Pages

mardi 4 novembre 2014

Raíces de nuestra cultura europea


Tal vez tendríamos que ir abordando en más catequesis el concepto de "sana laicidad" del papa Benedicto XVI, donde sitúa el diálogo fe-razón y el derecho (¡necesidad!) de buscar la Verdad y reconocerla.



En ese marco de sana laicidad, la objetividad en la mirada es importante. Europa nació cristiana, y la fe plasmó una civilización entera, un horizonte cultural desplegado en tantos ámbitos que sería imposible desgranarlos todos: arte, arquitectura, ciencia, educación, Universidad, trabajo, familia, literatura... ¡Cuántos y cuántos literatos o artistas o científicos lo fueron por ser católicos y movidos por su fe católica! Ahora la desmemoria histórica quiere oponerlo todo a la fe, como si el catolicismo se hubiera dedicado a frenar todas esas áreas en lugar de haberlas fomentado rectamente y haber entregado a sus hijos a esas nobles causas.


No. No olvidemos nuestras raíces. Los mejores logros y grandes avances (los verdaderos, no las revoluciones de la Modernidad que subyugan todo) los realizaron hombres movidos y transformados por su fe católica.


No. No olvidemos nuestras raíces. Desgajados de ellas, esta civilización hoy se rompe en mil pedazos, haciéndose añicos, en una crisis cultural, en un cambio de época y de civilización que no sabemos en qué desembocará, pero cuyos "éxitos" sonados ya padecemos (economía que lo supedita todo al interés y el beneficio, relaciones deshumanizadas, vitalismo, pobreza educativa, arte desfigurado en el feísmo, las lacras del aborto, de la eutanasia, del divorcio...).


No. No olvidemos nuestras raíces que fecundaron durante siglos una cultura, la europea, digna de tal nombre.



"La edificación de la casa común europea puede llegar a buen puerto sólo si este continente es consciente de sus propias raíces cristianas y si los valores del Evangelio además de la imagen cristiana del hombre son, también en el futuro, el fermento de la civilización europea. La fe vivida en Cristo y el amor activo por el prójimo, reflejando la palabra y la vida de Cristo y el ejemplo de los santos, deben pesar más en la cultura occidental cristiana... Estos santos, a través de distintos caminos de vida, se ofrecieron con la misma dedicación al servicio de Dios y de su mensaje de amor hacia el prójimo. Así nos dejan un ejemplo de guía en la fe y de su testimonio de comprensión entre los pueblos" (Benedicto XVI, Discurso ante al Embajador de Austria en la Santa Sede, 3-febrero-2011).



A esta breve catequesis, sugeriría la importancia de leer algunos libros de historia. Un pueblo sin memoria está condenado al fracaso. De entre ellos, uno me impactó a más no poder: Woods, Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental, en la editorial Criteria. Leedlo. Leedlo, por favor.



La Iglesia se alegra de los avances de la ciencia: lo dice el observador de la Santa Sede en la ONU

La Iglesia se alegra de los progresos de la ciencia, afirmó el Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, Bernardito Aúza, al referirse a la exploración del espacio exterior, actividad emprendida por la humanidad que le permite también al hombre profundizar en “la comprensión de la fe y su relación con la ciencia”.

El Prelado hizo esta afirmación el 17 de octubre durante la sesión del Comité especial político y sobre la descolonización, cuyo tema fue la ´´Cooperación internacional en los usos pacíficos del espacio ultraterrestre´´.


“Desde los albores de su historia –recordó- la humanidad siempre ha mirado al firmamento con asombro, y con el deseo de comprender la realidad celestial y su significado en relación con la humanidad misma”.


“Teniendo en cuenta las preguntas fundamentales que siempre ha despertado, la exploración del universo ha profundizado también la comprensión de la fe y su relación con la ciencia”, afirmó.


En ese sentido, destacó Mons. Aúza, “la Santa Sede cree que la fe es capaz tanto de expandir como de enriquecer los horizontes de la razón; por lo tanto, se alegra de los increíbles progresos de las ciencias ya que ve en ellos tanto un producto del enorme potencial de la mente humana creada por Dios, como una manifestación de la amplitud y riqueza de la creación”.


Este discurso tuvo lugar diez días antes de las palabras del Papa Francisco ante la Pontificia Academia de las Ciencias, donde afirmó que la teoría del Big Bang y la evolución de la naturaleza no contradicen la intervención de Dios como Creador, sino que la requiere.


“El inicio del mundo no es obra del caos que debe a otro su origen, sino que se deriva directamente de un Principio supremo que crea por amor. El Big-Bang, que hoy se sitúa en el origen del mundo, no contradice la intervención de un creador divino, al contrario, la requiere. La evolución de la naturaleza no contrasta con la noción de creación, porque la evolución presupone la creación de los seres que evolucionan”, afirmó el Papa.


El interés del Vaticano por el impulso de las ciencias se remonta a siglos atrás, cuando en 1603 se creó la Academia Nacional de los Linces bajo el patrocinio de Clemente VIII y el príncipe romano Federico Cesi.


Sin embargo, esta institución desapareció y posteriormente en 1847 el Papa Pío IX fundó la Pontificia Academia de los Nuevos Linces. Pío XI volvió a impulsar el desarrollo de las ciencias en 1936 con la actual Pontificia Academia de las Ciencias.


Para más información sobre esta institución se puede ingresar a http://ift.tt/1cv6vzb



«Pensamos que la santidad se hace gracias a nuestras cosas y nos volvemos pelagianos», avisa el Papa

En la ley del Reino de Dios Él se dona con gratuidad. Así lo ha recordado el papa Francisco en la homilía de este martes en la misa en Santa Marta.

El Pontífice ha observado que a veces, por egoísmo o ganas de poder, rechazamos la fiesta a la que el Señor nos invita gratuitamente. Y a veces, nos fiamos de Dios, "pero no demasiado".


El Papa ha hablado en su homilía de la parábola del Evangelio del día: un hombre dio una gran fiesta, pero los invitados encontraron excusas para no ir.


Una parábola -ha afirmado- que nos hace pensar, porque "a todos nos gusta ir a una fiesta, nos gusta estar invitados". Pero en este banquete "había algo" que a tres invitados, "que son un ejemplo de muchos, no les gustaba".


Así, Francisco explica que uno de los invitados dice que debe atender su campo, tiene ganas de verlo para sentirse "un poco poderoso", "la vanidad, el orgullo, el poder y prefiere eso en vez de quedarse sentado como uno de tantos".


Otro compró cinco bueyes, y se concentró en los negocio y no quería "perder tiempo" con otra gente.


El último se excusó diciendo que estaba casado y no quería llevar a la mujer a la fiesta.


El Santo Padre ha observado que los tres tenían una preferencia por sí mismos, no de compartir una fiesta, explicando que no saben lo que es una fiesta porque "está el interés, está lo que Jesús ha explicado como el intercambio".


El Pontífice ha afirmado que "si la invitación hubiera sido, por ejemplo: ´venid, que tengo dos o tres amigos empresarios que vienen de otro país, podemos hacer algo juntos´, seguramente ninguno se habría excusado.


Pero lo que les asustaba era la gratuidad. Ser uno como los otros, allí... Precisamente el egoísmo, esta al centro de todo... Es muy difícil escuchar la voz de Jesús, la voz de Dios, cuando uno gira entorno a sí mismo: no tiene horizonte, porque el horizonte es él mismo. Y detrás de esto hay otra cosa, más profunda: está el miedo a la gratuidad. Tenemos miedo de la gratuidad de Dios. Es tan grande que nos da miedo".


Y esto sucede, ha aclarado el Papa, "porque las experiencias de la vida, muchas veces nos han hecho sufrir" como le sucede a los discípulos de Emaus que se alejan de Jerusalén y a Tomás que quiere tocar para creer.


Retomando un proverbio popular Francisco ha recordado que cuando "la ofrenda es grande hasta el santo sospecha", porque la gratuidad es demasiada. Por eso, cuando Dios nos ofrece un banquete así pensamos que sea mejor no inmiscuirse.


A propósito, ha subrayado que "estamos más seguros de nuestros pecados, de nuestros límites, pero estamos en nuestra casa; ¿salir de nuestra casa para acudir a la invitación de Dios, a casa de Dios, con los otros? No. Tengo miedo. Y todos nosotros cristianos tenemos este miedo: escondido, dentro... pero no demasiado. Católicos, pero no demasiado. Confiados en el Señor, pero no demasiado. Este ´pero no demasiado´, marca nuestra vida, nos hace pequeños ¿no?, nos empequeñece".


A continuación, el Santo Padre ha indicado que una cosa que le hace pensar es que cuando el siervo explicó todo esto a su patrón, el patrón se enfada porque fue despreciado. Y manda llamar a todos los pobres, los lisiados, por las plazas y las calles de la ciudad.


El Señor pide al siervo que insista a las personas para entrar en la fiesta. "Muchas veces el Señor debe hacer con nosotros lo mismo: con las pruebas, muchas pruebas", ha afirmado el Papa. "Insísteles, que aquí habrá una fiesta. La gratuidad. Insiste a ese corazón, a ese alma para creer que hay gratuidad en Dios, que el don de Dios es gratis, que la salvación no se compra: es un regalo grande, que el amor de Dios... ¡es el regalo más grande! Esta es la gratuidad. Y nosotros nos asustamos por esto y pensamos que la santidad se hace gracias a nuestras cosas, y a la larga nos volvemos un poco pelagianos, ¿verdad? La santidad, la salvación es gratuidad".


Al finalizar la homilía, el Obispo de Roma ha recordado que Jesús "ha pagado la fiesta, con su humillación hasta la muerte, muerte de Cruz. Y esta es la gran gratuidad".


Y así, ha observado que cuando miramos el Crucifijo pensamos que "esta es la entrada a la fiesta": "Sí, Señor, soy pecador, tengo muchas cosas, pero te miro y voy a la casa del Padre. Me fío. No permaneceré desilusionado, porque Tú has pagado todo". finalmente, el Pontífice ha afirmado que "la Iglesia nos pide no tener miedo de la gratuidad de Dios".


Solamente, "nosotros debemos abrir el corazón, hacer todo lo que podamos por nuestra parte; pero la gran fiesta la hará Él".