Pages

mercredi 24 décembre 2014

Francisco: «Dios nos mira con ojos llenos de afecto, acepta nuestra miseria, ama nuestra pequeñez»

“La liturgia de la santa noche de Navidad nos presenta el nacimiento del Salvador como luz que irrumpe y disipa la más densa oscuridad. La presencia del Señor en medio de su pueblo libera del peso de la derrota y de la tristeza de la esclavitud, e instaura el gozo y la alegría”. Con estas palabras comenzó el Papa Francisco la homilía de la Santa Misa de Navidad que celebró a las 21,30 horas de Roma en la Basílica de San Pedro.

Para el Santo Padre, “a lo largo del camino de la historia, la luz que disipa la oscuridad nos revela que Dios es Padre y que su paciente fidelidad es más fuerte que las tinieblas y que la corrupción”.


Y precisamente “en esto consiste el anuncio de la noche de Navidad. Dios no conoce los arrebatos de ira y la impaciencia; está siempre ahí, como el padre de la parábola del hijo pródigo, esperando atisbar a lo lejos el retorno del hijo perdido”.


El Pontífice pronunció un breve pero intenso texto ante las miles de personas que participaron de la celebración.


Texto completo de la homilía del Papa en la Misa del Gallo

“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló”. “Un ángel del Señor se les presentó [a los pastores]: la gloria del Señor los envolvió de claridad”. De este modo, la liturgia de la santa noche de Navidad nos presenta el nacimiento del Salvador como luz que irrumpe y disipa la más densa oscuridad. La presencia del Señor en medio de su pueblo libera del peso de la derrota y de la tristeza de la esclavitud, e instaura el gozo y la alegría.


También nosotros, en esta noche bendita, hemos venido a la casa de Dios atravesando las tinieblas que envuelven la tierra, guiados por la llama de la fe que ilumina nuestros pasos y animados por la esperanza de encontrar la “luz grande”. Abriendo nuestro corazón, tenemos también nosotros la posibilidad de contemplar el milagro de ese niño-sol que, viniendo de lo alto, ilumina el horizonte.


El origen de las tinieblas que envuelven al mundo se pierde en la noche de los tiempos. Pensemos en aquel oscuro momento en que fue cometido el primer crimen de la humanidad, cuando la mano de Caín, cegado por la envidia, hirió de muerte a su hermano Abel.


También el curso de los siglos ha estado marcado por la violencia, las guerras, el odio, la opresión. Pero Dios, que había puesto sus esperanzas en el hombre hecho a su imagen y semejanza, aguardaba pacientemente. Esperó durante tanto tiempo, que quizás en un cierto momento hubiera tenido que renunciar. En cambio, no podía renunciar, no podía negarse a sí mismo. Por eso ha seguido esperando con paciencia ante la corrupción de los hombres y de los pueblos.


A lo largo del camino de la historia, la luz que disipa la oscuridad nos revela que Dios es Padre y que su paciente fidelidad es más fuerte que las tinieblas y que la corrupción. En esto consiste el anuncio de la noche de Navidad. Dios no conoce los arrebatos de ira y la impaciencia; está siempre ahí, como el padre de la parábola del hijo pródigo, esperando atisbar a lo lejos el retorno del hijo perdido.


La profecía de Isaías anuncia la aparición de una gran luz que disipa la oscuridad. Esa luz nació en Belén y fue recibida por las manos tiernas de María, por el cariño de José, por el asombro de los pastores. Cuando los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del Redentor, lo hicieron con estas palabras: “Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.


La “señal” es la humildad de Dios llevada hasta el extremo; es el amor con el que, aquella noche, asumió nuestra fragilidad, nuestros sufrimientos, nuestras angustias, nuestros anhelos y nuestras limitaciones. El mensaje que todos esperaban, que buscaban en lo más profundo de su alma, no era otro que la ternura de Dios: Dios que nos mira con ojos llenos de afecto, que acepta nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez.


Esta noche santa, en la que contemplamos al Niño Jesús apenas nacido y acostado en un pesebre, nos invita a reflexionar. ¿Cómo acogemos la ternura de Dios? ¿Me dejo alcanzar por él, me dejo abrazar por él, o le impido que se acerque? “Pero si yo busco al Señor” podríamos responder–. Sin embargo, lo más importante no es buscarlo, sino dejar que sea él quien me encuentre y me acaricie con cariño.


Ésta es la pregunta que el Niño nos hace con su sola presencia: ¿permito a Dios que me quiera? Y más aún: ¿tenemos el coraje de acoger con ternura las situaciones difíciles y los problemas de quien está a nuestro lado, o bien preferimos soluciones impersonales, quizás eficaces pero sin el calor del Evangelio? ¡Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy!


La respuesta del cristiano no puede ser más que aquella que Dios da a nuestra pequeñez. La vida tiene que ser vivida con bondad, con mansedumbre. Cuando nos damos cuenta de que Dios está enamorado de nuestra pequeñez, que él mismo se hace pequeño para propiciar el encuentro con nosotros, no podemos no abrirle nuestro corazón y suplicarle: “Señor, ayúdame a ser como tú, dame la gracia de la ternura en las circunstancias más duras de la vida, concédeme la gracia de la cercanía en las necesidades de los demás, de la humildad en cualquier conflicto”.


Queridos hermanos y hermanas, en esta noche santa contemplemos el misterio: allí “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”. La vio la gente sencilla, dispuesta a acoger el don de Dios. En cambio, no la vieron los arrogantes, los soberbios, los que establecen las leyes según sus propios criterios personales, los que adoptan actitudes de cerrazón. Miremos al misterio y recemos, pidiendo a la Virgen Madre: “María, muéstranos a Jesús”.



Lo que Felipe VI no dirá, pero necesitamos oír


Nuestras ciudades se llenan de luces, aunque ya sea excepcional el adorno que contenga alguna connotación religiosa. Las calles bullen de gente cargadas de bolsas, que entran y salen sin cesar de tiendas y centros comerciales. Nos llegan por doquier imágenes de gentes vestidas de duendes, de elfos, del gordo rojo de la coca-cola… el whatsapp se colapsa con decenas de mensajes “prefabricados”, resultado de escoger la opción “enviar a todos los contactos”. Las empresas que tienen nuestra dirección electrónica también nos mandan una tarjeta virtual, con un arbolito cargado de regalos. Las cadenas de televisión emiten películas dulzonas y galas benéficas. Toca ser bueno, desear lo mejor a todos, estar feliz. Es la otra navidad, en minúsculas. Y con ella uno entiende que para muchos este sea un tiempo ñoño, hipócrita, deprimente.


Don Felipe VI dará su mensaje navideño de aquí a un rato: buscará palabras que reconforten, transmitir ánimo, aliento. Paz, solidaridad, esperanza, unidad, etc.


Sin embargo, nuestro monarca, al igual que este mundo nuestro de hoy, no pronunciará las únicas palabras realmente importantes: “Hoy os ha nacido un salvador, que es el Cristo Señor”.


Este es el verdadero mensaje para los hombres de hoy, para aquellos que viven asfixiados por el nuevo imperio: el del capital, la rentabilidad, la especulación, que ha sustituido al romano. Es el mensaje para quienes se avergüenzan de unos gobernantes que han perdido todo sentido de integridad, de valores, de dignidad, nuevos “Herodes” que se mueven sin complejos entre la corrupción, y que alientan la matanza de inocentes, en ese genocidio silencioso llamado aborto. Es el mensaje para los desesperanzados, ya sea por enfermedad, por desempleo, por tantos problemas que calladamente han de sufrir… ellos son los pastores que guardan las ovejas a la intemperie, sin poder conciliar el sueño, ante quienes viene el arcángel a dar la buena noticia. Son las palabras, en definitiva, que se dirigen a nosotros, a todos nosotros, que cargamos con el yugo de nuestros pecados, la mayor de las esclavitudes, seamos conscientes de ello o no. Entre tanta oscuridad, entre tanto llanto, entre el miedo y la desesperanza, hoy llega la luz, llega la salvación. No estamos solos, ya nunca lo estaremos, ninguno. Dios está con nosotros. Y quiere que seamos tan conscientes de ello, que nos lo grabemos tan a fuego, que se hace de carne y hueso. Para que nunca dudemos. Para que su amor por nosotros no sea una frase hecha, un invento de ilusoria consolación, una infundada esperanza. Para que podamos tocarlo y acunarlo. Nace como un bebé, humilde e indefenso, para sacar de nuestras entrañas el amor y la misericordia en la que fuimos creados, a la que estamos llamados. Es la imagen visible de Dios, que camina entre nosotros.


Este es hoy mi mensaje para todos vosotros: este tiempo de celebración no es aburda. Nuestras vidas tienen sentido, pues Dios no nos abandona a nuestra suerte. No importa si aún no lo conoces. No importa que ahora mismo no lo veas ni sientas. No importa cuán indigno te veas, cuánto te hayas apartado de Él, o hasta qué punto creas que te es indiferente. Hay una esperanza para tu vida, hay luz más allá de toda oscuridad, hay liberación para todo cuanto oprime tu corazón. Y tu existencia vale tanto, es tan preciosa, que ni la muerte podrá vencerla. Hoy todo esto deja de ser meras palabras, y se hace vida; se llama Jesús.


Feliz Navidad a todos.



**MUST SEE** WHY WHITE WOMEN BECOME MUSLIM. ISLAM OPPRESSIVE TO WOMEN?

The Purpose of Life - Jeffrey Lang

The Late Sister Aminah Assilmi (former Southern Baptist)

A Conversation with Ingrid Mattson

Purity, Simplicity & Balance by Dr. Ingrid Mattson

Is God Merciful? Why Does He Punish?

On Dec. 25, I said my shahadah with Christmas tree in my dinning room - ...

Las iglesias en Siria se mantienen llenas de fieles a pesar del riesgo cierto de muerte

Los cristianos en Siria se sienten abandonados y arriesgan su vida cada día, entretanto las iglesias están activas y están llenas de fieles durante las misas. Lo indicó a Zenit Damaan Daoud, que era un guía turístico de los italianos antes del inicio de la guerra. Samaan es uno de los católicos sirios que tuvo el coraje de quedarse en su país.

Dadoud ha hablado también de las tradiciones navideñas en su país, que vivirá las festividades en una mezcla de desesperación y esperanza, auténtico símbolo de la pasión de Jesús en la cruz.


-¿Cuál era su actividad en Siria?

-Inicié como guía turística con grupos de italianos en 1994, pero desde 2011 he perdido ese trabajo. Sigo trabajando como guía, pero no para turistas, sino para periodistas en los campos de batalla del conflicto. Me encontraba en Maalula cuando en septiembre de 2013 la ciudad fue tomada por los fundamentalistas de Al-Qaeda del frente Al-Nusra. Actualmente también hago traducción de libros de los salesianos.


-¿Cómo viven los sirios la Navidad?

-Navidad es una fiesta nacional en la que todo el pueblo participa, aunque sólo los cristianos ponen el pesebre. Sin embargo, la mayoría de los sirios arma el árbol de Navidad en su casa. Hay cristianos que hacen también el ayuno navideño, que dura cuarenta días y que representa una antigua tradición cristiana en Oriente Medio. Además, en este mes hay muchos conciertos en iglesias y teatros. Las calles se decoran con adornos navideños, pero en los últimos tres años estos adornos ya no se ven, porque muchas familias perdieron a sus seres queridos y el país está medio destruido. En estos tres años en Siria se han destruido unos tres millones de casas.


-¿Hay tradiciones particulares?

-La víspera de Navidad todos los cristianos van a la iglesia para la misa, después por la noche cenan. El día de Navidad todas las familias se reúnen en donde está el jefe de la familia y cada zona de Siria tiene su plato tradicional. Por ejemplo, el más famoso en Damasco es el Kibbebh (grano molido fino con carne de cabrito, pistacho, cebolla y con yogurt cocido).


-¿Cómo pasarán la Navidad en Siria?

-Los cristianos en Siria tienen miedo y viven con mucha preocupación. Están en la mira del fanatismo y del radicalismo islámico. Somos un objetivo fácil de atacar y hemos tenido muchos mártires cristianos en esta absurda guerra. Casi la mitad de los cristianos huyeron del país. La mayor parte de la comunidad cristiana que se encuentra en Alepo se encuentra en peligro porque tanto el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) y sus milicianos como los de Al-Nusra los amenazan continuamente.


-¿Se siente miedo?

-Los cristianos huyen de Alepo: estuve allí hace un mes y vi mucho sufrimiento y miedo. Lo mismo vale para los cristianos del noreste de Siria, en la zona de Al-Qamishli, donde Estado Islámico, que rodea la zona, ha asesinado y secuestrado a muchos cristianos, apropiándose también de sus terrenos. Es imposible quedarse en Siria si no se garantiza paz y seguridad. Es imposible pedirle a los cristianos que se queden. En Occidente algunos nos critican porque estamos con el régimen de Damasco, pero no entienden que la oposición al régimen es aún más sanguinaria. El milagro es que, a pesar de las enormes dificultades, los desplazados y refugiados cristianos mantienen una fuerte fe en Jesús, el Emanuel, y las iglesias están llenas de fieles.