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mercredi 22 octobre 2014

Martín Valverde apoya con su música unas jornadas para ayudar a embarazadas con dificultades

El Foro “Signo de Vida – Tenerife” organiza con Martín Valverde y su esposa Elizabeth Watson unas Jornadas por la VIDA que tienen lugar del 22 al 24 de octubre en esta isla de las Islas Canarias.

El concierto del cantautor internacional Martín Valverde que tendrá lugar este viernes 24 de octubre, a partir de las 20:30 horas, en el Pabellón Insular Santiago Martín (La Laguna) con el objetivo de convertirse un acto festivo y benéfico dedicado a las madres y, en especial, a las mujeres embarazadas que están pasando dificultades.


Músico de fama mundial

Martín Valverde, además de ser uno de los padrinos del proyecto “Signo de Vida – Tenerife”, es músico y cantautor con más de 30 años de experiencia y con presencia en prácticamente todos los países de América y en España, Italia y Rusia, que actuará en Tenerife por tercera vez.


Elizabeth Watson es psicóloga dedicada a atender parejas en crisis y a desarrollar cursos para matrimonios y padres de niños especiales.


Las entradas para el concierto se pueden reservar por teléfono (608.150.115) o adquirir directamente en taquilla haciendo una aportación económica como donativo de 7 euros. De igual forma, para el concierto habrá servicio de guagua para ir y venir desde distintos puntos de la Isla.


Charlas informativas

El programa de actividades organizadas para estas jornadas por “Signo de Vida - Tenerife” incluye también un ciclo de charlas que comenzarán hoy miércoles, 22 de octubre, en el Auditorio Teobaldo Power de La Orotava, a las 20.00 horas. A esa hora Martín Valverde y su mujer, Elizabeth Watson, psicóloga dedicada a atender parejas en crisis y a desarrollar cursos para matrimonios y padres de niños especiales, ofrecerán una charla para parejas denominada Charla para matrimonios y hierbas similares.


A continuación el jueves 23, en el Salón de Actos de Caja Siete de Santa Cruz de Tenerife, Martín Valverde y Elizabeth Watson, padres de tres hijos, el más pequeño de ellos con parálisis cerebral, ofrecerán, a partir de las 19.00 horas, una exposición para padres y familiares de personas con discapacidad titulada Charla para padres de Niños especiales.


“Signo de Vida - Tenerife” es una iniciativa apartidista, aconfesional y sin ánimo de lucro, que se propone unir a personas que vivan en Tenerife que quieran ayudar a los demás trabajando por la causa de la vida. Con la celebración de este concierto y las diversas charlas pretenden reconocer y agradecer el trabajo y la dedicación de las madres en favor de los hijos y la familia.



Francisco, en la primera audiencia tras el Sínodo, anima a superar las divisiones y celos con amor

Este miércoles 22 de octubre, en su habitual catequesis de la audiencia de los miércoles (la primera después del Sínodo de obispos sobre la familia), el Papa Francisco habló del auténtico amor, que crea comunión, no presume ni se engríe, no lleva cuentas del mal recibido y goza haciendo el bien, no tiene envidia, sino que considera a los otros más que a uno mismo, sufre con los últimos y necesitados, y valora y reconoce a quienes hacen los servicios más humildes y escondidos.

Con estas palabras inspiradas en el himno a la caridad de San Pablo, el Papa explicó en su catequesis por qué decimos que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo.


No se trata simplemente de una forma de hablar – dijo Francisco – sino de una expresión llena de contenido; puesto que la Iglesia es una obra maestra del Espíritu Santo que, infundiendo en cada uno de nosotros la vida nueva del Señor Resucitado, nos congrega en la unidad, hasta el punto de convertirnos en un solo Cuerpo, edificado sobre la comunión del amor.


Mientras es en el Bautismo – agregó el Santo Padre – donde nos unimos realmente a Cristo Cabeza y a los hermanos como miembros del mismo cuerpo.


De ahí que recordara que el Apóstol San Pablo descubre un reflejo de la profundidad de este vínculo en el matrimonio cristiano, al que compara con la unión de Cristo con su Iglesia.


Al saludar a los peregrinos procedentes de España y de diversos países de América Latina, el Obispo de Roma los invitó a invocar al Espíritu Santo para que su gracia y la abundancia de sus dones nos ayuden a vivir de verdad como Cuerpo de Cristo y como signo visible y hermoso de su amor.


El Papa también recordó -en su saludo a los peregrinos polacos- que se trata del primer día que la Iglesia celebra a San Juan Pablo II y pidió recordar su herencia espiritual.


Texto completo de la catequesis del Santo Padre

(traducido del italiano)

La Iglesia cuerpo de Cristo


Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!


Cuando se quiere evidenciar cómo los elementos que componen una realidad están estrechamente unidos los unos a los otros y forman juntos una sola cosa, se usa a menudo la imagen del cuerpo.


A partir de Apóstol Pablo, esta expresión ha sido aplicada a la Iglesia y ha sido reconocida como su característica distintiva más profunda y más bella. Entonces hoy queremos preguntarnos: ¿en qué sentido la Iglesia forma un cuerpo? ¿Y por qué es definida “cuerpo de Cristo”?


En el libro de Ezequiel se describe una visión un poco particular, impresionante, pero capaz de infundir confianza y esperanza en nuestros corazones.


Dios muestra al profeta una fila de huesos, separados uno del otro y resecos. Un escenario desolador… Imagínense, todo un valle lleno de huesos. Dios le pide entonces que invoque sobre ellos al Espíritu. En aquel momento, los huesos se mueven, comienzan a acercarse y a unirse, sobre ellos crecen primero los nervios y luego la carne y se forma así un cuerpo, completo y lleno de vida (cfr. Ez 37, 1-14). ¡Ésta es la Iglesia!


Les encomiendo hoy, en casa, tomen la Biblia, en el capítulo 37 del profeta Ezequiel, ¡no lo olviden! Y lean esto, ¡es bellísimo! ¡Ésta es la Iglesia! Es una obra maestra, la obra maestra del Espíritu, el cual infunde en cada uno la vida nueva del Resucitado y nos pone uno al lado del otro, uno al servicio y en apoyo del otro, haciendo así de todos nosotros un cuerpo solo, edificado en la comunión y en el amor.


Pero la Iglesia no es solamente un cuerpo edificado en el Espíritu: ¡la Iglesia es el cuerpo de Cristo! Un poco extraño…pero es así. No se trata simplemente de un modo de decir: ¡lo somos verdaderamente! ¡Es el gran don que recibimos el día de nuestro Bautismo!


En el sacramento del Bautismo, en efecto, Cristo nos hace suyos, recibiéndonos en el corazón del misterio de la cruz, el misterio supremo de su amor por nosotros, para hacernos luego resucitar con Él como nuevas creaturas. ¡Así nace la Iglesia, y así la Iglesia se reconoce cuerpo de Cristo! El Bautismo constituye un verdadero renacimiento, que nos regenera en Cristo, nos hace parte de Él, y nos une íntimamente entre nosotros, como miembros del mismo cuerpo, del cual Él es la cabeza (cfr. Rm 12,5; 1 Cor 12,12 – 13).


La que surge, entonces, es una profunda comunión de amor. En este sentido, es iluminante como Pablo, exhortando a los esposos a “amar a su mujer como a su propio cuerpo”, afirma: “así hace Cristo por la iglesia, por nosotros que somos los miembros de su cuerpo” (Ef 5,28-30). Qué bueno si recordáramos más a menudo lo que somos, lo que ha hecho de nosotros el Señor Jesús: somos su cuerpo, ese cuerpo que nada ni nadie puede arrancar de Él y que Él recubre con toda su pasión y todo su amor, así como un esposo con su esposa.


Este pensamiento, sin embargo, debe hacer surgir en nosotros el deseo de corresponder al Señor y de compartir su amor entre nosotros, como miembros vivos de su mismo cuerpo. En los tiempos de Pablo, la comunidad de Corinto encontraba muchas dificultades en este sentido, viviendo, como con frecuencia también nosotros, la experiencia de las divisiones, de las envidias, de las incomprensiones y de la marginación.


Todas estas cosas no van bien, porque, en lugar de construir y hacer crecer la Iglesia como cuerpo de Cristo, la fracturan en muchos pedazos, la desmiembran. Y esto también sucede en nuestros días. Pensemos en las comunidades cristianas, en algunas parroquias, pensemos en nuestros barrios, cuántas divisiones, cuántas envidias, cómo se habla mal, cuánta incomprensión y marginación.


¿Y esto qué hace? Nos desmiembra entre nosotros. Es el inicio de la guerra. La guerra no comienza en el campo de batalla: la guerra, las guerras comienzan en el corazón, con estas incomprensiones, divisiones, envidias, con esta lucha entre los demás. Y esta comunidad de Corinto era así, pero eran campeones de esto, ¿eh?


El Apóstol dio a los Corintios algunos consejos concretos que valen también para nosotros: no ser celosos, sino apreciar en nuestras comunidades los dones y las cualidades de nuestros hermanos. Pero…los celos: “aquel compró un coche”, y yo siento aquí celos; “éste ganó la lotería”, y celos; “y ése hace bien esto”, otros celos.


Y esto desmiembra, hace mal, ¡no se debe hacer! Porque los celos crecen, crecen y llenan el corazón. Y un corazón celoso, es un corazón ácido, un corazón que en vez de sangre parece que tuviera vinagre. Y un corazón que nunca es feliz, es un corazón que desmiembra a la comunidad. Pero, ¿qué tengo que hacer? Apreciar en nuestra comunidad, los dones y las cualidades de los otros, de nuestros hermanos.


Cuando me pongo celoso - porque todos nos ponemos, ¿eh? ¡Todos, todos somos pecadores, eh! Cuando me pongo celoso decirle al Señor: pero…gracias Señor porque has dado esto a aquella persona. Apreciar las cualidades y contra las divisiones hacerse cercanos, y participar en el sufrimiento de los últimos y de los más necesitados; expresar la propia gratitud a todos.


Decir gracias: el corazón que sabe decir gracias, es un corazón bueno, es un corazón noble. Es un corazón que está contento porque sabe decir gracias. Me pregunto, todos nosotros, ¿sabemos decir gracias siempre? Y…no siempre, ¿eh? Porque la envidia y los celos nos frenan un poco. Y por último, éste es el consejo que el Apóstol Pablo da a los corintios y que también debemos darnos nosotros, los unos a los otros: no considerar a nadie superior a los demás.


¡Cuánta gente se siente superior a los demás! También nosotros tantas veces decimos como aquel fariseo de la parábola: “te agradezco Señor porque no soy como aquél, soy superior”. Pero esto es feo, ¡no lo hagáis nunca! Y cuando tienes este pensamiento, recuerda tus pecados, de aquellos que nadie conoce, avergüénzate ante Dios y di: “tú Señor, tú sabes quién es superior, yo cierro la boca”; ¡y esto hace bien! Y siempre en la caridad considerarse miembros los unos de los otros, que viven y se donan en beneficio de todos (cf. 1 Cor 12-14).


Queridos hermanos y hermanas, como el profeta Ezequiel y como el Apóstol Pablo, también nosotros invoquemos al Espíritu Santo, para que su gracia y la abundancia de sus dones nos ayuden a vivir verdaderamente como cuerpo de Cristo, unidos, como familia, pero una familia que es el cuerpo de Cristo, y como signo visible y bello del amor de Cristo. Gracias.


(Traducción del italiano: María Cecilia Mutual, Griselda Mutual - RV)


Texto completo del resumen de la catequesis del Papa pronunciada en español

Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy, nos preguntamos en qué sentido y por qué decimos que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo.


No se trata simplemente de un modo de hablar, sino de una expresión llena de contenido. La Iglesia es una obra maestra del Espíritu Santo que, infundiendo en cada uno de nosotros la vida nueva del Señor Resucitado, nos congrega en la unidad, hasta el punto de convertirnos en un solo Cuerpo, edificado sobre la comunión del amor. Es en el Bautismo donde nos unimos realmente a Cristo Cabeza y a los hermanos como miembros del mismo cuerpo.


El Apóstol San Pablo descubre un reflejo de la profundidad de este vínculo en el matrimonio cristiano, al que compara con la unión de Cristo con su Iglesia. El auténtico amor, que crea comunión, no presume ni se engríe, no lleva cuentas del mal recibido y goza haciendo el bien, no tiene envidia, sino que considera a los demás mejor que a sí mismo, sufre con los últimos y necesitados, y valora y reconoce a quienes hacen los servicios más humildes y escondidos.


Saludo a los peregrinos venidos de España, México, Panamá, Costa Rica, Argentina, Perú, Chile y otros países latinoamericanos.


Queridos hermanos, invoquemos también nosotros al Espíritu Santo para que su gracia y la abundancia de sus dones nos ayuden a vivir de verdad como Cuerpo de Cristo y como signo visible y hermoso de su amor. Muchas gracias.



El Papa Francisco anuncia su programa en Turquía para noviembre: diálogo con ortodoxos y musulmanes

Este martes la Oficina de Prensa de la Santa Sede informó que el Papa Francisco, acogiendo la invitación de las autoridades civiles, del Patriarca Ecuménico ortodoxo Bartolomé y de los obispos católicos, efectuará un viaje apostólico a Turquía del 28 al 30 de noviembre de 2014, en el que visitará Ankara y Estambul.

El Papa saldrá el viernes 28 a las 9 de la mañana del aeropuerto de Roma Fiumicino y llegará al aeropuerto de Esemboga de Ankara a las 13.


Desde allí irá a visitar el Mausoleo de Kemal Ataturk y luego se dirigirá al Palacio Presidencial donde encontrará al Presidente de la República y pronunciará un discurso ante las diversas autoridades.


Después se encontrará con el Primer Ministro y posteriormente visitará al Presidente de Asuntos Religiosos en el Diyanet.


Al día siguiente, el sábado 29, el Obispo de Roma partirá en avión hasta Estambul donde visitará el museo de Santa Sofía, la mezquita Sultan Ahmet (la famosa ´´mezquita azul´´) y la catedral católica del Espíritu Santo donde celebrará una misa.


Más tarde, durante una ceremonia ecuménica rezará en la Iglesia Patriarcal ortodoxa de san Jorge y en el Palacio Patriarcal encontrará de manera privada a Bartolomé I.


El domingo 30 el Santo Padre celebrará una misa en privado en la Delegación Apostólica. En la iglesia patriarcal de San Jorge asistirá a la Divina Liturgia y pronunciará un discurso al que seguirá la bendición ecuménica y la firma de una declaración conjunta con el Patriarca Bartolomé.


Por la tarde, desde el aeropuerto de Estambul regresará a Roma. Se prevé su llegada al aeropuerto de Fiumicino a eso de las 18.40 horas.



Papa Pablo VI: beato

El domingo pasado, al finalizar el Sínodo extraordinario de los Obispos sobre el matrimonio y la familia, en Roma, el día que celebrábamos la Jornada Mundial de las Misiones, fue proclamado beato el Papa Pablo VI, a quien tanto debe la Iglesia y la humanidad entera; también España, a la que quería de verdad y siempre tanto admiró por su historia, por sus santos y por su servicio a la Iglesia y al mundo con sus grandes gestas de evangelización, para la que siempre buscó lo mejor, también en el plano político, aunque algunos piensen sobre esto de otra manera.

Fue un Papa grande y audaz, un buen pastor conforme al corazón de Dios, testigo valiente del Evangelio, que nos confirmó en la fe y en la caridad, y abrió caminos de esperanza en momentos decisivos para la Iglesia y el mundo. Murió en un día muy significativo, un domingo, y, además, un seis de agosto, fiesta de la Transfiguración del Señor, y, de alguna manera, la del propio Papa Montini, hombre, sobre todo de fe, amigo fuerte de Dios, «mártir» de la fe y de la verdad, que tanto quiso a la Iglesia y que tanto sufrió por todos: su mismo rostro destilaba tal sufrimiento, en medio del cual nos ofreció una de las páginas más bellas que se han podido escribir sobre la alegría, y exhortándonos a vivir esa alegría inmensa que brota del Evangelio. A él le cupo, tras la muerte del Papa «Bueno », San Juan XXIII, continuar la obra del Concilio Vaticano II, llevarla a su término y, después, impulsar su aplicación y ponerlo fielmente en práctica, para renovar, fortalecer y hacer crecer a la Iglesia en medio del mundo contemporáneo y al servicio de él. Fue, por eso, el Papa de la fe, el Papa de la unidad, el Papa del diálogo, el Papa de la nueva evangelización del mundo contemporáneo. En la ceremonia de beatificación, el Papa Francisco dijo de él que fue «el gran timonel del Concilio», con el que supo responder con una sabiduría y «una humildad resplandeciente» al momento histórico en el que «estaba surgiendo una sociedad secularizada y hostil».


Supo entonces «conducir con sabiduría y con visión de futuro – y quizá en solitario– el timón de la barca de Pedro sin perder nunca la alegría y la fe en el Señor». Me gusta recordar que mes y medio antes de morir, en la última fi esta de San Pedro que celebraría, presintiendo tal vez la inminencia de su «partida», hizo balance de su ministerio, realizado plenamente al encargo que Pedro, el primer Papa, recibió de Jesús mismo: «Confirmar a los hermanos en la fe». Y como resumiendo su pontificado, dijo Pablo VI: «He aquí el propósito incansable, vigilante, agobiador, que me ha movido durante estos quince años de pontificado: he guardado la fe, puedo decir hoy, con la humildad y la conciencia de no haber traicionado nunca la santa verdad».


El Beato Pablo VI fue un testigo de la verdad, de la verdad que nos hace libres, y de la verdad que se realiza en la caridad. Trabajador incansable del Evangelio, tomó parte, sin echarse atrás ni retirarse del camino arduo de los duros trabajos del Evangelio; fue, sin duda, gran evangelizador de los tiempos modernos, tan heridos por el drama del humanismo ateo que quiebra la verdad del hombre y no hace posible el verdadero progreso y desarrollo de los pueblos, llamados a realizar la paz entre todos.


Necesitamos del testimonio y de las enseñanzas del Beato Pablo VI, necesitamos de su luz y de su sabiduría, necesitamos de su aliento y de su audacia, necesitamos de hombres como él, que abrió de par en par las puertas a la esperanza, necesitamos volver, de su mano, al Concilio Vaticano II, el nuevo Pentecostés en los tiempos modernos que ha de guiar nuestros pasos en lo momentos actuales de la Iglesia, inmersa, sin ningún

miedo, en medio del mundo y solidaria con sus gozos y esperanzas, con sus tristezas y dolores, para que entregándoles a Jesucristo, verdad de Dios y del hombre, surja una humanidad nueva hecha de hombres con la novedad del Evangelio, a lo que debe contribuir la evangelización, «dicha e identidad más profunda de la Iglesia», en palabras del propio Pablo VI. Que él nos ayude y nosotros le sigamos.


© La Razón