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mardi 31 mars 2015

Carlos de Inglaterra busca llamar la atención del mundo sobre los cristianos perseguidos de Oriente


En la cercana Iglesia Sirio-Ortodoxa dijo: “Me han conmocionado mucho las terribles escenas de violencia y la brutalidad salvaje que hemos visto en Oriente Medio, donde nació el cristianismo, en países como, recordemos, Siria, adonde San Pablo fue a predicar el Evangelio y donde los cristianos han vivido pacíficamente con sus vecinos durante casi dos mil años”.


También desea que los occidentales no “se olviden de sus hermanos y hermanas cuya fe está siendo, literalmente, bombardeada, como tampoco de la inimaginable barbarie”.


“Está muy familiarizado con estas cuestiones”, dice John Pontifex. “Nos ha impresionado su conocimiento sobre el tema. Conoce las cuestiones delicadas entre las distintas comuniones. Su comprensión del tema es mucho mayor de lo que esperaría una persona corriente”.


Añade: “En un mundo marcado por un analfabetismo religioso y al que le falta confianza cuando se habla sobre religión, aquí tenemos una persona que sí sabe sobre esta cuestión, como también del papel que tiene el Cristianismo como constructor de puentes. Desea que llegue el día en el que se pueda decir verdaderamente que hemos abierto los ojos a la realidad de la situación”.


Carlos es un hombre profundamente religioso. Podemos decir que cuando ascienda al trono será el monarca de Inglaterra con más conocimientos a nivel teológico desde el Acta de Unión. Aunque su fe no es anglicana hasta el fondo, tampoco es esotérica o extravagante como la prensa ha hecho creer desde hace tiempo.


Nacido para ser el supremo mandatario de la Iglesia de Inglaterra, Carlos fue bautizado en la Sala de Música del Palacio de Buckingham treinta días después de su nacimiento, por el Arzobispo de Canterbury de entonces, Geoffrey Fisher. En la Universidad de Cambridge se carteó con el Obispo Anglicano de Southwark, Mervyn Stockwood, un líder progresista que hablaba de la “unidad del Salvador con la naturaleza” y que animaba al clero a vestir con jeans en público.


Posteriormente, influyó sobre él el misticismo de su gran mentor, el escritor sudafricano Laurens van der Post, que animó al príncipe “a ver el viejo mundo del espíritu”.


Los años de formación del príncipe ampliaron mucho su interés en las religiones y lo que las une. El cardenal Vincent Nichols dijo que el príncipe Carlos parecía “que estuviera como en casa” en la Catedral de Westminster y que “cuando está en el extranjero va feliz a la iglesia y que se siente en paz por esto”.


Carlos está también fascinado por el judaísmo y, sobre todo, por el islam. Cree que “el futuro seguramente se encuentra en el redescubrimiento de las verdades universales que moran en el corazón de las religiones [abrahámicas]”.


Lo que se conoce y se entiende menos es el alcance de la profunda conexión espiritual del príncipe con el Cristianismo ortodoxo. Es esto, más que otra cosa, lo que explica porqué está liderando una campaña apasionada para salvar a los fieles de Oriente.


Es tanta su cercanía a esta fe que muchos fieles Orientales ortodoxos creen que se ha convertido en secreto. Si esto fuera verdad, plantearía un gran dilema constitucional.


Pero es indudable que la Ortodoxia tiene raíces en la vida de Carlos y en la historia de la familia. Sus tías-abuelas Alexandra y Elizabeth se convirtieron a la Ortodoxia y están consideradas mártires: fueron asesinadas por los bolcheviques junto a muchos de los familiares del príncipe en Rusia.


La abuela de Carlos, la princesa Alicia [de Battenberg] se convirtió en una monja ortodoxa. La princesa Alicia, que había sufrido muchas dificultades en su vida, incluidas la sordera, la esquizofrenia y la ocupación nazi de su tierra natal, Grecia, está considerada "Justa entre las Naciones" por su papel en salvar a judíos durante la Guerra. Mujer de conocida santidad, fundó una orden de monjas en 1949 después de la muerte de su marido, Andrés.


Cuando su hijo más pequeño, Felipe, se casó con la princesa Isabel de Inglaterra, a él se le pidió que se uniera a la Iglesia de Inglaterra. Pero ha mantenido sus vínculos con la Iglesia Griega y a menudo ha habido rumores sobre su retorno a la misma. A su madre se le concedió una pequeña capilla ortodoxa que utilizó hasta su muerte en 1969, cuando sus restos fueron enterrados en un Convento Ruso Ortodoxo en Jerusalén, como era su deseo.


El príncipe Carlos siempre se ha sentido atraído hacia la fuerte espiritualidad del Cristianismo Ortodoxo. Le gustan los iconos y leer a los místicos ortodoxos. Hay imágenes bizantinas en The Sanctuary, la sencilla capilla que hay en su casa en Highgrove House, en Gloucestershire, donde va a rezar y meditar. En su boda con Camila, el Credo fue recitado en el antiguo eslavo eclesiástico.


Carlos ha recibido visitas regulares en Highgrove de Efraín, abad del monasterio Vatopedi, del siglo IX, en el Monte Atos. El principe fue a Athos algunos días después del fallecimiento de Diana, princesa de Gales, un periodo de gran crisis para él, para sus hijos y toda la familia real.


Solo con Efraín en su celda, se rumorea que Carlos tomó un "compromiso espiritual" con la Ortodoxia. Después de una de sus visitas al Monte Athos, se citó a un monje en un periodico que parece ser que dijo que Carlos era “ortodoxo en su corazón”.


Sin embargo, nada de esto ha sido confirmado oficialmente y seguramente debe ser tratado con escepticismo. Lo más probable es que la unión de Carlos con la Ortodoxia sea más bien una expresión de su deseo de unir las ramas del Cristianismo.


Catherine Mayer, autora de una biografia sobre Carlos publicada recientemente, Charles: The Heart of a King (Carlos: el corazón de un rey, ndt), declara: “Él piensa que el cisma fue una vergüenza. Piensa que las distintas ramas del Cristianismo tienen más en común de lo que ellas aprecian”.


Mayer declara que el príncipe ha estado haciendo campañas en favor de los cristianos perseguidos mucho más tiempo de lo que la gente piensa. “A un ritmo creciente porque es cada vez más urgente”, dice ella.


Pero, añade, los medios de comunicación no están realmente interesados y encuentran más interesantes sus comentarios sobre ambiente, arquitectura e Islam.


“Él ve el islam como parte de la misma tradición que el Cristianismo y el judaísmo y se preocupa por el trabajo que hay que hacer entre los distintos credos, como con la arquitectura y el medio ambiente. Todo ello es parte de la misma visión del mundo en lo que atañe a la necesidad de la fe. Piensa que el modernismo es profano, que es anti-sagrado”.


Para Carlos, los cristianos de Oriente Medio son un vínculo vital entre este y oeste y su destrucción imposibilitará cualquier tipo de comprensión más profunda. Como dijo a los fieles sirios-ortodoxos: “En una época en la que casi nada está considerado sagrado, es literalmente diabólico que estos puentes simbólicos se destruyan”.


Si hay una figura individual que pueda ayudar a salvar a los cristianos de Oriente Medio, es seguramente la del príncipe. Los cristianos en Oriente Medio tienen que confiar en el apoyo de los musulmanes locales y como dice Mayer “él es respetado allí por lo que cuando dice algo tiene mucha influencia”.


Casi un siglo después de que la gran tragedia empezara, la situación está ahora en un punto crítico. El padre de Carlos creció tras la Primera Guerra Mundial, un periodo durante el cual los bolcheviques y los fascistas destruyeron el antiguo orden del que él formaba parte.


Felipe llegó a la mayoría de edad después del gran genocidio de cristianos a manos del Imperio Otomano. Los acontecimientos de 1915 han dejado una cicatriz en la psique de los ortodoxos, los armenios y los sirios. Estos terribles sucesos están alcanzando este año un nuevo y terrible apogeo.


Por lo tanto, tal vez no sea sorprendente que Carlos – este príncipe británico con corazón griego – se vea como defensor de la fe de Oriente.


(Publicado originariamente en el Catholic Herald; traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)



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