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lundi 30 mars 2015

La inteligencia progresiva del Evangelio

Como dice la “Lumen Gentium”, la Iglesia es el Pueblo de Dios en marcha hacia el Reino: “Así como al pueblo de Israel, según la carne, peregrinando por el desierto, se le designa ya como Iglesia (cf. 2 Esd 13,1; Nm 20,4; Dt 23,1 ss), así el nuevo Israel, que caminando en el tiempo presente busca la ciudad futura y perenne (cf. Hb 13,14), también es designado como Iglesia de Cristo (cf. Mt 16,18), porque fue El quien la adquirió con su sangre (cf. Hch 20,28), la llenó de su Espíritu y la dotó de los medios apropiados de unión visible y social. Dios formó una congregación de quienes, creyendo, ven en Jesús al autor de la salvación y el principio de la unidad y de la paz, y la constituyó Iglesia a fin de que fuera para todos y cada uno el sacramento visible de esta unidad salutífera [15]. Debiendo difundirse en todo el mundo, entra, por consiguiente, en la historia de la humanidad, si bien trasciende los tiempos y las fronteras de los pueblos.Caminando, pues, la Iglesia en medio de tentaciones y tribulaciones, se ve confortada con el poder de la gracia de Dios, que le ha sido prometida para que no desfallezca de la fidelidad perfecta por la debilidad de la carne, antes, al contrario, persevere como esposa digna de su Señor y, bajo la acción del Espíritu Santo, no cese de renovarse hasta que por la cruz llegue a aquella luz que no conoce ocaso” (nº 9).

Este caminar requiere sin cesar nuevas adaptaciones, por lo que creemos también que progresa, bajo la acción del Espíritu, la comprensión del mensaje evangélico. La Palabra de Dios es inagotable, demasiado rica para ser comprendida de una sola vez; se precisa toda la sucesión de generaciones de los fieles, no sin la ayuda e intervención de la Iglesia, para ir penetrando cada vez más profundamente en el misterio de la enseñanza de Cristo.


En función de esta mayor aproximación de la Palabra de Dios, podemos encontrar nuevas exigencias morales.


Comprometerse en nuevas respuestas no supone renegar de las etapas anteriores, sino un pensar que la Palabra de Dios es creadora y se dirige a un mundo y a una Iglesia que viven y progresan. Leída en la Iglesia, la Biblia será un punto de partida que nos permitirá construir, contando también con la ayuda de las ciencias humanas, una Teología Moral científica que nos permita responder a los problemas actuales. Y es que en efecto, la constante maduración moral que exige la evolución de las circunstancias, debe reposar sobre la base sólida y estable de una fe muy pura y siempre en renovación para que pueda acoger los impulsos del Espíritu (Jn 3,8).


El cristiano es por tanto un fiel en el sentido profundo de la palabra, pues cree en la intervención de Dios en la historia humana y reconoce a la Revelación un valor normativo sobre sus actos. Cristo nos enseña el camino por el que debemos ir y la falta moral o pecado es rechazar el plan del amor divino, mientras que la virtud moral es la aceptación del plan de Dios sobre el hombre, el mundo y la historia, plan que supone nuestra santificación, es decir nuestra realización personal y colectiva.


Bajo el influjo del Espíritu Santo madura el dinamismo cristiano. Una vida cristiana sin crecimiento es una contradicción; el cristianismo es una llamada al desarrollo continuo (Hch 12,24; Col 1,10; Ef 4,15). La gracia está destinada a crecer, aumentando nuestra semejanza espiritual con Dios e incrementando nuestra participación en la vida divina.


Nuestra moral es imitación de Cristo, no sólo porque Él es el Dios que nos revela la perfección divina y nos asegura la ayuda indispensable de la gracia, sino también porque, siendo hombre, realizó la perfección en su vida humana. Ser perfectos será para nosotros vivir a la manera de Cristo.


Esta imitación no deberá quedar en meras palabras, sino debe llevarnos a transformar nuestra vida cotidiana dando una respuesta concreta a los interrogantes que se nos presentan. Nuestra moral para ser cristiana ha de ser humana, viviendo la fe en Cristo en medio de nuestras tareas temporales, siendo la misión del pueblo de Dios el testimoniar la presencia de Cristo a los hombres de hoy, testimonio que se da a través del amor y en el que consiste la actividad esencial de los discípulos de Jesús, pues según él seremos juzgados.


La teología moral debe tener sumo cuidado en no reducir el cristianismo a una moral. Si cayera en esa tentación, se seguirían consecuencias desastrosas, tanto para la moral como para la evangelización y educación en la fe. Al proclamar la Buena Nueva, se nos invita a convertirnos al Reino de Dios. La fe y la evangelización incluyen necesariamente el llamamiento a la justicia, a la paz, a la reconciliación, a la fidelidad y a otros valores morales, pero si queremos ser exactos, tenemos que decir que lo propio de la moral católica no es lo propiamente humano, sino que surge como consecuencia de la fe y de la aceptación amorosa del Reino de Dios. No se trata del amor fraterno en sí mismo, sino de la participación del creyente en el amor que Dios nos tiene y por el que nos une a su propia vida, amor que nos capacita para amar al mundo y salvarlo.



San Benjamín de Persia, exungulado y traspasado.

San Benjamín de Ergol, diácono y mártir. 31 de marzo y 13 de octubre (Iglesia Oriental).

Era un diácono en Ergol, Persia, y forma parte de un grupo de mártires persas durante la larga persecución de los cristianos, que se inició con el rey Iezdegerd I y terminó con Bahram-Gor. Existen varias versiones de este martirio y de muchos otros, con incoherencias e inexactitudes entre ellos, en cuanto a nombres y fechas pero fiables.

La persecución se desató en el 420, luego que unos cristianos, encabezados por un sacerdote llamado Hasu, incendiaran un templo dedicado al culto del fuego, en Ergol. Por ello fueron arrestados el obispo San Abdas, su hermano San Papías, los presbíteros San Hasu y San Isaac, el subdiácono San Papías y los laicos San Daduq y San Durtan (celebrados todos el 13 de octubre). Fueron condenados a reconstruir el templo, a lo que se negaron, por lo que fueron condenados a muerte. A estos mártires se les asociaron (sin haber tenido culpa en el incendio) los diáconos San Hormisdas (también a 13 de octubre) y nuestro San Benjamín, con la particularidad que de Benjamín se conocen más datos citados por otras fuentes.


Era un joven de gran celo apostólico, de ardiente palabra en la predicación y gran caridad con los pobres, que lograban muchas conversiones, incluso entre los sacerdotes de Zaratustra. Fue apresado, golpeado salvajemente y encarcelado durante un año, pero el embajador de Constantinopla intercedió por él y fue liberado con la condición de que debía abstenerse de predicar el cristianismo, a lo que Benjamín se opuso y no solo se negó, sino que predicó al mismo juez que le devolvía la libertad. Fue de nuevo llevado ante el rey, quien ordenó su martirio y muerte por decapitación, si sobrevivía.


El martirio principal, y que le mató, consistió en atravesarle desde la espalda hasta salir por el abdomen con una vara con púas. Era este un típico martirio persa, que consistía en atravesar el cuerpo con dicha vara y luego moverla hacia delante y hacia atrás, girándola. También se le introdujeron púas bajo las uñas de las manos y los pies (la exungulación). Es posible imaginar los sufrimientos que causaría dicho tormento.


Se le podría nombrar patrono de las manicuras.



Izquierda y literatura


Si Teresa de Ávila no fuera santa, el progresismo la habría elevado ya, por lo bien que escribe, a los altares literarios en los que honra a sus mártires. Mártires que no se pueden nombrar en vano, como acredita la intervención de un asistente a la reciente presentación de mi libro Soy católico ¿algún problema?, quien reprochó a la organización, un ayuntamiento, que para el acto hubiera utilizado el aula Antonio Machado. Como si La Saeta la hubiera escrito Pemán.

Los campos del Edén no son incompatibles con los de Castilla, así que cuestionar la presentación del libro en tal espacio viene a ser como criticar que los bordadores del manto de la Virgen de los Dolores expongan el género en el aula Mariana Pineda. Quien lo critique está en su derecho, faltaría más, pero imagino que nadie habría puesto pegas si en lugar de para respaldar a Dios hubiera utilizado el aula para dar una conferencia sobre la contribución de Stalin al pleno empleo por su fomento de los campos de trabajo.


Y ya que hablamos del Gulag, hablemos de la izquierda. Del modo en que se apropia de la literatura. Y no lo digo por el museo sufragado por la Diputación en Jaén para honrar al poeta de Orihuela, iniciativa que merece ovación de gala. Lo digo porque la izquierda, cuando come cebolla caramelizada, está convencida de que homenajea a Miguel Hernández. Por lo mismo, el hombre de izquierdas confunde su tos seca con un principio de tuberculosis y, como atisba a Machado en cada limonero, cree que Coillure es la capital de Francia.


Miguel Hernández era de izquierdas, pero ¿es la izquierda de izquierdas? Pues, según: mi padre, sí, pero los que dirigen el PSOE andaluz no tanto, salvo que las buenas nóminas sean de izquierdas. Es posible, con todo, que los dirigentes consideren que ellos lo son porque aún les emociona Paco Ibáñez y porque, cuando sopla el poniente, creen que les despeinan los vientos del pueblo. En cierto modo, es coherente que relacionen la ideología con el endecasílabo dada la gran carga poética del PER. Siempre ha habido lirismo en las cadenas.




Izquierda y literatura


Si Teresa de Ávila no fuera santa, el progresismo la habría elevado ya, por lo bien que escribe, a los altares literarios en los que honra a sus mártires. Mártires que no se pueden nombrar en vano, como acredita la intervención de un asistente a la reciente presentación de mi libro Soy católico ¿algún problema?, quien reprochó a la organización, un ayuntamiento, que para el acto hubiera utilizado el aula Antonio Machado. Como si La Saeta la hubiera escrito Pemán.

Los campos del Edén no son incompatibles con los de Castilla, así que cuestionar la presentación del libro en tal espacio viene a ser como criticar que los bordadores del manto de la Virgen de los Dolores expongan el género en el aula Mariana Pineda. Quien lo critique está en su derecho, faltaría más, pero imagino que nadie habría puesto pegas si en lugar de para respaldar a Dios hubiera utilizado el aula para dar una conferencia sobre la contribución de Stalin al pleno empleo por su fomento de los campos de trabajo.


Y ya que hablamos del Gulag, hablemos de la izquierda. Del modo en que se apropia de la literatura. Y no lo digo por el museo sufragado por la Diputación en Jaén para honrar al poeta de Orihuela, iniciativa que merece ovación de gala. Lo digo porque la izquierda, cuando come cebolla caramelizada, está convencida de que homenajea a Miguel Hernández. Por lo mismo, el hombre de izquierdas confunde su tos seca con un principio de tuberculosis y, como atisba a Machado en cada limonero, cree que Coillure es la capital de Francia.


Miguel Hernández era de izquierdas, pero ¿es la izquierda de izquierdas? Pues, según: mi padre, sí, pero los que dirigen el PSOE andaluz no tanto, salvo que las buenas nóminas sean de izquierdas. Es posible, con todo, que los dirigentes consideren que ellos lo son porque aún les emociona Paco Ibáñez y porque, cuando sopla el poniente, creen que les despeinan los vientos del pueblo. En cierto modo, es coherente que relacionen la ideología con el endecasílabo dada la gran carga poética del PER. Siempre ha habido lirismo en las cadenas.




¿Qué significan las distintas posturas corporales al orar a Dios?

486. ¿Por qué debemos pedir a Dios?

Dios, que nos conoce completamente, sabe lo que necesitamos. Sin embargo, Dios quiere que "pidamos": que en las necesidades de nuestra vida nos dirijamos a él, le gritemos, le supliquemos, nos quejemos, le llamemos, que incluso "luchemos en la oración" con él. [2629-­2633]

Ciertamente Dios no necesita nuestras peticiones para ayudarnos. La razón por la que debemos pedir es por nuestro propio interés. Quien no pide y no quiere pedir, se encierra en sí mismo. Sólo el hombre que pide, se abre y se dirige al origen de todo bien. Quien pide retorna a la casa de Dios. De este modo la oración de petición coloca al hombre en la relación correcta con Dios, que respeta nuestra libertad.


¿Qué expresan los cristianos mediante las diferentes posturas de oración?

Con el lenguaje del cuerpo, los cristianos ponen su vida ante Dios: Se postran ante Dios. Unen sus manos en la oración o las extienden (postura del orante). Hacen la genuflexión o se arrodillan ante el Santísimo Sacramento. Escuchan el Evangelio de pie. Meditan sentados.


~~ La postura de estar de pie ante Dios expresa respeto (uno se pone en pie cuando entra alguien de más categoría), y al mismo tiempo atención y disponibilidad (uno está dispuesto a ponerse inmediatamente en camino). Si al mismo tiempo se extienden las manos para alabar a Dios (postura del orante), se adopta el gesto original de la alabanza.


~~ Sentado ante Dios el cristiano escucha en su interior, deja resonar la Palabra en su corazón (Lc 2,51) y la medita.


~~ De rodillas el hombre se hace pequeño ante la grandeza de Dios. Reconoce su dependencia de la gracia de Dios.


~~ Postrándose el hombre adora a Dios.


~~ Juntando las manos el hombre se recoge frente a la dispersión y se une a Dios.


~~ Las manos enlazadas son también el gesto originario de la petición.



«Es milagroso que tras dos mil años conmemoremos la muerte de Cristo», dice la novelista Irisarri

La escritora zaragozana Ángeles de Irisarri (http://ift.tt/1aadsLB) fue la encargada de ofrecer el pregón que da comienzo a la Semana Santa en la capital aragonesa. Nacida en 1947, Irisarri comenzó a publicar novelas y cuentos en la madurez. Vinculada familiarmente a la Semana Santa zaragozana, ya fue oradora del Santo Encuentro en 1998.

-¿Por qué pregonera?

-Me llamaron para ofrecérmelo y dije que sí. He preparado un pregón que leeré hoy, pero es secreto, no se lo he pasado ni a los cofrades para su revista. Son mis vivencias de Semana Santa y las de otros.


-Pero, ¿por qué usted?

-Realmente no lo sé. Habrán leído algún libro mío, aunque muchos de ellos son medievales. Solo he escrito un relato sobre la Semana Santa de Zamora; me fui allí.


-¿Cuál es entonces su vinculación con esta tradición en la capital aragonesa?

-Desde que era niña me gustaba mucho, sobre todo los romanos. Y ahora que soy ya muy mayor me parece milagroso que 2.000 años después se conmemore la muerte de Jesucristo, cuando nadie se acuerda del Imperio de Sargón II o del Imperio Egipcio. No hay conmemoraciones a la expansión griega, de la Liga Ática o del Imperio Español. Es milagroso.


-¿Y por qué de esto sí?

-Lleva algo más. Lleva sentimiento, lleva esperanza. Yo soy católica y desde luego la fe es una suerte. Son tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. La fe es una suerte tenerla porque estás esperando otra vida, que según Jorge Manrique es morada sin pesar . La caridad es necesaria, que es lo que ahora se llama solidaridad.


-También hay gente que sigue la Semana Santa sin ser creyente. Igual es algo más que fe.

-Jesucristo vino a cambiar lo que es la humanidad, pero son 2.000 años de cristianismo y ningún agnóstico o ateo se puede inhibir de su entorno y de su cultura, que es la cristiana. La negará pero ahí está, es connatural a Europa. Con la caída del Imperio Romano se formaron las órdenes religiosas y se expandieron por toda Europa, se fueron renovando poco a poco y hasta ahora.


-¿Su pasión por esta tradición es porque pertenece a alguna cofradía?

-No, nunca, aunque he tenido familiares cofrades. Sé que su labor es fascinante. Las cofradías han tenido un gran papel social, están trabajando todo el año. Han fletado aviones con alimentos de primera necesidad no perecederos y mantas a lugares de guerra, por ejemplo a la antigua Yugoslavia. Hacen todo eso y más.


-¿Es la Semana Santa de Zaragoza la mejor de España?

-Cada una tiene su encanto, tiene su qué. No se puede decir que es la mejor, es la que he vivido. La tradición zaragozana la relató Leopoldo Alas Clarín en la Regenta porque vivió aquí bastantes años, por ejemplo. Fue catedrático de Derecho Penal hasta que se fue a Oviedo. Es muy completa; comienza con los padres del antiguo testamento -Abraham, Moisés- y eso es algo que no pasa en ninguna otra.


-¿Qué recuerdos tiene de esas procesiones de infancia?

-Me resultaba magnífico por las vacaciones, primero. Estudié en las Hermanas de la Consolación, en la plaza Santa Cruz y tuve una enseñanza religiosa. Pasábamos muchas horas en clase y era lo mejor llegar a vacaciones. En Semana Santa se rezaba el Vía Crucis y se hacían los oficios. Luego, ir a San Cayetano me apasionaba, que es donde llegaban los pasos con sus cofrades para hacer la salida desde ahí.


-¿Cuál era la procesión que más le gustaba?

-La que más me impresionaba era la talla del Cristo de la Cama. Tiene una gran tradición. Es una talla del siglo XIII que pertenece a la cofradía de la Hermandad de la Sangre de Cristo. Esta imagen estaba en el convento de los franciscanos durante la guerra de la Independencia, pero como lo destrozaron todo en las batallas de Los Sitios, lo cambiaron de sitio. Era un cristo motivo de adoración. Cuando bombardearon el convento entró una mujer entre las ruinas para pedir socorro, para que alguien salvara el Cristo. Unos hombres rescataron la imagen y la llevaron en procesión hasta el Pilar y luego se trasladó a San Cayetano.


-¿Qué más recuerda?

-Echo de menos la oscuridad que se creaba en las procesiones de antaño. Cuando pasaba la procesión apagaban las luces de los comercios y las calles, solo estaban las velas de los pasos. El ambiente que se creaba, junto al silencio, le daba un sabor especial. Me emociona ver procesiones aún. Cuando suenan los tambores, el silencio, los cofrades... a veces me vienen lágrimas a los ojos. Como yo soy de historia me doy cuenta que 2.000 años después es por Él, es por Jesucristo.



Murió Martín Patino, jesuita secretario del cardenal Tarancón: influyó en la Constitución española

Este lunes hubiera cumplido 90 años. Justo este sábado nos ha dejado José María Martín Patino, el jesuita artífice de la transición eclesial junto al que fue su alter ego y amigo del alma, el cardenal Vicente Enrique y Tarancón.

A la cabecera de su cama me dijo hace un par de días sin ocultar la emoción: “Fue el hombre de mi vida, un gran cardenal y un excelente amigo”.


En Martín Patino depositó el entonces presidente de los obispos la confianza, de tal manera que los periodistas le llamábamos la “mano izquierda de Tarancón”.


Todavía este sábado, en medio de terribles dolores, mostraba José María su reciedumbre de castellano sobrio y seguro de sus convicciones. La vida le había curtido desde niño. Hijo de maestros, que le hicieron amar la lectura, estaba orgulloso de ellos y de ser salmantino de Lumbrales, donde vivió sus primeras y duras experiencias como la muerte de su brillante hermano a los 22 años y una perdigonada de dos cartuchos a medio metro sobre su hombro izquierdo, que le disparó un miliciano falangista que llevaba la escopeta cargada y le destruyó la clavícula y la cabeza del húmero.


Esta señal marcaría toda su vida. Vivió con profunda preocupación y angustia los fusilamientos que llevaban a cabo los piquetes de Falange durante los primeros meses de la guerra.


Pensó en hacerse médico, pero acabó por tirarle más la Compañía de Jesús. Ya como estudiante jesuita estudió filología en la Universidad Civil de Salamanca. De allí siempre recordaba el influjo de Tovar para aprender a trabajar en equipo. Y de sus estudios de teología en un Fráncfort posbélico, su labor con los emigrantes españoles.


En Alemania, haciendo ejercicios espirituales antes de ordenarse sacerdote, experimentaría la gran llamada de su vida, que le caló hasta los huesos: "En la ciudad alemana de Ulm, al contemplar la catedral iluminada como una antorcha de fuego asentada sobre el monte cercano, que dominaba toda la ciudad, sentí como un latigazo, que hizo estremecer todo mi espíritu. Fue un ramalazo que me dejó marcado para toda la vida (…), una llamada clara a tomar en serio la división entre vencedores y vencidos que pervive en la conciencia colectiva de los españoles. Entendí que debería ayudar, con todas mis fuerzas, a superar la memoria de la guerra civil y a reconocer los errores cometidos por ambos bandos".


El cardenal Tarancón (centro) y su vicario general, Martín Patino, en una imagen sin fechar.


Y este objetivo marcará toda su vida. Tarancón lo ficha, cuando era arzobispo de Oviedo, como especialista en liturgia para poner al día los textos del misal a la luz de la reforma del Concilio e implantar la lengua vernácula con ayuda del famoso biblista Alonso Schoékel y Jimena Menéndez Pidal, la hija de medievalista.


Muerto su predecesor Morcillo, Tarancón vuelve a pensar en Patino como su más importante apoyo, lo que suscitó recelos, entre ellos del propio ministro de Exteriores López Bravo y de algunos sectores del clero. Pero el flamante arzobispo de Madrid no solo no les hace caso, sino que lo encumbra a provicario de la archidiócesis, que era tanto como decir su factótum durante 11 años.


"Vivíamos en conflicto permanente", le oí decir un día a José María. Era el tiempo de las homilías multadas, del caso Añoveros, de la Asamblea Conjunta, de las reuniones en el Paular entre teólogos y políticos, animadas por Patino.


Pero sobre todo fueron eficaces los almuerzos que le preparaba una comunidad de benedictinas para facilitar el encuentro del cardenal con políticos como Suárez, Felipe González, Carrillo y otros tantos representantes de la izquierda como la derecha.


Pero sobre todo fue clave su intervención en la redacción de la famosa "homilía de la corona", que coordinó el trabajo a varios destacados teólogos. Un momento que Patino consideraba providencial en su vida.


Decía esta homilía entre otras cosas: "La Iglesia no patrocina ninguna forma ni ideología política y si alguien utiliza su nombre para cubrir sus banderías, está usurpándolo manifiestamente".


"Pude también intervenir con cierto éxito -confesaba este influyente jesuita- en la redacción de algunos artículos de la nueva Constitución, especialmente en el 16, que regula las relaciones del Estado con las confesiones religiosas como instituciones autónomas que seguirían manteniendo relaciones de cooperación. Ya en El Paular habíamos discutido largo sobre esta gran cuestión y hasta diseñado la fórmula que posteriormente propusieron los ponentes católicos de la Ponencia constitucional. No encontramos tanta facilidad en la redacción del artículo 32 que regula la libertad de enseñanza. Aquí los socialistas se habían ya mostrado muy duros al someter al Parlamento los llamados Acuerdos Parciales. El régimen de la enseñanza religiosa en la escuela pública todavía no se ha solucionado, tantos años después de aprobada la Carta Fundamental".


Tras conseguir el logro de su vida, dar pasos hacia la reconciliación y liberado de su cargo eclesiástico, pensó en fundar algo para el consenso social y la pacificación de la sociedad española. Así nace la fundación Encuentro, un foro para el diálogo sobre los temas más candentes de nuestra democracia: desde los nacionalismos a la pobreza pasando por la educación, la corrupción y la modernización de la justicia, que han sido recogidos en voluminosas memorias anuales.


Provisto de un carácter fuerte y dotes de mando, José María Martín Patino se ha muerto como quería, con las botas puestas. Dice en uno de sus últimos escritos: "Mi vida sigue siendo trepidante. No pocas veces llego a recibir la brisa del mar inmenso como si estuviera ya cerca de la desembocadura del río de la vida. Quisiera morir en plena actividad y esto se lo pido al Señor como una gracia especial. La prueba de una enfermedad terminal larga me aterra. Será lo que Dios, que me ha demostrado su paternidad en todo momento, me ofrezca como purificación o como premio. Tengo la seguridad de que al otro lado de la muerte voy a recibir un inmenso abrazo del Padre y de tantos jesuitas y amigos de todas las tendencias culturales y políticas que aquí me han brindado generosamente su amistad. La idea de la muerte amiga me acompaña casi constantemente y mis colaboradores se extrañan de que la mencione con tanta frecuencia".


Hasta en las últimas semanas acudía a la oficina con intensos dolores. Nunca se rindió hasta el último momento. Decía que su opción fundamental era trabajar por los demás. Lo hizo también y profusamente a través de los medios de comunicación, como la radio, la televisión y sobre todo la prensa, particularmente EL PAÍS. Y tenía como uno de sus valores más preciados la amistad. "Me veo a mí mismo como un hijo preferido del Dios misericordioso, que me dio unos padres santos cuyo ejemplo marcó mi vida y como un instrumento débil elegido para llevar adelante obras que yo en mi vida pude imaginar". Quizás a la postre sea este su más cabal autorretrato.