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jeudi 30 octobre 2014

El cardenal Burke y el activista gay


Para todos aquellos que hayan seguido el reciente Sínodo extraordinario sobre la familia a través de la prensa generalista, el cardenal Burke es una especie de ogro, un retrógrado intransigente y carente de misericordia, ávido de fastidiar a homosexuales y divorciados.


La realidad es muy distinta. Al menos eso es lo que se adivina a partir del testimonio de Eric Hess, quien ha publicado un artículo, Coming out of Sodom, en el que hace referencia a su trato con el entonces obispo Burke.


Hess explica de este modo su experiencia:


“De 1990 a 1994 fui a misa de vez en cuando. En 1995, le dije a mi "compañero" que no ya podía ir más porque estaba muy enfadado con la Iglesia. Metí en una caja todos mis crucifijos y Biblias y los dejé en la oficina del obispo de La Crosse, Wisconsin, con una carta renunciando a la fe católica.


Para mi sorpresa, el obispo Raymond Burke respondió con una amable carta expresando su tristeza . Me decía que respetaría mi decisión y que la notificaría a la parroquia donde había sido bautizado. Muy educadamente, el obispo Burke me decía que rezaría por y que esperaba el momento futuro en el que me reconciliase con la Iglesia .


Como uno de los más abiertos activistas "gay" de Wisconsin, pensé: "¡Qué arrogancia!". Entonces le contesté al obispo Burke con una carta acusándole de acoso. Le dije que sus cartas no eran bienvenidas y le pregunté cómo podía atreverse a escribirme.


Mis esfuerzos no lograron desalentarle. El obispo Burke me envió otra carta asegurándome que no me iba a escribir más, pero que si en el futuro deseaba reconciliarme con la Iglesia, él me daría la bienvenida con los brazos abiertos .


De hecho, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nunca se dieron por vencidos conmigo. Al cabo de pocos años, hablé con un buen sacerdote, quien se sumó a las oraciones del obispo Burke desde agosto de 1998.


El 14 de agosto, festividad de San Maximiliano María Kolbe y vigilia de la Santísima Asunción de María, la misericordia divina penetró mi alma cuando estaba en un restaurante. Yo no sabía cuando entré en ese restaurante con mi "compañero" de más de ocho años que el Señor me iba a agarrar esa misma tarde y me llevaría a otro lugar fuera de Sodoma, al banquillo de los acusados de su misericordia sanadora, el santo sacramento de la Penitencia.


El sacerdote que había consultado estaba allí. Mientras le miraba, una voz interior le habló a mi corazón. Era suave, radiante y clara dentro de mi alma. La voz me dijo: "Este sacerdote es una imagen de lo que todavía puedes llegar a ser, si sólo vuelves a ."


De regreso a casa, le dije a mi compañero: "Necesito volver a la Iglesia Católica". A pesar de que se le saltaron algunas lágrimas, él me respondió con cariño: "Eric, lo he sabido desde hace mucho tiempo. Haz lo que tengas que hacer para ser feliz. Yo sabía desde el principio que este día llegaría".


Después, llamé a la oficina del obispo Burke. Su secretaria sabía bien quién era por aquel entonces, así que le dije que quería que el obispo Burke fuera el primero en saber que regresaba a la Iglesia, que me estaba preparando para el sacramento de la Penitencia. Ella me pidió que esperase un momento. Cuando regresó, me dijo que el obispo Burke quería reunirse conmigo.


Después le confesé mis pecados a un humilde y devoto sacerdote local, pastor de almas y recibí la absolución. Como parte esencial de mi recuperación, una buena familia católica me dio refugio hasta que pude encontrar mi propia casa.


Un mes después de mi reconciliación con Dios y con la Iglesia, me fui a la oficina del obispo Burke, donde él me recibió con un abrazo. Me preguntó si recordaba mis pertenencias que le había enviado junto con mi carta de renuncia. Por supuesto que lo recordaba. El obispo Burke las había guardado porque creía que iba a volver a la Iglesia .”


Lo dicho: un monstruo sin misericordia, un “homófobo” insensible e ideológico.



«Estado Islámico ha mandado a los cristianos una carta como "última advertencia" para que se vayan»

Ayer miércoles se inauguró en Madrid, en un acto celebrado en la parroquia de los Padres Carmelitas de Ayala, el ciclo de conferencias 2014-15 de la Fundación Tierra Santa, abierto en nombre de su patronato por José Miguel Abat. Explicó que, siendo uno de los objetivos de la institución apoyar a los cristianos de los lugares bíblicos, era obligado hacerlo dando a conocer “la persecución, el drama y el desamparo que están viviendo ahora mismo en los países de mayoría musulmana”.

Una biografía estremecedora

Como protagonista y testigo de excepción, presentó a Raad Salam Naaman, católico caldeo nacido cerca de Mosul y criado en Basora, profesor universitario y doctor en Filología Árabe y Estudios Islámicos, refugiado político en España desde 1991 y nacionalizado español en 1999.


Salam comenzó explicando que no guarda “odio ni rencor” a los musulmanes, porque es deber del cristiano “perdonar al enemigo y rezar por quienes te persiguen”.


Como es su caso. En un breve relato autobiográfico, describió varias detenciones por denuncias de radicales islámicos, palizas, su participación obligatoria como servicio militar en las guerras con Irán y del Golfo, el asesinato de hasta 25 personas de su familia y de varios amigos (entre ellos el editor de su tesina de licenciatura, considerada “ofensiva” por los islamistas) y un atentado personal en 1990 en el cual murió un primo suyo al interponerse entre él y los disparos. Su propio padre fue asesinado tras la caída de Sadam Hussein y la implantación del actual régimen chií. “Todos los cristianos de Irak tienen una historia similar a la mía, o peor”, puntualizó.


Los musulmanes, siete siglos después

Raad Salam explicó que los cristianos son “los habitantes originales de Irak, descendientes de los antiguos mesopotámicos, sirios y caldeos”. La región fue muy tempranamente evangelizada por el apóstol Santo Tomás, llamado Dídimo, y dos de sus discípulos, pero en el siglo III padecieron una cruel persecución por parte de los persas. “Los musulmanes llegaron en el año 637, cuando el califa Omar conquistó Persia. Se encontraron que allí había judíos y cristianos y para saber qué hacer con ellos acudieron al Corán”: les obligaron a pagar tributos y se recrudeció la persecución.


Consuelo en los salmos

Por tanto, la situación actual “no es nueva, los cristianos en Irak hemos vivido desde siempre marginación y persecuciones” aunque, subrayó, “no somos refugiados ni inmigrantes, ésta es nuestra tierra”. En su infancia y juventud eran denominados “sucios nazarenos” y padecían un estigma social: “Nuestro consuelo al llegar a casa era la lectura de las Escrituras, y en particular el salmo 23: ‘El Señor es mi pastor, nada me falta’…”.

Salam relató la cadena de atentados, asesinatos, iglesias quemadas y secuestros a partir de 2003, tolerados por el nuevo régimen, y el comienzo de las huidas a zona kurda: “Pero los kurdos son musulmanes suníes y también radicales. Ahora están protegiendo a los cristianos para ganarse a la opinión pública porque desean formar un estado independiente”, alertó, señalando lo precario de esa protección.


Acudió a la definición de la Real Academia para apuntar que “lo que está pasando en Irak es un genocidio en toda regla”, no sólo sobre las personas, sino sobre la civilización y la cultura: “Cuando Estado Islámico entró en Mosul, destruyeron en torno a mil o mil quinientos manuscritos antiguos”.


"El problema es el islam mismo"

Y advirtió de que las masacres y violencias a las que estamos asistiendo son “la cara verdadera del islam” porque “se limitan a aplicar el Corán y la ley islámica”: “El problema no es el Califato, el problema es el islam mismo”, advirtió, leyendo varios pasajes del Corán en que se incita a la crueldad con los “infieles” y recordando que lo mismo que hace Estado Islámico “lo hizo también Mahoma”.


“Estado Islámico está cortándole el cuello a los hombres, explotando sexualmente a las mujeres, esclavizando niños y vendiéndolos en los países del Golfo”, recordó. Todos los cristianos están recibiendo una carta, que leyó en su integridad, en la que el Califato “les lanza una ‘última advertencia’ para que salgan del país inmediatamente”.


Oraciones... y acciones

Por último, señaló que lo que debemos hacer los cristianos occidentales por los cristianos iraquíes (“que son nuestros hermanos en la fe, pero que son también simplemente personas que están sufriendo esto”) es “rezar, pero no sólo hacen falta oraciones, también acciones concretas”, entre las que señaló, además de ayuda económica para los refugiados a quienes espera un duro invierno en tiendas de campaña, dar a conocer la verdad: “Que sientan que están acompañados, que lo que les está pasando no cae en el olvido”.