tener registradas sus propiedades ante el Registro. En este sentido, la propia Junta de Andalucía firmó en 1991 un acuerdo de colaboración con el Cabildo en el que el ejecutivo autonómico reconocía por escrito que el Cabildo era el “titular del monumento”.


-Ante las declaraciones de la Presidenta de la Junta de Andalucía de que el Cabildo ha borrado la palabra “Mezquita” de la página web y los folletos turísticos, el Cabildo le informa de que la denominación “Mezquita” aparece en 23 ocasiones en su página web y en 6 ocasiones en los folletos oficiales. En este sentido, la denominación, como ya ha afirmado en varias ocasiones el Cabildo, no es lo más importante, sino que el templo se siga cuidando y conservando de generación en generación como ha venido haciendo el Cabildo desde hace más de 775 años, lo que ha permitido que se haya mantenido en un perfecto estado de conservación.


-El Cabildo agradece a la Presidenta de la Junta de Andalucía que públicamente haya reconocido la buena gestión que el Cabildo hace del monumento. En este sentido, el Cabildo valora muy positivamente que la Presidenta haya rectificado la propuesta del Consejero de Turismo, Rafael Rodríguez. El Cabildo seguirá gestionando el templo con los mismos estándares de profesionalidad y calidad seguidos hasta la fecha y que han conseguido consolidar al monumento como un referente en todo el mundo.



El Espíritu Santo es «el gran olvidado» en nuestras oraciones, pero es quien da «coraje apostólico»

En el domingo del Bautismo del Señor, que concluye el tiempo de Navidad, el Papa Francisco se refirió al pasaje del Evangelio que describe lo sucedido en la orilla del Jordán: cuando Juan el Bautista bautiza a Jesús, el cielo se abre.

Con el evento del Bautismo de Jesús terminó el tiempo de los ´cielos cerrados´ - explicó el Santo Padre – que indican la separación entre Dios y el hombre como consecuencia del pecado. "Los ´cielos abiertos´ en cambio - dijo - indican que Dios ha donado su gracia para que la tierra dé su fruto. De este modo la tierra se transforma en la morada de Dios entre los hombres y cada uno de nosotros tiene la posibilidad de encontrar al Hijo de Dios. Lo podemos encontrar realmente presente en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Lo podemos reconocer en el rostro de nuestros hermanos, en particular en los pobres, en los enfermos, en los encarcelados, en los prófugos, que son la carne viva del Cristo sufriente y la imagen visible del Dios invisible”.


El Papa Bergoglio destacó además que el Espíritu Santo, que animó la vida y el ministerio de Jesús, es el mismo que guía la existencia cristiana y afirmó que un cristiano y una comunidad "sordos" a la voz del Espíritu Santo que nos impulsa a llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra, se transforman también en un cristiano y una comunidad “mudos” que no hablan y no evangelizan.


"Poner bajo la acción del Espíritu Santo nuestra vida de cristianos y la misión que todos hemos recibido en virtud del bautismo", dijo Francisco, "significa redescubrir el coraje apostólico necesario para superar fáciles comodidades mundanas".


Al saludar a los peregrinos presentes en la plaza de San Pedro, Francisco recordó que mañana inicia su viaje apostólico a Sri Lanka y Filipinas y les pidió que lo acompañen con su oración.


Texto completo de las palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.


Hoy celebramos la fiesta del bautismo del Señor, con el cual concluye el tiempo de Navidad. El Evangelio describe lo que sucede a orillas del Jordán. En el momento en el cual Juan el Bautista confiere el bautismo a Jesús, el cielo se abre. «Enseguida – dice san Marcos – al salir del agua, vio que los cielos se abrían» (1,10). Viene a la mente la dramática súplica del profeta Isaías: «Si tu abrieras los cielos y bajaras» (Is 63,19). Esta invocación ha sido escuchada en el evento del Bautismo de Jesús. Así se ha terminado el tiempo de los “cielos cerrados”, que indican la separación entre Dios y el hombre, como consecuencia del pecado. El pecado nos aleja de Dios e interrumpe la relación entre la tierra y el cielo, determinando así nuestra miseria y el fracaso de nuestra vida. Los cielos abiertos indican que Dios ha donado su gracia para que la tierra de sus frutos (Cfr. Sal 85,13). Así la tierra se ha convertido en la morada de Dios entre los hombres y cada uno de nosotros tiene la posibilidad de encontrar el Hijo de Dios, experimentando todo el amor y la infinita misericordia. Lo podemos encontrar realmente presente en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Lo podemos reconocer en el rostro de nuestros hermanos, en especial en los pobres, en los enfermos, en los encarcelados, en los prófugos: ellos son la carne viva de Cristo sufriente e imagen visible del Dios invisible.


Con el bautismo de Jesús no solo se abren los cielos, sino Dios habla nuevamente haciendo resonar su voz: «Tu eres mi Hijo amado: en Ti me he complacido» (Mc 1,11). La voz del Padre proclama el misterio que se esconde en el Hombre bautizado por el Precursor.


Luego, la venida del Espíritu Santo, en forma de paloma, esto consiente a Cristo, el Consagrado del Señor, inaugurar su misión salvífica, que es nuestra salvación. El Espíritu Santo – el gran olvidado en nuestras oraciones: nosotros frecuentemente rezamos a Jesús, oramos al Padre, especialmente cuando rezamos el Padre Nuestro, pero no rezamos frecuentemente al Espíritu Santo, es verdad. ¿No? Es el olvidado. Y tenemos necesidad de pedir su ayuda, su fortaleza, su inspiración – el Espíritu Santo que ha animado enteramente la vida y el ministerio de Jesús, es el mismo Espíritu que hoy guía la existencia cristiana, la existencia de un hombre y de una mujer que dicen y que quieren ser cristianos. Poner bajo la acción del Espíritu Santo nuestra vida de cristianos y la misión, que todos hemos recibido en virtud del bautismo, significa redescubrir el coraje apostólico necesario para superar fáciles comodidades mundanas. En cambio, un cristiano y una comunidad “sordos” a la voz del Espíritu Santo, que nos impulsa a llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra y de la sociedad, se hacen también un cristiano y una comunidad “mudos” que no hablan y no evangelizan. Pero, recuerden esto: rezar frecuentemente al Espíritu Santo para que nos ayude, nos de la fuerza, nos de la inspiración y nos haga ir adelante.


María, Madre de Dios y de la Iglesia, acompañe el camino de todos nosotros bautizados; nos ayude a crecer en el amor hacia Dios y en la alegría de servir al Evangelio, para dar así sentido pleno a nuestra vida.